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Muere Fernando Barrachina: el muro de Di Stéfano se apaga
FÚTBOL | VALENCIA CF

Muere Fernando Barrachina: el muro de Di Stéfano se apaga

El defensa granadino defendió la camiseta del Valencia durante siete temporadas y sus compañeros destacan de él su nobleza y bondad

JUAN CARLOS VILLENA

Lunes, 4 de enero 2016, 23:33

«Era tan grande en altura como lo era como persona», la frase es la más repetida al otro lado del teléfono por parte de todos los compañeros de Fernando Barrachina, que falleció ayer a los 68 años tras no superar una grave enfermedad. El defensa granadino, con sus 184 centímetros, fue un cerrojo para la zaga del Valencia durante siete temporadas (1969-1976). Una generación que quedó marcada por la Liga del 71, en aquella memorable tarde en Sarriá un 18 de abril. Barrachina se convirtió con el paso del tiempo en un muro para Di Stéfano. En las dos últimas temporadas del genio argentino en el banquillo de Mestalla, aquel defensa contundente se convirtió en fijo. En un seguro. Su humildad en el trabajo le recompensó con ese sueño que buscaba desde que llegó a tierras valencianas con 22 años, triunfar en uno de los grandes del fútbol español.

El funeral por el alma de Fernando Barrachina se celebrará hoy a partir de las doce en el Parque de la Paz. Ayer, un goteo constante de excompañeros y amigos quiso acompañar a su mujer y a sus dos hijas. También el recuerdo llegó a las redes sociales, donde Mario Kempes expresó su pesar por la pérdida «de un gran compañero y un buen amigo». Su esposa, Mari Luz, fue la razón por la que fijó su residencia en la ciudad del Turia una vez colgadas las botas tras su paso por el Cádiz. Los vecinos del barrio de El Botánico aún recuerdan a aquel hombre apuesto que se dejaba ver por la Calle Borrull de la mano de la que se convertiría en su pareja. Esa sencillez y discrección con la que vivía su día a día ha sido una de las máximas de su personalidad. Fernando nunca podrá realizar uno de los deseos que expresó en Serra a un amigo, escribir un libro con sus memorias en el fútbol para poder contarlo todo, lo que la gente sabe y también lo que permanece en el anonimato. En los últimos años, su vinculación con los medios de comunicación fue importante, realizando labores de comentarista con la misma pasión con la que se empleaba sobre el césped.

«Se me ha ido un buen amigo, una persona muy cariñosa y afectiva». Juan Cruz Sol no pudo esconder ayer la emoción al recordar al que fue su compañero durante seis temporadas en el Valencia, puesto que después del fútbol esa relación no sólo no se rompió sino que se selló con la amistad: «Siempre ha sido una persona de buen corazón y con buenos sentimientos. Tan sólo viéndole la planta se podía percibir que era un bonachón».

El vasco recuerda aquella línea defensiva, donde además de con Barrachina formó un bloque junto a Antón o Anibal. «Fernando era un jugador que iba muy fuerte de cabeza, tenía una fuerza y una potencia descomunal para aquella época», evoca Sol antes de esbozar una sonrisa cuando se le recuerda la gran fecha, aquella tarde que acabó con el estadio del Espanyol invadido por miles de valencianistas que celebraron la Liga del 71. Una de las imágenes que simbolizó aquel título fue la de Di Stéfano girado a la grada y preguntando si por la radio confirmaban que el Barcelona había empatado en Madrid, un resultado que le daba al Valencia el título pese a perder su partido. El jugador que estaba junto al técnico era Barrachina: «Entonces no existía la autopista y volvimos a Valencia por la carretera nacional. Paramos en casi todos los pueblos porque aquel título fue algo impresionante para la afición. Fernando comprobó entonces lo grande que era nuestra afición. Ese viaje eterno de vuelta a casa no se me olvidará nunca».

El granadino fue un central contundente pero siempre dentro de los límites del reglamento. Así lo atestiguan sus 17 amarillas en 242 partidos entre Primera y Segunda, con las camisetas del Granada, el Valencia y el Cádiz. Tampoco era goleador, aunque uno de los cuatro que marcó en competición nacional casi le cuesta el físico. El 30 de enero de 1972, Barrachina ayudó a la goleada a Las Palmas por 4-0, rematando de cabeza el balón entre las botas de dos defensas del conjunto canario. Abelardo era entonces el portero del Valencia. «Ese día fue el símbolo perfecto de lo que era, un hombre que iba con todo y que no se escondía», recuerda el asturiano, que destaca la sencillez del andaluz: «Cada vez que te veía, aunque hubiera pasado poco tiempo desde la última vez, te daba un abrazo. Nunca le vi tener problemas con ningún compañero».

Fernando Barrachina vistió una vez la camiseta de España, en octubre de 1969 contra Finlandia. Siempre estuvo dispuesto a ayudar cuando se le requirió, tanto desde la Agrupación de Peñas como desde la Asociación de Jugadores. Será recordado por los que le conocieron por su carisma, sencillez y personalidad.

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