Jesús Jiménez, con una imagen que recrea el sistema de sensores que su empresa tiene dispuesto en la Estación del Norte y la plaza de toros. I. Marsilla / P. Cabezuelo

Los vigilantes de la Estación del Norte

Un equipo de ingenieros y otros profesionales, al frente de una empresa nacida en el campus de la Politècnica, asegura la buena salud de obras tan estratégicas como el túnel bajo la calle Alicante y la construcción del canal de acceso mediante un innovador sistema de sensorización

Jueves, 5 de septiembre 2024, 00:43

Si es usted una persona curiosa y pasea alguna vez por la avenida Abril Martorell, tiene que ser muy observadora para haber reparado en unos pequeños dispositivos alojados en los edificios más próximos a las obras del canal de acceso. Y se fija en ellos, ... es muy posible que no le digan nada. Ahora bien, si enfoca después la caminata hacia la Estación del Norte y mantiene la mirada sagaz, comprobará que otros artilugios de tamaño superior se hallan también adheridos al monumental edificio y a la vecina, y no menos señorial, plaza de toros. Y si, siguiendo con esta hipótesis, mantiene viva la curiosidad y gira la vista hacia los edificios de la calle Játiva enfrente del histórico coso taurino, topará con una antena que hasta hace apenas unos meses no estaba ahí: es la cúspide del sistema de vigilancia de las obras que avanzan bajo tierra, para monitorizar que la construcción del túnel de la calle Alicante no daña a ninguno de los edificios y que, en caso de aproximarse las máquinas con algún peligro para su integridad, saltarían todas las alarmas y se lograría detener su avance: un milagro donde se funde la ingeniería con el buen ojo empresarial de un grupo de emprendedores. Los encargados de monitorizar ambas obras de sendas infraestructuras clave para Valencia son una 'spin off' llamada Calsens, fundada desde el campus de la Politécnica.

Un caso de éxito con esa doble alma académica y empresarial cuyos responsables enmarcan su actividad con una etiqueta que menciona con reiteración el gerente de la empresa, Jesús Martínez, durante la entrevista en su despacho del campus: «Transferimos tecnología desde la universidad a la sociedad. Estamos a su servicio». Martínez por cierto ejerce como prueba viviente de que ese sistema de monitorización de obras funciona como se planifica en este contrato y en otros semejantes. Ingeniero Civil por la UPV, donde también imparte docencia, su dirección de correo y su terminal de Smartphone son dos de los dispositivos donde se conecta ese servicio de alertas que pone en funcionamiento un operativo para, por ejemplo, avisar a un tren que circula por una línea férrea de FGV que en un determinado puente se dan unas condiciones de viento que pueden suponer un riesgo para la infraestructura. Y la alarma sonó. «Por eso sé que el sistema funciona», sonríe Martínez, mientras relata los principales hitos de su empresa. Nacida en el año 2013 por el impulso de un grupo de profesores de la Politècnica, entiende que la razón de su éxito (un éxito que tardó en llegar pero que ahora brilla por su presencia) obedece a su ingeniosa fórmula de captación de profesionales, procedentes de dos ramas de conocimiento: de la ingeniería civil pero también de las telecomunicaciones.

Hoy, el equipo que pilota Martínez, formado por trece personas, integra también otras disciplinas, como programación y diseño, trabaja con una tecnología «puntera» después de haber acreditado ante distintos clientes y diferentes encargos la conveniencia de dotar a los megaproyectos, pero también a otros encargos a escala más contenida, de un sistema de monitorización que consiste en… «Consiste en situar una serie de sensores, de varios tamaños y propiedades, en puntos clave de las estructuras a monitorizar. ¿Con que propósito ? Pues por ejemplo, para comprobar el correcto funcionamiento durante su construcción y antes de su puesta en servicio, o porque se acometen obras en su entorno que pueden afectarles. También porque se trata de infraestructuras con muchos años en explotación o que presentan deterioros, responde Martínez. Su sello diferencial respecto a la competencia radica en un factor clave: Calsens abarca todo el espectro de la actuación en monitorización, desde el diseño de un sensor específico, a la implementación, el registro de datos y la toma de decisión. Además, Calsens trabaja principalmente con tecnología de fibra óptica «que nos una gran ventaja competitiva, porque podemos optimizar el conjunto del cableado». Y más ventajas: «La transmisión de los datos desde los sensores no emplea energía eléctrica sino luz, con lo cual no hay pérdidas de la señal, no hay tampoco interferencias electromagnéticas y se pueden utilizar en entornos en los que una chispa eléctrica puede suponer un problema.

Se trata de un modelo de medición estable que procura enormes beneficios a quienes contratan sus servicios, desde aquellos incipientes encargos que fueron ganando fama para Calsens y atrayendo el interés de otras empresas: públicas y privadas, españolas y también extranjeras. «Ahora mismo estamos por ejemplo con un proyecto en Oporto», señala. Una ascendente trayectoria que se explica a partir de una especie de big bang para su empresa y otras del ramo: cuando los responsables de acometer distintos proyectos de obra civil «vieron que había un déficit en nivel de sensores y de información». «Lo típico era eso de hago una carretera, un puente, un túnel, un edificio y me olvido durante un tiempo», prosigue Martínez, «sin estar luego pendiente de ella, de si se producen problemas que puedan afectar a la estructura, movimientos del terreno o mil contratiempos que pueden surgir, tanto en infraestructuras como en la construcción de edificios».

Distintos materiales utilizados para la monitorización de edificios por la empresa Calsens. Irene Marsilla.

Su empresa daba respuesta a esa clase de contingencias con un grado de eficacia tan alto que fue haciendo indispensables sus servicios hasta despertar el interés de las administraciones que gestionan las infraestructuras como Adif y de empresas constructoras. «Nuestros clientes», subraya, «se empiezan a dar cuenta de las ventajas que obtienen con la monitorización». Y como buen docente de la asignatura de Patología de la Construcción, esgrime un símil que funciona muy bien para explicar el contenido de sus trabajos: «Al cuerpo humano le sometemos de vez en cuando a chequeos rutinarios y eso mismo se hace con los edificios. Y está muy bien. Pero es una inspección fija y periódica mientras que la nuestra es una continua y en movimiento». «Como si nos estuviera el médico chequeando cada minuto de nuestras vidas, para alertar en caso de contratiempos o accidentes», añade. Y aporta otra observación: «Digamos que la monitorización de edificios e infraestructuras anticipa problemas y permite corregirlos antes de que se produzcan».

Su sistema, que ese hipotético y perspicaz caminante que surque Valencia podrá observar en estas dos magnas obras que ahora mismo acometen en la ciudad diferentes organismos, asegura un seguimiento «de 24-7 », enfatiza Martínez. Es decir, 24 horas, siete días a la semana. Y lo hace mediante un modelo de producción basado en el célebre menos es más: «No se trata de poner mil sensores, sino los suficientes que aporten información de calidad». Una frase por cierto que vale para el periodismo y sonríe de nuevo Martínez ante esta analogía, mientras abre el ordenador y ofrece una muestra a escala real de cómo funciona su modelo. Vemos el puente sobre la avenida Abril Martorell, señala dónde se sitúan los sensores, viaja luego con el cursor hacia la otra esquina de la pantalla y se detiene en la confluencia de las verticales sobre la plaza de toros y la Estación del Norte. Vigilados por una suerte de pararrayos desde una de las fincas vecinas, ambos monumentos pueden descansar en paz mientras progresan las obras del cañón peatonal que acomete Rover: ya se ocupa el equipo de Calsens de dormir con un ojo abierto por si hubiera algún contratiempo. «Son dos bienes de interés cultural», advierte Martínez para justificar el especial celo con que este equipo médico que pilota se asegure de la buena salud de ambos edificios. «Los sensores barren cada hora el avance de las obras y ofrecen información en tiempo real», reitera mientras maneja la lupa del ordenador y la fija sobre la imagen donde se sitúa uno de los sensores aplicados a la piel de la plaza de toros: como es un tesoro muy protegido, se necesitó un permiso especial de Patrimonio para situarlos en las juntas de mortero. Cero daños.

Miembros del multidisciplinar equipo de Calsens. Irene Marsilla.

Como cero daños es el balance de su experiencia cuidando los biorritmos y demás variables tanto de este megaproyecto como de la construcción del canal de acceso, una experiencia tan feliz que invita a pensar en su aplicación en otros proyectos. «¿Por qué no a la industria y a la energía?», se pregunta Martínez en voz alta. Es una pregunta retórica porque él mismo ofrece la respuesta: sus sensores de fibra, que miden cualquier deformación en las construcciones, funciona como una especie de «interrogador óptico» que envía a la terminal de Calsens «toda la información estructural una vez interrogado». Ideal por lo tanto para todo proceso constructivo cuyos responsables quieran alcanzar los máximos niveles de eficacia y estén dispuestos a cambio a apartar del presupuesto total de la obra el porcentaje que reclama este tipo de mediciones: entre el uno y el uno y medio por ciento del total. A cambio, obtienen un certificado de la buena salud de sus proyectos cada minuto, cada segundo. Y contribuyen, como Calsens y como la UPV, a sellar ese propósito que Martínez mencionaba al principio, durante y al final de la entrevista: poner los resultados de la investigación al servicio de la sociedad. Transferir conocimientos, en resumen. Y con un equipo hacia el que apunta la frase final de su principal responsable: «Todos somos egresados de la UPV».

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