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Domingo, 22 de julio 2018, 00:33
Es una de las paradas por excelencia de la ruta del 'terror' en la Comunitat Valenciana, situada en un municipio de la provincia de Castellón y conocida más allá de las lindes mediterráneas por el morbo que despierta lo que un día fue. Y también lo que sigue siendo.
FOTO: TXEMA RODRÍGUEZ | TEXTO: TAMARA VILLENAAunque por poco, porque las ruinas de esta fábrica de muñecas de porcelana se derrumban a un ritmo acelerado por visitas vandálicas, que han acabado de destrozar todo lo que el tiempo aún no había tocado.
FOTO: TXEMA RODRÍGUEZ | TEXTO: TAMARA VILLENAParedes derruidas que hace bastante dejaron de soportar el paso de los años, vigas que cuelgan de techos destrozados y escaleras con grietas más amplias que algunos peldaños. A este panorama se le suman cientos de moldes rotos, trozos de cerámica apilados, pintadas y hasta lo que parecen restos de sangre de algún curioso que subestimó el riesgo de adentrarse en el lugar.
FOTO: TXEMA RODRÍGUEZ | TEXTO: TAMARA VILLENANo es, desde luego, un sitio fácil de encontrar en España. Más bien propio de un guión de serie B localizado en las afueras de algún pueblo siniestro. El edificio podría protagonizar fotogramas, escenas y secuencias enteras de un filme de terror de Sam Raimi (famoso por su aterrador encanto de bajo presupuesto), sin necesidad de ningún otro tipo de aliciente: sus restos hablan por sí solos. La combinación de muñecas y porcelana es, probablemente, la más espeluznante materialización del miedo.
FOTO: TXEMA RODRÍGUEZ | TEXTO: TAMARA VILLENAHace siglos, en algunas culturas se atribuía a las muñecas un carácter espiritual, por lo que se confeccionaban con fines precisos como acompañar en el ataúd a un fallecido o despertar la fertilidad femenina. Precisamente estas intenciones místicas fueron derivando en la estigmatización cultural de estos objetos, acentuada por su uso malintencionado en rituales y cultos religiosos como el vudú.
FOTO: TXEMA RODRÍGUEZ | TEXTO: TAMARA VILLENADe entre todas las muñecas, las de porcelana llevan décadas gobernando en el reino del terror y robando el sueño a niños y adultos. Su aura escalofriante reside en la minuciosidad con la que representan la fisonomia humana, y por ello son la pura concreción del pánico para los que sufren de pediofobia, el miedo absoluto a que los muñecos cobren vida.
FOTO: TXEMA RODRÍGUEZ | TEXTO: TAMARA VILLENAEn su libro 'Lo Siniestro', Sigmund Freud ya recalcó que lo que más temor nos despierta, lo que mayor intranquilidad y perturbación nos produce, es todo aquello que está a medio camino entre lo vivo y lo muerto. Lo animado e inanimado. Lo que parece real y no lo es. Por ello, cuanto más conseguido está el objeto, más terror nos genera.
FOTO: TXEMA RODRÍGUEZ | TEXTO: TAMARA VILLENAY si por algo destacaban las muñecas de esta fábrica era precisamente por la minuciosidad de su diseño. En el edificio todavía se pueden apreciar moldes completos de algunas partes del cuerpo de los juguetes, como la cara, o el brazo, que permiten hacerse una idea del detalle con el que se construían.
FOTO: TXEMA RODRÍGUEZ | TEXTO: TAMARA VILLENACorría la década de los 70 cuando el escultor y porcelanista Ramón Inglés decide abrir, junto a su hermana Josefina, su empresa en este edificio de un municipio castellonense. Sus muñecas son el emblema de un lugar cuya tétrica historia se remonta bastante más atrás que a la creación de la fábrica.
FOTO: TXEMA RODRÍGUEZ | TEXTO: TAMARA VILLENAEs en 1408 y por concesión real, cuando se construye el Molino de los Frailes, según relata a LAS PROVINCIAS el guía oficial de turismo cultural Jose A. Planillo. El experto explica que la construcción fue fuente de disputas por el uso del agua, derivadas de la imprecisión sobre la pertenencia del Molino a uno u otro municipio, ya que su emplazamiento se encuentra justo en el límite entre dos localidades.
FOTO: TXEMA RODRÍGUEZ | TEXTO: TAMARA VILLENAEl edificio actual (o lo que queda de él) «parece datar del siglo XVI o XVII», indica Planillo. Contaba con cuatro plantas, una estructura muy transformada y con muchas ampliaciones respecto a la original.
FOTO: TXEMA RODRÍGUEZ | TEXTO: TAMARA VILLENAAún así, «mantenía la nobleza de los edificios cartujos: esquineras de buena sillería, alero, fachada decorada con pinturas, portones, amplísimas salas de techos muy altos…», detalla Jose. Características que quizá podrían seguir siendo apreciables si la dejadez institucional no permitiese que otra pieza más del patrimonio industrial y cultural valenciano se caiga a trozos.
FOTO: TXEMA RODRÍGUEZ | TEXTO: TAMARA VILLENAEn la parte trasera del edificio hay un salto de agua y lo que queda de un acueducto que pertenecía a la estructura originaria del molino. Antaño, las fachadas de la construcción contaban incluso con un reloj de sol y otro de luna.
FOTO: TXEMA RODRÍGUEZ | TEXTO: TAMARA VILLENA«Con la desamortización de mediados del XIX pasó a manos privadas. Hacia 1930 el edificio era propiedad de Don Luis Esteve, que instaló en él una fábrica de tejidos dedicada a la fabricación de géneros de algodón y venta de los mismos», reconstruye Planillo.
FOTO: TXEMA RODRÍGUEZ | TEXTO: TAMARA VILLENAUna de las leyendas que circulan sobre el lugar asegura que durante la Segunda República mataron a algunos trabajadores de la fábrica de tejidos, cuyos cadáveres fueron arrojados a uno de los pozos que hay en el patio exterior. También se dice que fue embargado por el sindicato Confederación Nacional del Trabajo (CNT) para utilizarlo como puesto de vigilancia contra el contrabando.
FOTO: TXEMA RODRÍGUEZ | TEXTO: TAMARA VILLENADurante el conflicto civil, no solo se llevaron la maquinaria de la fábrica textil a Tavernes de la Valldigna, también «se destruyó parte del edificio, incluida una capilla que pasó a utilizarse como corral de caballos», relata el guía turístico.
FOTO: TXEMA RODRÍGUEZ | TEXTO: TAMARA VILLENATras la finalización de la Guerra Civil se intentó retomar la actividad industrial, por lo que se trató de recuperar la maquinaria y se buscaron nuevos fondos.
FOTO: TXEMA RODRÍGUEZ | TEXTO: TAMARA VILLENAEn 1944 surge la nueva empresa 'Luis Domenech y Cía SL', con una plantilla de 70 trabajadores para 85 telares. Sin embargo, a finales de los sesenta, las dificultades que afectaban a la industria textil causaron su cierre entre 1970 y 1972.
FOTO: TXEMA RODRÍGUEZ | TEXTO: TAMARA VILLENAFue entonces cuando Ramón y Josefina Inglés abren su fábrica de porcelana. Por entonces ya eran dos escultores reconocidos en el sector y la fábrica funcionó a la perfección durante muchos años, en los que se constituyeron como auténticos maestros en el arte de estas figuras.
FOTO: TXEMA RODRÍGUEZ | TEXTO: TAMARA VILLENAHasta que llegaron los ochenta. Es en esta década cuando la empresa Lladró irrumpe con fuerza en la industria de la porcelana y va ganando terreno a los hermanos Inglés. La estocada final llegó el 3 de mayo de 1997, con la muerte de Ramón, que supuso el cierre definitivo de la fábrica.
FOTO: TXEMA RODRÍGUEZ | TEXTO: TAMARA VILLENATras su fallecimiento, los objetos que elaboraban en la fábrica se han convertido en joyas de porcelana: «Son piezas de decoración muy apreciadas por anticuarios y coleccionistas particulares», comenta Planillo. «Pierrots, arlequines, polinchinelas o muñecas» son algunos pedazos de arte que quedan de los hermanos Inglés.
FOTO: TXEMA RODRÍGUEZ | TEXTO: TAMARA VILLENASin embargo, en el interior del inmueble «todo quedó en su sitio», relata el guía turístico. «Maquinaria, hornos, estanterías, embalajes, mesas y sobre todo miles y miles de moldes y pruebas de figuras, piezas para montar, algunas terminadas y almacenadas», enumera Planillo.
FOTO: TXEMA RODRÍGUEZ | TEXTO: TAMARA VILLENAAños después del cierre de la fábrica, «el edificio fue vendido a una persona que pretendía rehabilitarlo para destinarlo a residencia de niños discapacitados, pero enfermó y el proyecto se quedó en el papel. A partir de ese momento el abandono fue total», cuenta Jose.
FOTO: TXEMA RODRÍGUEZ | TEXTO: TAMARA VILLENASu ubicación algo apartada del casco urbano fomentó aún más que se convirtiese en el objetivo de curiosos, grafiteros, vándalos y «amantes de lo ajeno, que desvalijaron los muebles, enseres, e incluso los moldes y figuras que allí quedaron», dice Planillo.
FOTO: TXEMA RODRÍGUEZ | TEXTO: TAMARA VILLENATambién se rumorea (no podía ser menos) que en su interior se hicieron rituales satánicos y sesiones de ouija y espiritismo que daban positivo en cacofonías. «Incluso hay quien asegura que unos días después de llevarse una cabeza de porcelana tuvo que regresar a la fábrica a devolverla, porque le pasaban cosas muy extrañas desde entonces», asegura el experto.
FOTO: TXEMA RODRÍGUEZ | TEXTO: TAMARA VILLENAPero lo peor llegó en 2014, «cuando las lluvias llevaron al desplome de la cubierta», indica Jose. En noviembre de 2016, el agua volvió sobre el edificio para echar abajo sus forjados. «Ahora tan sólo quedan en pie los muros y las fachadas, aunque con gran peligro de derrumbe», añade el especialista.
FOTO: TXEMA RODRÍGUEZ | TEXTO: TAMARA VILLENAUn estado terminal que le ha valido la catalogación oficial de edificio en ruinas. «Es un camino sin retorno hacia su deterioro total y absoluto», concluye Planillo.
FOTO: TXEMA RODRÍGUEZ | TEXTO: TAMARA VILLENAUna fábrica de sueños que cayó en la pesadilla de la protección urbanística. Más bien, de su ausencia. Un letargo que acabó en ruinas por el retraso en la aprobación del nuevo Plan General de Ordenación Urbana, en el que nunca figuró como infraestructura protegida a pesar de tener ya todas las fichas preparadas para su custodia.
FOTO: TXEMA RODRÍGUEZ | TEXTO: TAMARA VILLENALas medidas de cuidado brillaron por su ausencia y empujaron al histórico edificio de manos privadas a vandálicas, que acabaron de destrozar moldes, paredes y un patrimonio valenciano que parece no importar.
FOTO: TXEMA RODRÍGUEZ | TEXTO: TAMARA VILLENALa antigua fábrica está situada justo en el límite entre dos términos municipales castellonenses y -ahora sí- acordonada para evitar el paso por el peligroso estado de su infraestructura. Medidas tardías que ni siquiera pueden evitar que cualquiera se cuele en lo que debería seguir siendo parte de la historia industrial y cultural de la Comunitat Valenciana.
FOTO: TXEMA RODRÍGUEZ | TEXTO: TAMARA VILLENAPublicidad
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