Este domingo se han cumplido cuatro años y ocho meses desde que Mª Carmen Rodríguez comenzó a vivir un calvario. Cuenta cada día porque para ella suponen un día más de sufrimiento. El 11 de octubre de 2018 entró en el quirófano del Hospital Universitario de Requena ... para una resección de matriz y a raíz de ahí se desencadenaron una serie de problemas sufriendo un ictus, varios infartos y la perforación de algunos órganos. A punto de cumplir los 51 años ve su vida truncada porque tiene una incapacidad absoluta, sufre dolores diarios, no puede andar, le cuesta hablar y todo ello le ha derivado en ataques continuos de ansiedad y una gran depresión que ha convertido su día a día en un infierno.
Mª Carmen denunció al profesional que le atendió por considerar que fue negligencia, pero el proceso está aún en fase de instrucción y, aunque hay profesionales que le han reconocido que sí que hubo negligencia, ahora se encuentra que nadie la apoya. Ni siquiera su abogado. «Mi abogado me ha dejado de un día para otro, según me dijo la procuradora porque se sentía presionado porque había intentado suicidarme», explica Mª Carmen.«Lo vemos muy mal. Llevamos todas la de perder y la han dejado inútil, no puede ni andar y ellos no se responsabilizan y a eso no hay derecho», manifesta su madre Mª Carmen Ortiz, quien la cuida día y noche y quien retoma el relato porque a su hija, después de un rato, le cuesta articular las palabras.
«El forense del Hospital ha emitido un informe a favor de los médicos y ni siquiera la ha examinado. Mi hija no puede hacer nada. Se pasa el día en la cama llorando y el día que está un poco menos nerviosa, se levanta y se sienta en el sillón y así día tras día», explica la madre.
A los problemas de salud tanto físicos como psicológicos se añaden los económicos. «Ahora Hacienda me pide pagar 5.000 euros porque debía haber declarado un seguro que cobré que tenía en la empresa donde trabajaba por la incapacidad absoluta y no tengo ese dinero. Estoy pagando la hipoteca de la casa y otro crédito que saqué y me temo que para poder seguir adelante voy a tener que vender el piso», manifiesta.
A Mª Carmen le ha quedado una pensión de unos 1.300 euros, que no le llegan para pagar todos los gastos. Hasta su hijo ha tenido que dejar de estudiar porque no puede pagarlo. «Si no tenemos números rojos es porque al pagar con tarjeta, los gastos no se repercuten en la cuenta hasta principios de mes, cuando ya hemos recibido la paga», asegura la madre, quien insiste en que el único capricho que ella, personalmente se da, es salir a comer algún sábado con una amiga «para despejarme», porque su pensión no llega a los 800 euros.
Mª Carmen, a pesar de que su madre está pendiente de ella, se siente muy sola, «las amigas me han dejado» y tampoco tiene la independencia suficiente para salir a la calle sola, «no puedo manejar la silla de ruedas y no me puedo permitir comprarme una eléctrica». También echa de menos a su mascota, un perro que, asegura, «se volvió loco por su situación».
«Mi vida es muy triste», declara sumida en una depresión que ha intentado atajar a través de un reconocido profesional de la psiquiatría que un benefactor le ha estado pagando, pero que ahora no puede continuar por lo que volverá a la Unidad de Salud Mental del Hospital de Requena, «no confío mucho porque no me fue muy bien al principio, pero no tengo otra opción».
Mª Carmen, que había logrado ascender en su trabajo, se ve ahora postrada casi todo el día en la cama. Intentará buscar a otro defensor para que el proceso judicial, en el que ya alberga pocas esperanzas, pueda seguir adelante. La testifical del profesional que la operó, se espera para el mes de julio.
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