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Dana Kids, en la planta baja de la Rambleta, promete un espacio seguro con actividades y pintacaras de 9 a 14 horas. IVÁN ARLANDIS

Un oasis de risas para sanar a los niños afectados

La Rambleta acoge estos días Dana Kids, una especie de guardería coordinada por voluntarios y la UPV a la que han asistido 40 pequeños de entre tres y doce años

Noelia Camacho

Valencia

Jueves, 7 de noviembre 2024, 01:06

Sólo son unas simples escaleras, pero conducen a un oasis de música y diversión tan necesarias en estos momentos de tragedia, sobre todo para los más pequeños. Es lo que separa la entrada de la Rambleta en Valencia, uno de los epicentros donde se gestiona el inmenso voluntariado que ha surgido como respuesta a la devastación en los municipios- y el espacio que acoge Dana Kids, una especie de guardería, de escuela de verano, de burbuja para que los niños de zonas afectadas y que no pueden asistir al colegio, estén unas horas -de nueve a dos- en un espacio seguro.

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Fue el pasado fin de semana cuando Rubén Gadea se ofreció a cuidar a niños pequeños cuyos padres estuvieran limpiando sus hogares, despojándolos del lodo y el barro que había anegado sus viviendas. Él se ofrecía ayudar. Pero lo que en principio fue una iniciativa personal, en pocas horas involucró a monitores, empresas y el centro cultural, cuya directora se ofreció enseguida para cederles el enclave.

«Son pequeños de zonas afectadas pero que están en Valencia con familiares, con amigos... Porque de los municipios devastados, aunque estén cerca, no pueden venir», aseguran los voluntarios

Así que bajar esas escaleras a la planta baja de Rambleta lleva a un oasis que sana, que te llena el corazón en momentos tan complicados. Una de las voluntarias, Marian, explica a LAS PROVINCIAS que desde el martes han pasado por Dana Kids unos 40 niños. «Son pequeños de zonas afectadas pero que están en Valencia con familiares, con amigos... Porque de los municipios devastados, aunque estén cerca, no pueden venir», asegura.

Durante estos días, más de 2.700 monitores se han inscrito en la iniciativa y han dado sus nombres por si les tocaba ir a ayudar. También se ha sumando la Universidad Politécnica. Así que, en ese espacio cedido por Rambleta, trabajadores y niños de edades entre los tres y los doce años, bailan, juegan, se pintan la cara, almuerzan o dibujan durante unas cuatro horas que les alejan del horror.

El corazón se llena de esperanza. «Los más mayores sí que son conscientes de lo sucedido. Los más pequeños, no tanto. Y puede que vengan cabizbajos pero a la hora ya se les escucha reír», aseguran. Todos, obviamente, no lo están viviendo de la misma manera. «El otro día vino un niño sin zapatillas. Enseguida, gracias a todas las donaciones que hay arriba, le dimos una. Pero esa es la magnitud de la tragedia, hay niños que lo han perdido todo», cuentan.

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Dana Kids no es una iniciativa surgida desde la improvisación. «Todos los monitores tienen los certificados que acreditan que no tienen antecedentes penales. Son profesionales y están muy formados. Desde el primer momento la intención es que los padres encontraran un sitio seguro para dejar a sus hijos», asegura Rubén Gadea. Y es más, a lo largo de estos días han recibido numerosas donaciones de cuadernos para pintar, de pinturas, de material escolar... Hasta se escucha decir a una de las voluntarias que en nada llegará un tráiler con más juguetes.

Afirman que tienen material de sobra, pero la solidaridad sigue desbordándose sin medida. Por ello, detrás de la zona donde juegan los pequeños, donde pintan dibujos llenos de colores y donde también realizan puzzles y bailan, hay un almacén que en cada caja desborda colaboración para ayudar a estos pequeños, para que durante unas horas, al menos, se encuentren en un oasis de felicidad que no sólo les aleje del horror sino que facilite que sus progenitores y familiares puedan seguir limpiando sus casas o yendo a comprar víveres.

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¿Hasta cuándo estará en funcionamiento Dana Kids? La primera respuesta de los voluntarios es clara: hasta que haga falta. «Ojalá llegue en día que ningún niño tenga que venir porque puede ir al colegio», afirma Gadea. No obstante, ellos están preparados para estar más días, incluso la semana que viene. Aunque la Conselleria de Educación ha anunciado este mismo miércoles que comenzará a reubicar a los niños en otros colegios. Pero ellos seguirán mientras haya un pequeño que necesite estar esas horas en Dana Kids (e incluso están pensando en expandirse a otras localidades afectadas). Además, ya piensan en un paso más: el de donar todo ese material que les ha llegado y que, previsiblemente, no utilizarán. En sus previsiones está la de llevarlo a esas escuelas que se están limpiando estos días y que, quizás, puedan retomar pronto la actividad docente.

Mientras eso llega, los pequeños bailan, se paran cuando la música deja de sonar, llevan las caras pintadas y, a la hora del almuerzo, se sientan en esas sillas diminutas para poder comerse un bocadillo. Durante unas horas, son ajenos a lo que ocurre a su alrededor, gracias a unos monitores que de forma altruista hacen que el horror se quede a un lado.

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