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A todo el mundo le gusta abrir la ventana, salir al balcón en un día soleado aprovechando el excelente clima de Valencia y tener unas vistas despejadas. Pero hay viviendas en las que esa acción resulta imposible. La contaminación y el ruido de los coches a escasos metros de sus casas les obliga a vivir con todo cerrado, enclaustrados. Es lo que les ocurre a quienes tienen un piso junto a una autovía o un paso elevado. Los vehículos prácticamente se meten en el salón de casa.
Vicen vive en la avenida Peris y Valero de Valencia y desde el balcón de su tercer piso tiene a sólo siete metros de distancia el paso elevado de Giorgeta. A tiro de piedra. Los vehículos circulan prácticamente a su altura, en una de las zonas con más tráfico de la ciudad. «Los coches son muy ruidosos. Cuando abro la ventana del salón o del dormitorio me da directamente al puente», lamenta la señora. «Tengo que estar con el aire acondicionado puesto siempre porque las ventanas no se pueden abrir. Si no me llego a poner las ventanas nuevas no había forma de descansar, pero es lo que hay», asume la mujer.
En el edificio de al lado vive Salah con su mujer y sus hijos. Vinieron hace ocho años de Marruecos y no termina de acostumbrarse al ruido constante. «Cuando más afecta es en verano, que hace calor y te apetece abrir las ventanas, entonces molesta muchísimo el ruido», explica el hombre. «A las 6 de la mañana ya empiezan a pasar muchos coches y no paran en todo el día. Tienes que cerrar y poner el aire acondicionado sin parar, o bien te vas a otra habitación que de al otro lado, o directamente te vas de casa», señala. Y a eso se le suma otro problema, la suciedad que entra cada día. «Se ponen las cortinas negras, las tenemos que cambiar cada año, porque si abres las ventanas entra la contaminación. Y cuando lavamos la ropa, si tendemos aquí sale toda negra», indica. Por el momento no nota que le haya afectado a la salud pero sí admite que el ruido de los coches «se mete en el cerebro». Aun así, las dificultades para encontrar otra casa por los precios tan altos que hay le hacen continuar en esa vivienda.
Ana también ha tenido que instalar unas buenas ventanas. «Eso lo teníamos clarísimo, había que insonorizar el ruido y se nota muchísimo», apunta. «Pero en cuanto empieza a hacer calor necesitas el aire acondicionado. Las abrimos unos minutos para ventilar la casa y enseguida cerramos», explica. Porque cada minuto con la casa abierta es más contaminación que entra en la vivienda. «Cuando hace aire se nota aún más, el balcón se llena de polvo negro».
El piso era de los abuelos de su marido, que sufrieron toda la vida estos problemas. Y quizá también les afectó a la salud, pero no se atreve a asegurarlo porque no se demostró. «La abuela de mi marido tuvo problemas crónicos de respiración, puede ser que tuviera algo que ver con la contaminación pero no lo sé, al final afecta porque son muchos coches», dice la joven. Miran con optimismo el futuro por las obras del soterramiento de vías que ya están anunciadas y que permitirían quitar el paso elevado de Giorgeta que tanto les afecta a la vida. «Esperamos que con las obras se notará un cambio brutal, porque vivir con estas vistas a los coches acaba deprimiendo, es como el que tiene un edificio justo enfrente, al final te mata», destaca.
Y en las viviendas del extrarradio de Valencia y las localidades limítrofes otro de los principales focos de ruido y contaminación por el tráfico es la autovía V-30, donde se producen atascos diariamente de decenas de miles de vehículos. En la avenida del Túria de Xirivella las ventanas de los edificios están a apenas diez metros de los vehículos que circulan a 120 kilómetros por hora. Vanessa lleva cinco años sufriendo estos problemas desde la cuarta planta de su edificio. «El ruido, los mosquitos y la suciedad son constantes. En verano es insoportable, no puedes abrir porque la calcina que sale de los coches cuando pasan te ensucian toda la ropa y el suelo», comenta. De hecho la joven acaba de hacer la colada aprovechando que luce el sol. «Hay veces que aunque la hayas lavado, tienes que volver a poner la lavadora porque la contaminación te la ensucia. Y el suelo tengo que estar todos los días barriéndolo, porque sale muy negro de la autovía. Los cristales, las ventanas, todo siempre está sucio de polvo, hay que estar todo el día con la escoba y el aspirador», expone.
Tanto en Xirivella como en varias poblaciones cercanas al aeropuerto de Manises, AENA ha pagado la instalación de unas ventanas de aislamiento acústico para evitar el ruido de los aviones, que pasan muy bajos justo por su zona. A Vanessa se las colocaron hace dos meses. «Se ha notado mucho el cambio, antes no se podía estar aquí, aunque igualmente te ves obligada a estar con todo cerrado», indica. En la siguiente manzana de edificios vive Mercedes, a quien la compañía pública le puso hace casi un año esas ventanas. «Antes se oía una barbaridad, ahora ya no pero de todas formas no puedo abrir ni el balcón ni las habitaciones, tengo que funcionar con ventiladores o el aire acondicionado todo el tiempo, porque hay mucho ruido, que se mete en el cerebro», lamenta la mujer, que lleva 27 años viviendo allí.
Aunque el tráfico es muy denso por esa vía en todo momento, hay horas punta críticas, como las 8 de la mañana, las 14 y las 17 horas, cuando se colapsa la autovía. «A las dos de la tarde es insoportable estar aquí por el tráfico que hay, con los coches pitando, no se puede», explica Vanessa. «No es algo bonito asomarte y ver coches y camiones, desde luego, preferiría ver un parque. Además tienes que salir alguna vez, en verano aunque te pongas el aire, quieres tomar el sol, abrir un poco y no se puede estar. Encima hay muchísimos mosquitos», se queja la joven. Y Mercedes, aunque tras casi tres décadas ya se ha adaptado a esas incomodidades, cuenta la huella que deja la contaminación: «Las persianas todas las semanas se ponen negras y las cortinas también se notan, hay que lavarlas muy a menudo. Asomarse al balcón y ver los camiones y los coches pasar afecta, es muy molesto».
Los expertos alertan de que estas viviendas tan próximas a vías de mucho tráfico están expuestas a peligros para la salud y directamente relacionadas con enfermedades. Cristina Martínez, neumóloga y coordinadora del área de enfermedades de origen medioambiental en la Sociedad Española de Neumología, asegura: «Esa contaminación produce partículas en suspensión, que son elementos carcinógenos, causantes de cáncer de pulmón, como está reconocido por la Agencia de Investigación contra el cáncer». La especialista señala que hay estudios realizados en Los Ángeles (Estados Unidos) donde se explica que en las viviendas próximas a autopistas «los niños pueden tener un menor desarrollo de la función pulmonar y los adultos van a agudizar enfermedades, sobre todo quien tenga problemas respiratorios crónicos como asma o EPOC», indica.
Además, Martínez explica que a corto plazo esos episodios de contaminación «aumentan los síntomas en pacientes enfermos respiratorios o cardiovasculares, aumentan las hospitalizaciones y también la mortalidad», dice. «Desde luego no es deseable vivir al lado de zonas de mucho tráfico con toda esa contaminación. Y a largo plazo va a producir un deterioro de la función pulmonar cuando se está expuesto mucho tiempo, va a disminuir esperanza de vida», expresa.
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Melchor Sáiz-Pardo y Álex Sánchez
Patricia Cabezuelo | Valencia
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