Héctor Esteban
Jueves, 4 de junio 2015, 20:45
En el verano de 1997, Jorge Mendes aterrizó en la ciudad deportiva del Valencia junto a un paisano fibroso y huesudo llamado Costinha. Un centrocampista mulato que aspiraba a formar parte de la plantilla de Jorge Valdano, uno de los fuegos artificiales más sobrevalorado de los últimos tiempos. Mendes, el amigo de Peter Lim, la sombra más alargada del fútbol mundial, se presentó en Paterna con unos tejanos rotos, un peinado de incomprensible estilismo y con el dinero justo para pernoctar en el Posadas de España, a tiro de piedra de los campos de entrenamiento. Aquellos que le recibieron recuerdan que el perfil no tenía nada que ver con el traje entallado de ahora. Apareció con la pinta de un recogevasos de la discoteca Alfándega, la suya, en cuya barra se empezó a escribir la historia del agente. El lugar donde se cerraron los futuros contratos con sueños de éxito y cuentas corrientes sosegadas. Primero fue la palabra, y después la promesa rubricada en un papel. Nuno Espirito Santo, furtivo en un hotel gallego, puede dar fe de ello.
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Aquellos tiempos, de finales del siglo pasado, sirvieron para hacer los cimientos de Gestifute, la empresa de representación de futbolistas más importante del mundo. Tras colocar a Nuno, su amigo y hoy entrenador del Valencia, como portero en el Deportivo de Lendoiro, Mendes trataba de subir un peldaño con Costinha. Un jugador rescatado de la Tercera División lusa y que tras hacer la mili en el Nacional de Madeira, buscó hacer carrera fuera de casa. El Valencia era el equipo ideal para Mendes. Para subir el caché.
En el despacho de Roig
Costinha estuvo en el despacho de Paco Roig, que todavía hoy recuerda a Mendes. Por aquel capítulo y por la inconclusa alianza con el luso después de entrar con el 38% en el accionariado del Hércules. El huesudo mediocentro luso al final no se quedó. Demasiada prosa para el soneto de Valdano y Jesús Martínez, poetas del humo. El Mónaco, donde todavía hoy Mendes mece la cuna al calor de los rublos, fue el trampolín de Costinha y el suyo propio.
Esta semana, el presidente ejecutivo del Valencia, Amadeo Salvo, se atrevió a decir que Jorge Mendes no era nadie en el club de Mestalla. Una osadía. Un exceso verbal para los que bucean entre líneas. No tiene cargo físico aunque sí en espíritu. Mendes no sólo pinta sino que es el delineante de este nuevo Valencia con el beneplácito de Peter Lim. El caso Otamendi, una patata caliente, que servirá para ajustar roles. Para saber quién manda, quién influye. Será más que una venta. Que nadie se la juegue a Mendes, como sabe Joao Pereira.
El libro "La clave Mendes. Todos los secretos del mejor agente de fútbol del mundo" (La esfera de los libros, 2015), escrito por los periodistas Miguel Cuesta y Jonathan Sánchez, desnuda la influencia de Mendes en el Valencia. Es un trabajo muy amplio, plagado de testimonios, pero que ayuda a entender los nuevos tiempos. Todos los secundarios que testifican en el libro -obviamente todo gira alrededor de Mendes- rinden pleitesía al portugués. Al mesiánico agente, que puede elevar o destruir un club en tan sólo una temporada. La devoción se mide en grados, incluso en las formas, pero no hay si una sola crítica a su figura.
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El halago como nexo
En ese libro se entrecruzan las opiniones del dueño, Peter Lim; del presidente ejecutivo, Amadeo Salvo, y del entrenador y amigo, Nuno Espirito Santo. Incluso la de Luis Felipe Vieira, el mandamás del Benfica, al que el Valencia -aquí cabe también Meriton- ha inyectado 85 millones de euros en el último año. No para hacer rico a las águilas portuguesas, sino para salvarlo de la ruina. El Benfica, según la Comisión del Mercado de Valores portuguesa, ha cerrado el ejercicio con 14 millones de euros de beneficio. Algo tendrá que ver el Valencia y Mendes. "Tengo con él, y sé que es algo recíproco, una conexión que traspasa en mucho una mera relación profesional. Con él no puede haber papeles firmados, basta la palabra", señala Luis Felipe Vieira en "La clave Mendes".
Durante los últimos meses, el Valencia ha pagado 25 millones de euros por el argentino Enzo Pérez. Un jugador por el que se suspiraba desde el pasado verano. La duda es si por ese precio no se podría haber aspirado a otro futbolista sin necesidad de morir en el Benfica. Los 15 millones por Joao Cancelo, un lateral con futuro pero todavía en pañales, también estaban fuera de mercado. Antes, los 30 millones de Rodrigo han hecho al jugador caro tras su primera temporada y sólo el acierto de André Gomes, por el que se apostó sin quitar el papel de regalo, salva la papeleta. Traspasos y gestiones a la sombra de Jorge Mendes.
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El pulso de Otamendi al club, con miras a Manchester donde el agente luso tiene la obligación de contentar a Old Trafford tras las pifias de Di María y Falcao, ha puesto en alerta a Amadeo Salvo, que quizá haya lanzado un órdago precipitado al asegurar que el central no dejará Mestalla por un euro menos de los 50 millones que marca la cláusula.
Salvo, y hay que insistir, subrayó que Mendes no era nadie en el Valencia. El luso, no hay que olvidarlo, dibujó el futuro club de Lim en la sede de la empresa familiar del presidente ejecutivo el pasado verano. Mientras Pizzi se tomaba una caña en un chiringuito de la playa de la Patacona, en el parque tecnológico de Paterna se decidía el futuro al margen del técnico argentino. Nuno, a los dos minutos de la votación por unanimidad a favor de la venta a Lim en el hotel Valencia Palace el 17 de mayo de 2014, sabía que ocuparía el banquillo valencianista. Se lo dijo Mendes. Lo cuenta Nuno en ese libro, cuya presentación en Madrid estuvo acompañada por Salvo, para agradecer la labor de ese portugués que, presuntamente, no pinta nada en el club.
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El exdirector deportivo del Valencia Braulio Vázquez fue el que llevó a Amadeo Salvo a casa de Mendes. "Jorge Mendes es un colaborador muy especial que nos ha ayudado mucho en el proceso de venta del club... Jorge es muy noble, nunca te va a engañar, trabaja más que ninguno", son algunas de las frases que el presidente ejecutivo del Valencia traslada a los autores del libro para que perfilen la exitosa figura del ídolo.
Desde el día de la venta del Valencia a Peter Lim, Mendes abandonó la parte trasera del telón para mostrarse en sociedad. En la valenciana como una pieza más del engranaje de Meriton. Acomodado en una de las suites del Westin, el centro de operaciones del dueño de Singapur. El día de la visita a Mestalla del Real Madrid, con amigos y protegidos en ambos equipos, Sandra Mendes, una llamativa señora de larga melena anaranjada, esperaba junto a una furgoneta de lunas tintadas la llegada de su esposo, de Jorge, un tipo pegado a un teléfono móvil. Sandra, una esposa paciente, comprensiva con un ritmo de vida al que seguro nunca nadie se puede acostumbrar. Durante los últimos tiempos se ha rumoreado la venta de una parte de Gestifute a un grupo de inversión. Mendes también es humano. Echa de menos a la familia. Ya lo dice Peter Lim, el amigo, en el mismo libro: "Pobre Sandra...".
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El magnate de Singapur adora al agente. "Cuando te conocí no me gustaste, pero ahora que te conozco mejor sé que eres una persona maravillosa... Me ha hecho vivir momentos que me han encantado y por eso quiero a Jorge. Por su brillantez y por su humor, por su honestidad y por su inquebrantable lealtad. Y por ser un amigo sin precio". Palabra de Lim. Al Valencia se le abre un futuro de Champions, fase previa mediante, con un pastel donde la nata económica se multiplicará. Mendes, que puede hacer equipos con Falcaos y Micaeles -una dupla que llevó al Atlético y que el segundo colaboró en el descenso del Zaragoza en forma de cesión-, ha dibujado los planos que hay encima de la mesa. Salvo aseguró que el agente nunca trataría de engañar a su amigo Lim, del que dicen que es muy largo. Sería un signo de lealtad. El Valencia no puede vivir a espaldas de Mendes, el agente que domina el mundo del fútbol. El problema es que el pago de Cancelo, 15 millones fuera de mercado, genera dudas. Especialmente cuando se cierra sin contar con Rufete.
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