
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Hay quien, luego de alguna mala experiencia, viaja con su equipaje repartido en dos maletas, de acuerdo con la siguiente lógica: si alguna de ellas ... se pierde, al menos conserva en la otra la ropa imprescindible para solventar el contratiempo y tener en su destino con qué vestirse, con qué calzarse y con qué lavarse los dientes. Hay quien supera un control del aeropuerto entregando en su bandeja un pequeño frasco con colonia de alto valor sentimental… pero que debe renunciar a él en el siguiente aeropuerto, porque los encargados de seguridad tienen sus propias normas y se lo confiscan. Hay quien nunca ha perdido su mochila en el vientre de un avión y quien persiste en extraviar sus enseres con una sospechosa frecuencia, como si se quisiera desprender de un testigo molesto… Hay tantas anécdotas al respecto como excursiones en avión. Y hay también una conclusión central: en nuestras maletas alojamos algo de nosotros mismos. Los objetos y enseres que nos identifican. Perderlos equivale a extraviar el propio yo: el botín resultante puede leerse casi como si fuera nuestra biografía.
Esta observación resulta especialmente pertinente si nos asomamos a las fotos que acompañan este reportaje: son las tomadas el 25 de noviembre durante el mercadillo organizado en Manises para sacar a la venta, con fines solidarios, los enseres perdidos en el aeropuerto vecino. Una práctica ejemplar que otorga una nueva vida a objetos como las decenas de gafas de sol que se amontonan en uno de los puestos y que conviven con otros artículos hasta ese momento resguardados en las instalaciones aeroportuarias. El Aeropuerto de Valencia cuenta con una oficina de Objetos Perdidos y Hallados, gestionada a través del Centro de Servicios Aeroportuarios de Aena, donde se preservan todos esos bienes con un plazo máximo de dos años. Durante ese periodo, «el pasajero puede reclamarlo y retirarlo», explican en el aeropuerto, luego de acreditar su propiedad mediante su identificación: una foto de verificación en caso de no ser objetos de valor, la contraseña si son portátiles o móviles (que son por cierto los objetos que con mayor frecuencia se extravían) o el comprobante de compra. «Necesitamos un medio que nos garantice que es propietario del objeto», avisan desde el aeropuerto. «Si pasados dos años los objetos no son reclamados, estos se entregan al Ayuntamiento de Manises», añaden. Ese siguiente paso tiene como destino mercadillos como los organizados por la Concejalía de Voluntariado Social de Manises, con elevado éxito: quienes acudieron a curiosear entre los tenderetes pudieron adquirir más de 2.300 productos a precios asequibles, al mismo tiempo que realizaban una acción solidaria, puesto que los beneficios conseguidos fueron a parar a asociaciones locales como Proyecto EMPAR, Asociación Voluntarios Manises, Compartimos Sonrisas, Afadima y Asociación Solidaria Manises.
Esa segunda oportunidad de hacer dichosos a los nuevos propietarios de todos esos artículos perdidos abre por lo tanto una puerta a la intriga, por partida doble. Por ejemplo: de quién serían esos tafiletos rojos y qué dama los calzará a partir de ahora. Más preguntas: por qué no los reclamó su antigua dueña. ¿Le sentarían mal o se le clavó el tacón en alguna baldosa? ¿Le traerían malos recuerdos y los condenó al purgatorio luego de perderlos?Más interrogantes. ¿Por qué abandonamos a su suerte a tantas y tantas gafas de sol? ¿Qué mal hicieron a sus propietarios los lánguidos cinturones y las mustias billeteras que salieron a la venta en Manises luego de que durmieran durante dos años el sueño de los justos? ¿Qué sentimientos despertaban entre sus dueños las chaquetas que nunca reclamaron, las americanas condenadas al olvido o esa docena de relojes que vemos en otras fotos buscando su propia resurrección en muñecas ajenas a las originales?
Todo son preguntas. Tampoco en el Aeropuerto de Valencia tienen una respuesta que arroje alguna luz a nuestra curiosa psique cuando permitimos que aquella camisa que un día nos pareció una segunda piel o el par de zapatillas que tanto nos recordaban los momentos felices en que paseamos con ella por los confines del mundo sufran tan cruel destino. «Los objetos que se registran en la oficina del Aeropuerto», se limita a contestar un portavoz de Manises, «son todos aquellos que se pierden en el recinto aeroportuario». Y añade una curiosidad: «Uno de los puntos en el que los pasajeros se dejan cosas es en el control de seguridad: por este motivo existe un procedimiento específico para que estos objetos se lleven periódicamente a la oficina de objetos perdidos, que también recibe todos los objetos que las personas (trabajadores, usuarios o pasajeros) encuentran por la terminal y deciden llevar allí».
Y siguiendo ese itinerario, el contenido perdido en tantas maletas se convierte en una corriente de solidaridad cuando sirve para procurar oxígeno financiero a entidades como las que participan en estos rastrillos. Es el caso de Proyecto Empar, que atiende a personas con discapacidad intelectual en Manises y ahora se felicita por su presencia al frente de un tenderete donde recaudó unos 800 euros por la venta de distintos artículos. Gafas de sol, por supuesto, pero también relojes, que tal vez acaben llevando a una joyería para obtener un valor superior. Y ropa, la ropa que encontraron los dirigentes de la asociación en las maletas que repartió el aeropuerto y que en su caso salió a la venta luego de un concienzudo proceso de lavado, que incluyó el descarte de las prendas más ajadas. Las que superaron ese trance recibieron una calurosa acogida: a nadie le chirriaba vestirse con unos pantalones ajenos o un jersey que perteneció a quién sabe quién. Porque como anotan desde Empar, «dónde te puedes comprar por dos euros un cinturón de marca casi nuevo o una chaqueta de Zara por cinco euros prácticamente a estrenar».
Respuesta: en el aeropuerto de Manises.
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