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Milagro en La Pardala: 60 familias salvan la vida
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Estos chalets entre el desbordado barranco del Poyo y Cumbres de Calicanto siguen incomunicados, sin luz ni agua y los vecinos piden ayuda para tener suministrosEl martes pasado, el cielo se desplomó sobre la provincia de Valencia. En pocas horas, la tormenta descargó una DANA sin precedentes que desbordó los barrancos y arroyos que cruzan la región y que ha afectado, entre otras muchas zonas, a la partida de La Pardala, un sector de chalets enclavado entre la ladera sur de la urbanización Cumbres de Calicanto y el barranco del Poyo. Durante días, más de 60 familias han quedado atrapadas en sus hogares, incomunicadas y sin acceso a servicios básicos, mientras el agua devastaba el entorno. Los vecinos, expuestos a la incertidumbre y a una situación límite, lograron salir adelante gracias a la solidaridad y a sus propios esfuerzos.
Raúl, uno de los afectados, describe el golpe de la tormenta con una claridad desgarradora: «Aquí hay muchísimos daños materiales, las estructuras y vías principales de entrada han quedado destrozadas. Estamos prácticamente incomunicados». En La Pardala, perteneciente al municipio de Torrent y ubicada en un terreno montañoso rodeado de barrancos, las familias quedaron aisladas por el desbordamiento del Poyo, que arrasó con muros, puertas y accesos, dejando a los habitantes atrapados sin salida viable y sin suministro de agua ni luz, situación que perdura a día de hoy.
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Raúl comparte la dureza de la situación: «Estamos sin agua y sin luz desde el martes. No tenemos ninguna noticia de que nos vayan a restablecer los servicios básicos ni nos han dado plazos de tiempo para solucionarlo». Señala que las canalizaciones de agua han quedado muy dañadas por lo que no tiene esperanzas de que se pueda recuperar este servicio pronto. Para muchas familias, la presencia de piscinas y pozos ha sido una suerte y se ha convertido en la única fuente para cubrir necesidades mínimas.
Con el paso de los días, la falta de suministros esenciales y medicinas ha agravado la situación de los habitantes. «Yo, por ejemplo, soy diabético, vivo con mi mujer y mi hijo y me tengo que buscar la vida para llegar a alguna farmacia y poder conseguir recursos», explica Raúl, quien, como otros vecinos, ha tenido que asumir los riesgos de salir a buscar medicamentos y alimentos en medio de caminos dañados e inestables.
La furia del agua dejó intransitable las diferentes salidas de la partida de La Pardala, y los vecinos debieron unirse para crear un acceso provisional. Sin ayuda inmediata de las autoridades y sin cobertura en los móviles para solicitar apoyo, los habitantes trabajaron juntos para cortar árboles caídos y despejar la calle principal. Lograron habilitar un camino en dirección a la parte alta de las Cumbres de Calicanto, abriéndose paso hacia una salida que, aunque precaria, se convirtió en su único vínculo con el exterior.
Eduardo, otro vecino atrapado durante días, relata el esfuerzo de los residentes para liberar la vía. «Entre los vecinos tuvimos que cortar árboles caídos para poder despejar la calle de la Pardala, que es la principal para buscar salida hacia arriba, hacia Cumbres de Calicanto», cuenta, señalando la dificultad y el riesgo de este acceso en condiciones tan extremas. Una vez despejada esa única vía de salida, los vecinos conseguían llegar este jueves al núcleo urbano de Torrent para solicitar ayuda.
La escena en La Pardala es desoladora. «La devastación se ha llevado por delante casas enteras», asegura Raúl. «Nosotros estamos en la ladera sur de la zona de Cumbres de Calicanto. Nuestros chalets están a media altura del cañón que se forma hasta llegar al barranco. Unos 100 metros más abajo de donde nosotros nos encontramos, pudimos ver cómo el desbordamiento del barranco arrancaba viviendas enteras y a la gente que pudiera estar dentro».
Para Eduardo, la experiencia fue igualmente traumática. Él y su familia acababan de mudarse a Torrent desde México hace apenas tres meses y se vieron sorprendidos por el temporal cuando salían a buscar a su hijo al colegio. «Venía de frente todo el agua. Conseguimos llegar al chalet y vimos como las carreteras se convertían en un río que traía árboles, contenedores de basura, tierra y todo tipo de desperdicios. Fue aterrador, y durante una hora no paraba de llegar el agua», recuerda. Eduardo describe cómo la corriente fue levantando todo a su paso, destruyendo árboles, arrancando el asfalto y anegando el terreno con barro y escombros. A su paso, el torrente inundó la entrada de su hogar y obligó a su familia a adaptarse a condiciones extremas.
Sin electricidad, las familias han tenido que recurrir a métodos de subsistencia poco convencionales, incluso usando las piscinas como refrigerador improvisado. Eduardo explica la preocupación por no tener un plan de recuperación de los servicios básicos: «Nos preocupa que no tenemos los servicios básicos y la compañía eléctrica no nos da respuesta de cuándo vamos a tener, por lo pronto, luz para poder encender los refrigeradores».
La comunidad de La Pardala aún espera una respuesta clara sobre cuándo y cómo podrán recuperar los servicios básicos. Aunque el Ayuntamiento de Torrent ha informado que existe un acceso viable para que la ayuda pueda llegar y señala que se está recabando información sobre las necesidades de los vecinos, los habitantes siguen enfrentándose a la falta de información y apoyo directo en un contexto de aislamiento. Los testimonios recogidos reflejan la frustración de los vecinos. Entienden que la atención se concentre en zonas más densamente pobladas, pero para ellos, una comunidad dispersa y aislada, es inevitable sentirse abandonado.
Según señalan los afectados, la ayuda del Ayuntamiento y otras autoridades locales llega a cuentagotas. La desesperación y el cansancio se reflejan en los rostros de las familias, que luchan por sostener la esperanza de que alguien los escuche y que pronto se restablezcan sus vidas. Las imágenes de los árboles arrancados, las carreteras fracturadas y los muros desmoronados, donde las casas y los chalets solían ser un símbolo de paz, contrastan ahora con un paisaje apocalíptico que parece salido de una pesadilla.
«Están focalizando todas las ayudas en los núcleos donde hay más masificación de personas, como es normal, pero estamos aquí desamparados», expresa Raúl. En esta situación crítica, la comunidad ha recurrido a la solidaridad para mantenerse unidos y sobrevivir. Raúl y su esposa organizaron un grupo de WhatsApp para coordinar el apoyo entre los vecinos, y quienes tienen la posibilidad de salir ayudan a los más mayores o a aquellos con necesidades urgentes, como los bebés que necesitan leche y pañales. Este jueves, además, pudo llegar a la zona un camión de Protección Civil con agua embotellada y suministros básicos.
La DANA dejó una profunda herida en Torrent y, especialmente, en las familias de La Pardala, quienes, aislados por días, aprendieron a valerse unos de otros y a enfrentar el desastre con los pocos recursos disponibles. En un paisaje arrasado, donde los caminos son ahora llanuras de lodo y las calles parecen desaparecer, estas 60 familias, desde bebés hasta ancianos, han resistido con una fuerza inesperada.
Aunque el acceso se ha restablecido de manera limitada y la ayuda empieza a llegar, los vecinos de La Pardala no vislumbran aún una vuelta a la normalidad. Los daños en la infraestructura y la escasez de suministros básicos son un recordatorio constante de la vulnerabilidad en la que han quedado tras el paso de la DANA. La comunidad aún permanece a la espera de respuestas claras y concretas sobre cómo y cuándo podrán reconstruir sus vidas, sobre cuándo podrán acceder de nuevo al agua potable y a la electricidad.
La tragedia que se vivió en La Pardala no solo evidencia la fuerza devastadora de la naturaleza, sino también la valentía de las personas que enfrentan el desastre con la esperanza de que su comunidad se recupere. Para ellos, la tormenta no ha terminado; cada día es un esfuerzo colectivo por encontrar un rayo de luz en medio de la destrucción.
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