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José Martínez Ruiz, más conocido como Azorín, fue un gran literato que dijo una vez aquello de, «no hay pueblo español, chico o grande, que no encierre una enseñanza». En la Comunitat tenemos un total de 542 municipios. O 542 enseñanzas, como quieran verlo. Sin embargo, el territorio valenciano podría perder muchos de esos pueblos, o como Azorín afirmó, enseñanzas. Concretamente 178, que son los municipios que se encuentran en riesgo de despoblación. Todos ellos pertenecen a zonas rurales, y podrían desaparecer en un futuro si la situación no cambia. Pese a los esfuerzos del Consell, se trata de una cifra que no para de crecer.
Un pueblo en riesgo de despoblación es aquel que ve como disminuye su número de habitantes durante un periodo prolongado de tiempo. En la Comunitat, los 178 municipios mencionados corresponden un 33% del total del territorio valenciano. O lo que es lo mismo, uno de cada tres pueblos está en riesgo de dejar de existir. Los datos, extraídos del Instituto Nacional de Estadística (INE), confirman que Castellón es la provincia más castigada con 84 municipios en riesgo, lo que corresponde a un 62% de su total. En Valencia son 65 los pueblos que podrían desaparecer, un 24% del conjunto de la provincia. Por último, en Alicante son 29, un 21% del total del territorio al sur de la Comunitat.
Para medir qué municipios se encuentran en riesgo de despoblación, el Estado marca una serie de criterios: Número de habitantes menor a 300; que la densidad de población sea menor a 20 personas por km2 o el territorio sea menor a 1 km2; que la población disminuya o se quede igual año tras año; que la tasa de crecimiento entre nacimientos y muertes menor o igual a -10%; que haya tres personas mayores o más, de 65 años, por cada 1 menor de 15 años; que el número de personas dependientes -menor de 15 o mayor de 65-, suponga un +60% del total; y que la tasa migratoria sea menor o igual a cero.
Siempre que un municipio valenciano cumpla al menos cuatro de los siete criterios, será considerado como pueblo en riesgo de despoblación. El pueblo con menos habitantes según el último censo oficial (2022), es Castell de Cabres, en la comarca del Baix Maestrat, con 20 habitantes. A este le siguen Sempere, en la Vall d'Albaida con 26; Tollos, del Comtat, con 30; Palanques en Els Ports, con 38 e Higueras, en el Alt Palància, con 46. Estos son actualmente los cinco pueblos valencianos con menos habitantes en toda la Comunitat.
Sin embargo, se debe tener en cuenta también que son pocas las ocasiones en las que el censo de un municipio coincide con el número de habitantes real del mismo. Por ejemplo, en Xodos, el censo municipal supera el centenar, aunque durante el año viven unas 60 personas, tal y como informó a LAS PROVINCIAS su alcalde, Miguel Ferrer. El mismo caso es el de Castielfabib, donde su representante Eduardo Aguilar, afirma que si el censo de la aldea de Castiel supera también los cien habitante, casi 200, durante el invierno son «como mucho» 75 vecinos.
En definitiva, la despoblación afecta sobre todo a las zonas rurales y el problema va en aumento. Según datos de la propia Generalitat Valenciana, en 2018 eran 143 municipios en riesgo de despoblación. En 2021, esta cifra ascendió a los 171 pueblos, y hoy ya nos situamos en los 178. La falta de oportunidades económicas, la ausencia de servicios básicos, o la incomunicación en muchas de estas zonas, complican mucho los intentos de las distintas administraciones por encontrar soluciones a esta problemática.
El Govern del Botànic decidió crear en 2017 la Agenda Valenciana Antidespoblament (AVANT), un plan para combatir la despoblación. Esta Agenda, además, viene secundada y trabajada por la Federación Valenciana de Municipios y Provincias (FVMP) la cual cuenta con una Oficina contra el Despoblamiento en Valencia. Esta oficina trabaja para sensibilizar en pro del compromiso colectivo por escuchar y atender los problemas reales a los cuales se enfrenta diariamente la población que reside en municipios del interior.
En este sentido, hasta ahora los esfuerzos de las administraciones por luchar contra la despoblación se han articulado en dos líneas, las económicas y las no económicas. Todas aquellas relacionadas con el impulso financiero se basa en ayudas directas en concepto de problemas de despoblación, o discriminación positiva de cara a ciertas subvenciones, es decir, un pueblo en riesgo de despoblación tiene puntos extra debido a su condición, cuando se elabore un orden de beneficiarios para tener acceso a alguna subvención.
Por otro lado, las propuestas fuera de lo económico pretenden reactivar la actividad en todas estas zonas rurales desconectadas. Son tres los proyectos que la FVMP lleva a cabo para mejorar las condiciones de estos municipios. El primero, el programa 'REVIU', trata de animar a familias jóvenes a trasladarse a pueblos cuando su actividad laboral se puede realizar por medio del teletrabajo. Por otro lado, también se les ofrece que asuman negocios de la zona a la que se les invita a vivir, o les muestran ofertas de trabajo que les puedan interesar.
Del mismo modo, el segundo proyecto, 'Itinerant', trata de visibilizar servicios básicos como peluquería, alimentación o salud, a través de una plataforma, para que vecinos de la zona puedan reservar los servicios de un profesional que se pueda organizar y atender las necesidades según demanda. Por último, FVMP también ofrece programas de educación digital para que los ciudadanos de estos pueblos no se queden atrás en el uso de las nuevas tecnologías.
Castielfabib, un municipio compuesto por cinco aldeas y situado en el Rincón de Ademuz, celebra la apertura de tres nuevos negocios que pretenden revitalizar la zona y frenar la despoblación, y se unen a aquellos que son de toda la vida y aman su lugar de origen.
Xavi y Julia son dos jóvenes en la treintena de edad que vivían en Barcelona con su hijo. Las oportunidades para emprender en la capital catalana «eran imposibles», según cuenta ella. Todos los veranos los pasan en Catielfabib porque Xavi es de ahí. «Siempre que volvíamos a Barcelona nos decíamos, ¿No nos vendremos a vivir al pueblo?», explica Julia. Con el objetivo de iniciar un proyecto propio, desde abril han creado un ultramarinos en este municipio. «Antes de llegar nosotros, los vecinos tenían que ir hasta Ademuz o Teruel para comprar», cuenta la joven. Gracias a ellos, los vecinos de este pueblo tienen un bote de leche a dos minutos de casa a pie.
Los comienzos siempre son duros, pero la pareja rebosa ilusión en su proyecto. «La gente se encierra en la mentalidad de que no hay negocio, pero damos un servicio básico a personas que antes debían desplazarse para comprar. Además, la idea es expandirnos con envíos a domicilio a otras aldeas que no tengan tienda», afirma Julia. Xavi, además, se hace cargo del chiringuito del pueblo. Durante el periodo estival, este bar es el lugar favorito de los veraneantes, situado junto a la piscina municipal. La mayoría de vecinos pasan las mañanas de vacaciones en este enclave, que gracias a Xavi puede abrir sus puertas. Con sus complicaciones logísticas, pero con muchas ganas, este joven matrimonio ha llegado a Castielfabib para quedarse. «La idea es crecer aquí, siempre hemos buscado crear nuestro propio proyecto y creemos que en Castiel lo hemos encontrado», sentencia Julia.
Pocos minutos antes de llegar a Castielfabib se encuentra el hotel rural Los Centenares, un proyecto creado en el año 2000 por ocho personas del pueblo que querían luchar por su cuenta contra la despoblación. Además se trataba de un proyecto que buscaba crear un turismo sostenible y consciente para la zona. Este 2024 Juan Clemente, Juanvi Puig y Mario Jornet han decidido reabrir este espacio coherente con su filosofía de vida. «Desde que se creó Los Centenares, era un proyecto que casa perfectamente con los valores con los que queremos trabajar nosotros», afirma Clemente.
«Buscábamos un ambiente rural, siempre mucho más amable que el ritmo y actitud hostil de las ciudades», explica Juan, y añade, «vamos a ofrecer ese servicio de hostelería con productos de aquí, sostenible, que atraiga el turismo consciente». Respecto a los miedos en su aventura por luchar contra la despoblación, Juanvi Puig lo tiene claro: «Ilusión tenemos toda la del mundo, el objetivo es ofrecer un servicio y tener calidad de vida. Eso de momento se está cumpliendo y todo merece más la pena con la respuesta de la gente de aquí».
María Belén y Catalina Martínez llevan dos meses en la aldea de Los Santos. La pareja de María Belén tiene casa en la zona y se dieron cuenta que a Los Santos le faltaba un servicio de hostelería. Por ello, las Martínez se han aventurado a la apertura del bar El Rincón. «La experiencia hasta ahora va genial, la gente nos ha recibido de maravilla, de trabajo vamos bien», comenta Catalina. «Ofrecemos servicio de comidas, e incluso celebraciones», añade María Belén. «Tenemos toda la ilusión del mundo, miedo ninguno, confiamos en que siempre habrá vecinos a los que atender».
Sin embargo, Catalina sí puntualiza un problema en estos pueblos en riesgo de despoblación. «Yo he llegado con toda la ilusión del mundo pero no hay vivienda. La gente que viene solo para verano no quiere vender su casa y los que la alquilan como saben que están contadas, me han llegado a pedir 800 euros», explica la hostelera. Las hermanas de momento viven juntas, y en su aventura, Catalina no teme por su negocio, si no por no tener donde vivir: «El problema de vivienda es evidente».
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Melchor Sáiz-Pardo y Álex Sánchez
Patricia Cabezuelo | Valencia
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