TONI CALERO
Domingo, 25 de enero 2015, 00:19
«Mañana a las diez y media quiere pasar Peter Lim a ver a tu hermano. Si estás despierta, llámame. Si no, hablamos por la mañana». El mensaje de texto llegó casi a la una de la madrugada del día de Reyes. Luis Cervera, director general del Valencia, avisó a Maria Ángeles de que Serreta, su hermano, iba a recibir una visita un tanto especial a la mañana siguiente. «No dije nada porque era tarde y el compañero de habitación de Vicente era un forofo del fútbol, se habría vuelto loco», recuerda. María Ángeles habló con Cervera para confirmar hora y detalles y luego descolgó el teléfono otra vez para explicárselo a la familia. No la creían.
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En el pasillo donde Vicente Navarro 'Serreta' llevaba dos días ingresado, el ir y venir de personajes relacionados con el mundo de fútbol era ya una constante. Tan sólo 24 horas antes de la «cariñosa» visita de Lim, Amadeo Salvo y Lay Hoon compartieron algo más de media hora con el utillero que había encogido el corazón del valencianismo en un entrenamiento previo al Valencia-Real Madrid. «No recuerdo nada. Estaba al lado de la portería, se me fue la vista, torcí la boca y adiós. Lo primero que recuerdo es, ya en la ambulancia, cómo me preguntaban de dónde era. Les respondí. Ahí estaba consciente», se explica Serreta.
Un buen rato antes -el Samu tardó lo suyo en salir de la ciudad deportiva de Paterna porque coincidió que el entrenamiento era de puertas abierta- los jugadores del Valencia se exprimían pensando en el partido contra el líder cuando los gritos del público les alertó. Los primeros en actuar fueron Nico Otamendi y Lucas Orban. «Me han dicho que les mordí», cuenta de oídas Serreta. «Y también a Juan Albors». Los dos jugadores y el jefe de los servicios médicos sufrieron pequeñas heridas al intervenir por el ataque epiléptico que sufrió el utillero, que está a punto de cumplir 62 años.
Jordí Sorlí, recuperador del primer equipo, fue el que dio la noticia a Maria Ángeles. «Posiblemente se trate de un derrame cerebral», le dijo de forma escueta antes de que se fuera a toda velocidad hacia el Arnau de Vilanova. Pero no. Una infección en el implante que colocaron a Serreta el 6 de noviembre para corregir su «temblor esencial» había sido la causante del desplome. La situación se agravó. Y poco después de llegar al hospital, entró en coma. Inmediatamente llegaron Albors, el médico Luis Silvestre, Txemanu, 'jefe' de todo lo que se cuece en el vestuario. y Luis Cervera.
Serreta aguantó. «Lleva ya catorce operaciones», intercede Maria Ángeles. La penúltima había salido genial, en principio. Pero el episodio del desplome provocó que a Serreta le quitaran el implante, por lo que tendrá que paliar con medicamentos el temblor de la mano. «No piso otro quirófano para que me 'toquen' la cabeza», afirma con rotundidad Serreta.
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Ni se esperaban volver a empezar, ni tampoco todo lo que llegó después. Primero, las palabras de Nuno en la previa ante el Real Madrid. «Le queremos dedicar el triunfo a Serreta». Luego, los gestos de Mestalla, la pancarta en la Grada Sur y las innumerables llamadas que ha recibido él y su hermana, «hasta de Holanda y Argentina». Le emocionó hasta el llanto casi cada visita, pero de la de un expresidente habla de forma especial. «Justo después del Valencia-Real Madrid se presenta Jaume Ortí, grandísimo. Se hizo fotos con toda la planta, estuvo con nosotros mucho rato. no hay palabras para describir todo lo que hizo», asegura Serreta, que lleva «casi 40 años» en el Valencia.
Después de la sorpresa de Ortí y de otras como la visita del padre de Silva -fue encargado de seguridad de la ciudad deportiva de Paterna- o Manolo Macià, ya prácticamente todo el mundo en el hospital se preguntaba: «¿Quién estará en esa habitación que entra tanta gente?». Luis Cervera fue el interlocutor del club con la familia del utillero y fue él quien pidió a María Ángeles un poco de discreción para preparar la visita de Lay Hoon y Salvo. «Besó a Vicente, lo abrazó, estuvo muy simpática, pero muy puesta en su sitio», recuerda María Ángeles sobre la presidenta del club. Salvo ejerció de traductor y, cosas de la tierra, la conversación estuvo a punto de acabar en valenciano. La sigilosa entrada de Hoon y Salvo se quebró en cuanto los pacientes y familiares les reconocieron. Y la visita acabó convirtiéndose en poco menos que en una sesión de fotos y autógrafos.
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Con Lim, paradójicamente, no hubo tiempo para tantas atenciones. El dueño del club, junto a su esposa, Salvo y Cervera, acudieron «muy puntuales» a visitar a Serreta. «Se formó un poco de jaleo abajo porque había un cámara y un par de fotógrafos y pensamos: ya está aquí». Nada de frialdad. «La mujer de Lim fue muy amable y él también. Se preocuparon por los detalles y le dijeron que pronto le verían por Paterna o Mestalla», explica Maria Ángeles. Serreta, tranquilo y en un clima distendido, le pidió a Salvo que le tradujera: «Señor Lim, yo soy el que revoluciono el vestuario». La frase que precedió al regalo -una exclusiva corbata- que el dueño del Valencia le entregó al utillero.
Faltaba por contar el momento más feliz de Serreta en esos catorce días ingresado. El 'toc toc' en la puerta de Miguel Ángel Angulo, mucho más que un exjugador para el utillero. De hecho, a la boda del asturiano -ahora entrenador de la cantera- no faltó Serreta. Con la sonrisa puesta, se evade el utillero contando anécdotas de Angulo. De Rafa Benítez. Y lo hace con la sensación de que aún le quedan muchos secretos de vestuario que guardar.
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