JOAN IGNACI CULLA
Martes, 19 de diciembre 2006, 04:47
El reinado de Isabel II oficializa la enseñanza obligatoria del español. A través de la que se denominará ley Moyano (1857), se establecen las pautas legislativas para la enseñanza en castellano, con marginación absoluta de las lenguas vernáculas.
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Es el momento de reivindicar la libertad individual y lingüística, y poner en marcha la Renaixença, que ya la había iniciado Carles Ros adelantándose a los catalanes en casi cien años, y devolver a la lengua valenciana los usos literarios cultos ligados a una conciencia nacional.
El buscar la unión y la fuerza, por parte de los escritores, frente a las lenguas del estado francés y castellano, hizo que muchos románticos, equivocadamente, llamasen lemosina al conjunto de lenguas habladas en el sur de Francia (Oc) y parte de España. Tal denominación lemosina, no contó con el beneplácito de todos, aunque por corporativismo muchos la empleasen. Es el caso de Constanti Llombart en (1883), que hace la siguente observación en el pie de la página 2: (2) Lo tema proposat al present estudi, tal com apareix en lo cartell dels Jochs Florals, diu: Profitosa influencia que la restauració de la llengua llemosina puga tindre en lo progrés provincial, sens perjuhí del nacional.
La denominació de lliteratura llemosina usada per lo cartell, nos ha posat en lo cas dadmetre una clasificacio ab la que no estém del tot conformes. Enténgase, puix, que tant en lo text com en les notes, al emplear la paraula llemosina, nos referim sempre á la lliteratura valenciana y sols per rahó historica pot emplearse aquella.
De hecho, bajo el pretexto de llamar todos llemosina al tronco común de la lengua, fue el inicio para que los catalanes, empezasen a sustituirlo, simplemente, por lengua catalana, dentro de la estrategia que ya se estaba maquinando para la unificación de las lenguas valenciana y catalana. Así lo denunciaba Teodoro Llorente, en LAS PROVINCIAS (25/8/1868), en una contestación a La Montañana de Monserrat: No tiene razón La Montaña de Monserrat al proponer que dejemos de llamar á nuestra lengua materna con el nombre que nuestros padres le han dado y que nosotros seguimos dándole ( ) Y que motivos tan poderosos existen para rechazar el adjetivo lemosín y sustituirle con otro? La Montaña parece que lo considere denigrante No encontramos el motivo de esa asimilación Sometámonos al legislador supremo de los idiomas, y con tanta razón en este caso, cuanto que habría grandes dificultades para cambiar el nombre á nuestra lengua. Consta esta de tres ramas, cada una de las cuales tiene nombre especial, lengua catalana, lengua valenciana y lengua mallorquina. ¿Cómo llamaremos al conjunto, á la matriz? La Montaña dice que le es igual que se le dé cualquiera de estos nombres, pero no usa mas que uno, lengua catalana. ¿Admitirán este nombre los valencianos y mallorquines? No, porque además de repugnarles esa supremacía que otros se atribuyen, no pueden consentir que se confunda con el dialecto catalán, el suyo, que es distinto
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Aunque otros iban más allá, y denunciaban claramente lo que se escondía bajo la denominación lemosina y preferían aclararlo. Es el caso de L. de Ontalvilla (seudónimo del retor Pascual Boronat, que redactó a instancias de Fausti Barbera, el Lenguaje de los valencianos, dentro de Conversaciones histórico-familiares acerca de la Región Valenciana, publicaba en El Abuelito (1899): La lengua valenciana, que algunos desprecian hasta el punto de llamarla dialecto, es muy semejante á la catalana, pero distinta de ella, ora se la considere histórica y lexicológicamente, ora en su aspecto filosófico Dentro de las conversaciones que se plantean en el libro, un contertulio dice: pero esa lengua literaria es el lemosín, no el valenciano; a lo que El Abuelito responde: Me parece, señor maestro, que se halla usted en un error. Algunos eruditos del siglo XVIII en su afán de ennoblecerlo todo, siguieron a Onofre Almudéver, que al editar el , escrito por Jaume Roig, apellidó lemosina la patria y la lengua del reputado médico valenciano, pero no advirtió que nuestros clásicos del siglo XV, como Ruiz de Corella, Miguel Pérez, Gazull, y otros, ya habían denominado en su nombre propio, o sea valenciana, y desconocían el de lemosín calificativo absurdo, según las apreciaciones de la crítica moderna, representada en España por Menéndez y Pelayo, por lo que se refiere a nuestra lengua
Y otros, ya sin ningún tipo de tapujos, denunciaban la auténtica suplantación lingüística, bajo la excusa del llemosi, como indicaba el maestro nacional de Xàtiva Ventura Pascual i Beltran, en su libro (1909): El catalans se riuen y yo me ric també, dels que diuen questán en llemosí certes poesías escrites en un lenguaje, que li té mes resemblanza al catalá que al valenciá quara parlem. Yo crec que tant de mal li fa al valencià eixa manera descriure tan arcaica, com la jepeta del castellanismo eixa afició al arcaisme va perdent partidaris en Catalunya, com ací, se deu pedre la manía desciure en lo que malament es diu llemosí, que no es més que català.
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