No hay 'museo' más desconocido en Valencia. Basta con cruzar las puertas de la antigua Estación de Madera, frente al viejo cauce del Turia, para contemplarlo. En el corazón de la central de la Policía Autonómica, tras ascender por varios tramos de escaleras laberínticas con peldaños de madera, sólo una puerta te separa del tesoro. «Prohibido el paso, zona de Policía Judicial», lee el visitante. Pero los 'gurús' del museo nos franquean el acceso. Toros de Mariano Benlliure, un Sorolla, un retablo del siglo XVI, un cuadro de Ripollés, gouaches de Eusebio Sempere, un óleo de Adriaen Brouwer valorado en 65.000 euros... Por las estancias de este 'museo' han pasado en los últimos cinco años cuadros, esculturas y objetos históricos por valor de más de 150 millones de euros. Sólo hay un problema: todas las piezas son más falsas que los duros sevillanos. Estamos en el corazón del Grupo de Patrimonio Histórico de la Policía Autonómica. «Nosotros nunca nos equivocamos», enfatiza con orgullo su jefe, el subinspector Antonio López, con la garantía de que su grupo rastrea internet, salas de exposiciones, anticuarios y coleccionistas privados en busca de copias fraudulentas, pero al final son peritos, herederos de artistas, museos y universidades los que confirman la falsificación.
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«El movimiento de las falsificaciones se ha disparado con internet y las redes sociales. Y aquí manejamos las mayores cifras de España», reconoce el jefe del grupo. Bajo su placa, es toda una autoridad en Patrimonio Histórico y Artístico. Bien lo saben sus alumnos de postgrado en las Universidades de Valencia, Alicante o Castellón. De sus investigaciones en Policía Judicial sobre delitos comunes o trata de blancas, a saber distinguir que un óleo no es del siglo XVI por el artesonado que lleva en el reverso de la obra o sospechar de una creación firmada por Mariano Benlliure en 2001, cuando el artista falleció en 1947. A su lado, parapetado tras un ordenador, cabecea Rubén, otro de los tres integrantes de la unidad y licenciado en Historia.
Su experiencia y conocimientos, sus armas. Y con ellas se explica el volumen que han alcanzado las operaciones del grupo de Patrimonio. El gráfico situado junto a estas líneas lo detalla. Pero basta poner el acento en algunos datos. En 2014, cuando la unidad echó a andar, se intervino algo más de medio millar de obras, por un valor de 1,2 millones. El año pasado se superaron los 2.000 efectos intervenidos. En estos cuatro años, los agentes han sacado del mercado negro falsificaciones u objetos expoliados por valor de 167 millones.
Ha hecho falta mucha lucha. Antes si los jueces no imputaban estafa o contra la propiedad intelectual, las obras eran devueltas a sus dueños sin ninguna medida. «Muchos usaban el documento de devolución de las Fuerzas de Seguridad para reforzar su obra. Falsa, claro. A base de jurisprudencia y de hacer entender a los magistrados que el delito se perpetuaba, la tendencia ha cambiado», indica López. Ahora, o se destruye o se marca con un llamativo sello de 'falso'. La dificultad para 'expertizar' una obra, demostrar que es una burda copia, acaba devolviendo un cuadro al mercado ilícito. Así ocurrió con un Picasso que se comercializó. En 2015, López y sus chicos acabaron sacándolo de la circulación, junto a otras cuatro obras del genial pintor malagueño. Un golpe de 160 millones, el mayor éxito del grupo.
Muchos ven en las falsificaciones una máquina en serie de hacer dinero. En 2015, los agentes de Patrimonio dieron con una empresa que había descubierto la 'gallina de los huevos de oro'. Su objetivo, Mariano Benlliure, «uno de los artistas más falsificados», apunta López. La firma hacía tiradas de hasta 380 esculturas en bronce de toros a pie o yacentes, así como copas. A 2.500 euros la pieza. Un pellizco de 2,8 millones. La Policía Autonómica intervino casi medio centenar de piezas (además de dibujos y relieves) y procedió a limar la firma falsa del autor y a confiscar los moldes. Cortar el plagio de raíz y evitar que obras devueltas regresen al mercado negro. «Nos hemos encontrado con algunas que regresan a sus dueños y a los dos meses están otra vez en 'milanuncios.com'». La reforma del Código Penal es otra herramienta que ha dado más alas a la actuación policial. El artículo 270 castiga con penas de prisión de entre seis meses a cuatro años al que con ánimo de obtener un beneficio económico directo o indirecto y en perjuicio de tercero, reproduzca, plagie o distribuya arte, lo que permite actuar contra intermediarios en los chanchullos del arte, apostilla López. «Se llegan a llevar un 10% de comisión, y eso puede ser mucho dinero con las cifras que se manejan aquí».
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Hay mil y una estratagemas que usan los falsificadores para maquillar sus copias. Usar polvo de ceniza para envejecer el reverso de una obra pintada en madera es una de ellas. O emplear un soplete con el mismo fin. Es el ejemplo de la obra de Brouwer situada justo bajo estas líneas. «A los autores se les fue la mano y lo que hicieron fue quemar la pintura». A un inversor de Elche se le llegó a vender ante notario un flamante retablo del siglo XVI. Cuando el dueño fue a venderlo a una galería le miraron con cara de asombro. Le habían timado burdamente; el anverso era una especie de lámina pegada en madera y el reverso estaba mecanizado, «algo que sólo existió siglos después, era muy evidente», explica el subinspecto. Más de 30 gouaches atribuidos a Eusebio Sempere no escapó al ojo avizor de los investigadores. Un botín de 250.000 euros. «El papel era más fino que el que usaba Sempere. Un grafólogo comprobó que su firma era falsa. Y en el papel había restos de comida, algo impensable con los meticuloso que era Sempere». Un CSI contra las malas artes.
Los delincuentes no tienen escrúpulos. Son capaces de transportar un 'Picasso' falso que intentan vender por 30 millones «en una furgoneta de obra, entre escombros». Ocurrió en Benidorm. La investigación cumbre del grupo les llevó hasta Granada para desentrañar el paradero de nada menos que cuatro falsos Picasso, un bocado de 130 millones. «Ha sido el caso más difícil. Había una obra en una universidad, una en un hotel, mucha seguridad, complejo acceso», recuerda el subinspector. No faltan los consejos para sospechar de una obra. «Si nos ofrecen un Picasso por correo electrónico, no puede ser bueno». Una avalancha de documentación tampoco es un seguro que acredite la autenticidad. Informes de grafólogos, de peritos, de artistas, del papel... Superfluo. Lo fetén es la acreditación de la fundación oficial. Sin trampa ni cartón.
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LOS TESOROS FALSOS DE LA ESTACIÓN DE MADERA
La falsificación representa la carade una mujer y se comercializaba enuna galería de Madrid
Óleo sobre lienzo de la Inmaculada Concepción con Ángeles, ofertada en portales de internet
Escultura en bronce de 81 cm., copia no autorizada ofertada en una subasta de Madrid.
Fundición en bronce no autorizada y que se ofertaba en una casa de subastas de Madrid.
Otra falsificación de uno de los pintores más copiados. Se vendía por internet.
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Se intervinieron en 2017 en un yacimiento arqueológico, con tres detenidos por expolio.
Ofertado en internet, sus falsificadores lo quemaron al aplicar un soplete para fingir una burda antigüedad.
A. C., un bozal de bronce para caballo que sólo existe en el Louvre y el British Museum.
Bajo llave, en una única habitación situada junto al cuartel general de la brigada de Patrimonio Artístico, se halla un impresionante alijo de obras de arte supuestamente falsas. Sorolla, Pinazo, Benlliure, Royo, Ripollés, Segrelles, Sempere... y otro buen puñado de nombres de artistas que harían las delicias de cualquier catálogo de arte o museo. «Estas son las piezas que le encontramos a Juan Roselló». El subinspector muestra el casi centenar de cuadros (un total de 78) intervenidos el año pasado al que fuera diputado y concejal de Calp, además de afamado galerista.
El caso está aún pendiente de juicio, con las acusaciones de estafa y un delito contra la propiedad intelectual que los agentes de Patrimonio Histórico imputaron a Roselló, bajo la sospecha de querer vender la ingente cantidad de obras de arte por más de 330.000 euros. En la operación también fue arrestado un académico del mundo del arte con cuya firma dotaba de una aureola de autenticidad a las presuntas copias. Emitía un certificado de autenticidad, a 120 euros el papel, que permitía ofertarlos en una web gestionada por el exdiputado. «Es una práctica que se da a veces; expertos con problemas económicos que cobran el documento 'a peso', casi sin ver la obra», subraya el subinspector López.
En el día a día de los investigadores de Patrimonio Histórico hay mucho trabajo de despacho, pero también 'pateo'. «Denuncias nos llegan pocas, nos lo tenemos que currar». Visitas a galeristas y anticuarios («es un mundo muy cerrado»), paseos por yacimientos, revisar portales de anuncios en internet, soplos de policías locales... Hasta las campanas se roban, como tres de la famosa de la 'casa del Chavo' en Valencia (de 50 kilos de peso), u otra en la ermita de Barxell, en Alcoy. «Tienen mucha salida entre coleccionistas de Francia. Aquí igual se funden». El rastro de la capital fue el lugar de venta de una de las que acabó en territorio galo. Hasta que los enemigos de las malas artes le dieron caza.
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