HÉCTOR ESTEBAN
Domingo, 18 de mayo 2014, 01:20
«Yo saldré y entraré por la puerta, como los vivos y los muertos». La frase la pronunció Amadeo Salvo la víspera de la votación del Patronato de la Fundación, que vendió el Valencia a Lim. Salvo entró vivo al Valencia Palace y salió inmortal. A lo largo del proceso, como Lázaro, resucitó cuando ya estaba amortajado. Su peor momento, quizá, aquella maniobra que dejó al Valencia en el mes de febrero con voz pero sin voto. Se rehizo. Aquello fue fundamental para flotar. Al final, aquella propuesta que en la previa del partido del Real Madrid en Mestalla, que Salvo calificó como «barbaridad» se ha llevado el gato al agua. Pero todo esto tiene una intrahistoria.
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La última semana ha sido la clave de todo el proceso. El acuerdo de la gestora no favorecía a sus intereses. Era entrar en una guerra sin libertad para maniobrar. La ruptura, la falta de acuerdo el 12 de mayo, le dejó el campo libre para poner en marcha un plan atado con una buena guardia que, cada uno en su área, ha tejido la tela de araña de la que no han podido salir ni la Generalitat ni Bankia. La clave es que todos los que se embarcaron en la operación conocían el terreno. Los cerebros en la sombra tienen nombre y cara. La labia y el porte eran cosa de Salvo.
El viernes 9 de mayo, tres días antes de la reunión definitiva de la gestora, el plan ya estaba en marcha. Preparado para ser ejecutado. Faltaba la jugada maestra, que la gestora saltara por los aires, como así pasó. El terreno estaba abonado. El Patronato se tenía que convocar por lo civil o por lo criminal. El miércoles por la tarde, de la reunión se salió con el acuerdo: a las diez de la mañana en el Valencia Palace. No había vuelta atrás.
Las razones de Salvo, las mismas que expuso en la comisión ejecutiva del Patronato a la que acudió con voz pero sin voto, fueron contundentes. El informe de PwC, la consultora pagada por el club y la Fundación, era la garantía para apostar por Peter Lim, la mejor oferta deportiva para el Valencia. Los 700.000 euros que hay que desembolsar eran motivo suficiente para acatar la valoración de un referente a nivel internacional. Evaluación incontestable.
Los acuerdos firmados entre el Valencia y la Fundación para decidir el voto en el proceso de venta fueron el otro gran argumento del presidente del Valencia para marcar la decisión final. Oponerse a los suscrito, a eliminar la carga financiera de una institución que agonizaba con 20 millones de euros de fondos propios en negativo, era una locura difícil de explicar a la afición valencianista si no había acuerdo. Estas fueron las dos claves fundamentales para plantear el jaque a Bankia: el informe de la consultora y el consenso con el que el Valencia y la Fundación llegaron al proceso.
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Bankia, como adelantó este periódico, lanzó un torpedo para avisar de que sólo vendería a aquella oferta que presentara más dinero. Al día siguiente apuntó que el inversor que se quisiera hacer con el Valencia tendría que hablar con ellos, y el viernes le abrió las puertas del Paseo de la Castellana a Peter Lim para empezar a trazar la posibilidad de acuerdo.
El hecho de que el banco cediera en sus posiciones y aceptara negociar despertó la curiosidad de los patronos, que vieron que la cáscara de la cerrazón se podía romper.
Una vez el Patronato de cara y el banco abierto a negociar, la otra pata de la estrategia urdida la semana pasada era subir al carro a la Generalitat para que no hubiera disciplina de voto entre los patronos institucionales. Lo logró.
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La inquietud política
El miércoles 21 de mayo los populares celebran su mitin central de campaña en el Ágora. El Consell y la dirección del PP quieren un ambiente tranquilo que no se vea enturbiado por algún espontáneo del fútbol. Además la asamblea del viernes sí que generaba en la administración cierta inquietud. A dos días de las elecciones, convertir Mestalla en un estilete que se podría volver en contra del Consell y del PP no era lo más deseable.
El conseller de Hacienda, Juan Carlos Moragues, ansiaba el consenso de ayer. Si no hubiera existido, la propuesta de la Generalitat era aplazar la votación. No hizo falta. El papel de Aurelio Martínez ha sido fundamental para que imperara la cordura. Al final, Salvo, enfundado en su traje de chaqueta entallado a medida salió por la puerta, muchísimo más vivo que cuando entró, aunque al amanecer ya sabía que era ganador. La guinda era lograr la unanimidad. El presidente ha sabido jugar en el tablero, con peones, alfiles y caballos en movimientos exactos y estudiados. El miércoles, LAS PROVINCIAS, calificó de jaque la maniobra del presidente. Ayer fue, jaque mate... a la espera de Bankia y el protectorado de Fundaciones.
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