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«La prueba es enrevesada y diabólica», acertó a decir Juan de Dios Vargas, posiblemente el detective privado más conocido de Valencia en el turno ... de última palabra. El profesional se sentó este lunes en el banquillo acusado de un delito de agresión sexual. La víctima, una joven bailarina. Él sostiene que todo se trata de un complot, una maniobra de otro detective -ha perdido ya su licencia- para arruinar su carrera y hundirle económicamente. Y existen algunos indicios, tal y como se expusieron ayer en la vista oral, que avalarían esta tesis del montaje.
Los hechos supuestamente ocurrieron en el barrio de Benicalap y a plena luz del día, alrededor de las 14 horas del 13 de enero del pasado año. Las acusaciones sostienen que se acercó a la joven, le enseñó una placa de la Guardia Civil y aprovechó para cachearla y tocarle los pechos y sus genitales. También le introdujo los dedos en la boca e hizo un comentario sobre sus labios. A continuación, dijo que se trataba de un error y se marchó. No se conocían absolutamente de nada.
Hasta este punto el relato puro de la víctima. Pero todo lo que rodea esa acusación reúne un alto grado de incertidumbre y sospecha. Primero la joven se había desplazado desde Castellón para comprar un regalo para su padre y, de paso, acudir a ver a una amiga. Llegó a la ciudad a las 8.30 de la mañana. Pero desde ese momento hasta el episodio del presunto ataque sexual no es capaz de concretar qué hizo, qué tiendas visitó o por dónde caminó por Valencia. Su testimonio está trufado de «no lo sé o no me acuerdo». Pocos datos o ninguno de ese periodo.
Más extraña resulta todavía su llegada al barrio de Benicalap, donde iba a quedar con su amiga. «Estaba leyendo en un banco y le pregunté a una mujer cómo ir allí. Me dijo que ella me llevaba». Supuestamente se subió a aquel coche -no sabe qué vehículo ni es capaz de describir a la conductora- y esta le trasladó cerca de la casa de su amiga, aproximadamente a un kilómetro, y también del presunto lugar donde ocurren los hechos.
Las declaraciones policiales, al menos tres agentes, pusieron en duda su testimonio. «Su declaración fue bastante difusa», apuntó la primera policía quien puntualizó que la víctima no ubicó el lugar en el que estaba estacionada la furgoneta del detective pese a facilitar su matrícula.
Más expresivo fue otro de los policías, el jefe de la Unidad de Atención a la Familia y Mujer (UFAM) de Castellón, quien puso en duda, sin ambigüedades, el relato de la víctima. Es más, aseguró que el móvil desde el que la víctima recibió mensajes amenazantes supuestamente del acusado había sido contratado por un tal Vicente, el exdetective que mantiene una enemistad con Vargas. Se lo confirmaron en el locutorio donde lo adquirió y, además, precisó que no era la primera vez que utilizaba esta práctica ilegal.
De hecho, subrayó que ambos, supuesta víctima y el presunto ideólogo, acudían juntos al gimnasio. Por ejemplo, habían entrado juntos en el establecimiento el día anterior a los hechos. Y, por último, una especialista de la sección de Análisis de Conducta aseguró que había «indicios suficientes de no credibilidad del testimonio de la víctima» tras un exhaustivo informe sobre su declaración.
Para completar el puzle del supuesto complot contra Vargas, acudió a declarar la exmujer del otro detective, conocido como Vicente. La joven explicó que mantuvo una relación sentimental de más de nueve años con el sospechoso a quien ha denunciado por maltrato psicológico. Añadió, además, que tenía denuncias por agresión sexual. Lo mas relevante es que confirmó que su expareja le manifestó en varias ocasiones el odio hacia el acusado. «Le tenía envidia».
Al parecer, el ideólogo de la conspiración podía leer el contenido de un chat de detectives privados del que había sido expulsado. Y tras conocer un mensaje de Vargas, comentó: «Este hijo de puta me las pagará». La mujer recordó que su entonces pareja le comunicó, con alegría, que el detective había sido detenido tras la denuncia por agresión sexual. «Tenía una hija pequeña y yo no quería saber nada de todo esto», se justificó para desentenderse de todo aquello.
Otro elemento sospechoso es el uso del móvil de la víctima durante su estancia en la ciudad. La joven declaró que se quedó sin batería y más tarde, con una portátil, logró reactivar el aparato. Lo hizo justo cuando estaba ya en el lugar de los hechos para enviar un mensaje a una amiga con lo que supuestamente había acontecido.
La defensa sostiene que es una excusa para evitar que se pudiera hacer un seguimiento de su trayecto y, en especial, de su acompañante. De igual modo, cree que el audio a su amiga es una estratagema más para apuntalar su relato incriminatorio en un plan «ideado por una persona inteligente y que conoce estas investigaciones», en referencia al otro detective a quien ya se ha denunciado en otros procedimientos.
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