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María Asad Hernández
Viernes, 11 de agosto 2023, 01:16
Los niños tienen en verano hasta diez semanas de vacaciones. En esta época se reabre el eterno debate de si descansar de los deberes en ... estas fechas es o no positivo. Algunos expertos aseguran que pasar tantos meses fuera de las aulas sin realizar ninguna tarea no es positivo. Otros, por el contrario, opinan que los niños necesitan un descanso suficientemente largo para favorecer a su correcto desarrollo vital y creativo, aprender a aburrirse.
Uno de los argumentos que más posicionan a los padres en contra de un verano sin estudio, es que el niño pierda los conocimientos absorbidos durante el curso escolar. La pedagoga y directora del centro de psicología, pedagogía y logopedia Grisolía de Valencia, Mercedes Rodrigo, asegura que esto es una creencia errónea. De hecho, afirma que cuando se trata de olvidar lo aprendido, no tiene nada que ver con un periodo concreto del año. Los propios adultos no recuerdan a lo largo de sus vidas todo lo que un día aprendieron en el colegio. Notar diferencias entre los menores que realizan refuerzos en período vacacional y los que no los hacen, no viene dado por cómo hayan pasado las vacaciones cada uno, sino por su capacidad, opina. El nivel de retención de conocimientos o hábitos de estudio depende siempre del propio alumno y su canal de aprendizaje.
«Hay niños a los que les cuesta más. Yo tengo la suerte de que a mi hija mayor no le cuesta nada. El año pasado le compré el libro de vacaciones y apenas lo tocó», asegura Alicia Cortés, una madre valenciana sobre su hija, cuyos resultados académicos siempre han sido positivos. Sus dos hijos se encuentran apunto de pasar a cuarto de primaria y cuarto de la ESO respectivamente. Ninguno acude a academias o escoletas, aunque el pequeño sí realiza algunos deberes que le mandan desde el colegio como repaso. «A su edad, en verano hay que disfrutar. Cuando se hagan mayores no tendrán tiempo». Alicia prefiere que aprendan con actividades más lúdicas. «Mi hija está esperando que le llegue un libro, y ahora en vacaciones también va a la piscina, a jugar al fútbol, al parque».
Leticia Ferrando sí lleva a sus hijos, de siete y diez años, a escuelas de verano. Esta madre confiesa que no es en realidad porque necesiten un refuerzo, sino por una cuestión de tiempo. «En casa, los dos trabajamos, y dos niños son mucha carga para los abuelos». Además, los niños realizan cuadernillos de refuerzo en casa. Leticia asegura que nada de ello ha dejado síntomas de estrés en los pequeños, todo lo contrario. «Mis hijos necesitan realizar actividades. Sin estas clases de verano, no sabrían donde meterse del aburrimiento». Destaca lo esencial que es para un niño mantener una rutina de aprendizaje, aunque en su tiempo libre jueguen o vean la tele. «Las escuelas de verano les permite tener un horario pautado y los cuadernillos un hábito de estudio».
Para comprender mejor cómo funcionan los canales de aprendizaje, que la pedagoga relaciona con la capacidad del alumno, distingue los tipos auditivo, visual o kinestésico (mediante el movimiento). Cada niño tiene un canal de aprendizaje más desarrollado que otro. Hay muchos que no recuerdan la tarea, pero son capaces de memorizar una canción con oírla, porque aprenden de manera auditiva. Otros no comen verdura, pero llegan al comedor escolar y comen por imitación. «Todos hemos tenido una compañera que no paraba de mover la pierna. Eso ya es un canal de aprendizaje. Está sintetizando lo que ha aprendido a través del movimiento».
Los problemas afloran cuando los alumnos acuden a las aulas y se impone un mismo modelo de aprendizaje para todos. Es en ese caso, cuando aquellos que tienen un déficit en algún campo concreto deben hacer un refuerzo extra.
«Para conservar el hábito de aprendizaje, lo importante no es que hagan deberes per sé. Cualquier tipo de estimulación puede cumplir la función de un deber». La pedagoga Mercedes Rodrigo asegura que para conseguirlo se puede optar por un campamento deportivo o por una escuela de verano en la que se traten actividades de ocio, en lugar de tareas académicas. Gracias a ello, pueden conservar el hábito de estudio y la rutina. «Nosotros siempre decimos que el secreto es que se lo pasen tan bien que se olviden de que están aprendiendo».
Como la mayoría de veces estas opciones suponen un desembolso importante, la experta ofrece la idea de estimular el aprendizaje mediante el juego. Por ejemplo, estableciendo por las tardes «la hora de la lectura», un rato para realizar sudokus, o la simple acción de incluir a los niños en actividades cotidianas que les ayuden a aprender, como contar el número de fruta que hay que comprar. «No es lo mismo sentar al niño en una mesa, en pleno verano, a decirle que durante una hora va a ponerse a hacer sumas y restas, a que le digas que vais a cocinar algo. Esta actividad les llevará a pensar y calcular cantidades, pero la carga lúdica hará que no sea un tiempo pesado para ellos».
La experta recomienda además una opción un tanto criticada entre los padres: el uso de aparatos electrónicos. «Debemos darle la vuelta a la tecnología en los más pequeños para que aprendan mientras la usan, como con una aplicación de idiomas». Siguiendo estos ejemplos, se conseguirá que hagan las cosas por su propia motivación. La motivación, asegura la doctora, es siempre sinónimo de éxito educativo.
Pero este método no sólo atañe a los de escasa edad. Para los adolescentes también puede ser necesario encontrar una alternativa a los métodos de aprendizaje corrientes. Por ejemplo, un chaval de la ESO que va mal en la asignatura de inglés, acabará odiando el idioma si le llevan también en verano a una academia, «algo totalmente contraproducente», explica. Hay alternativas que ayudan al aprendizaje del inglés sin ser necesariamente académicas. Por ejemplo, si al chico o chica en cuestión le gusta la robótica, puede acudir a talleres en los que se trabaje esa actividad en inglés.
«Cabe recordar el papel de los padres en todo esto. El refuerzo académico a un niño no será necesario si una familia prepara correctamente la maleta para que sus hijos vayan solos y sean autónomos a la hora de aprender», apunta Mercedes. «A esos niños no hará falta mandarles nada en verano porque ellos mismos estimularan su aprendizaje».
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