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T. CALERO
Jueves, 11 de agosto 2016, 00:23
Iba cambiando el paisaje, pero Españeta siempre estaba ahí. Celebró la Liga de Di Stéfano, derramó lágrimas con el descenso a Segunda División y vio cómo su Valencia se metía de lleno entre los grandes de Europa después de aquella final en la Cartuja que cambió la historia del club para siempre. Llegaron las Ligas de la era Benítez, luego Quique, Emery... y el guardián del vestuario seguía siendo el mismo: Bernardo España, 'Españeta'. Una figura imprescindible de puertas hacia dentro cuyo legado y dedicación le fueron convirtiendo en una leyenda para el valencianismo. «Voy al médico y le digo: 'vengo a que me reconozca'. Y el médico me contesta: 'ya le he reconocido, usted es Españeta», cuenta sonriente el utillero, que se jubila después de 55 años en la institución.
Sólo en los últimos tiempos han ido desfilando centenares de futbolistas y prácticamente ninguno consiguió arrancar los mismos aplausos que Españeta. Presentación tras presentación. Naranja a naranja. El club anunció ayer oficialmente la jubilación del utillero, nacido en Valencia en 1938, y el sábado tendrá su merecido homenaje en Mestalla. Ya recibió a finales de 2014 la Insignia de Oro y Brillantes del club y ahora se le entregará una placa conmemorativa mientras el público le tribute la enésima ovación, ésta sí, con aires de despedida.
«El Valencia Club de Fútbol se lleva en la sangre. He sido el tío más feliz del mundo aquí. He nacido para vivir y morir por el Valencia», explica Españeta. En los últimos años, el utillero había rebajado el ritmo de trabajo, pero seguía acudiendo cada día a la ciudad deportiva de Paterna. Y allí bromeaba con los futbolistas, ayudaba en todo cuanto podía, estampaba la firma de la plantilla en los balones y camisetas... A Españeta le ha dado tiempo hasta para ver cómo el Valencia pasaba a manos extranjeras. Él, que inmediatamente después de sufrir un accidente de moto culpable de truncar su carrera como jugador, tiró de ingenio para meterse en el club de recogepelotas. Lo primero que pudo. «He visto construir este estadio prácticamente», dice para referirse a Mestalla. «He visto sillas de mimbre en tribuna y la ropa la metíamos en el lavadero para tenerla lista al día siguiente», apunta Españeta. «Pues no he pegado yo tacos...», culmina.
Pepe de los Santos, ATS del Valencia y otro histórico que ya tiene en su poder la Insignia de Oro y Brillantes, siempre contesta lo mismo cuando se le preguntan por las anécdotas más jugosas de su trayectoria. «Si yo hablara...», repite casi como un mantra. Pero no habla. Nunca. Él y Españeta han ido coleccionando historias y confidentes dentro del vestuario. Para Españeta, nunca habrá otro como Mario Alberto Kempes. «Era como un hermano. Los días de partido hacíamos apuestas. Él tiraba desde un córner al túnel y lo tenia que parar con el pie. Si tiraba mal pagaba él y si tiraba bien la mayoría de veces también ganaba yo», recuerda el utillero. A miles de kilómetros de Valencia, Kempes recordó la figura de Españeta: «Hoy se retira una de las verdaderas figuras del Valencia. Mi gran compañero y amigo Españeta. Gracias por todo y un gran abrazo».
En el imaginario valencianista está grabada la imagen de Españeta junto a Kempes y Maradona en Mestalla. Pero hay más: una del utillero abrazando a Baraja y Albelda después de que el vallisoletano marcara el 2-1 al Espanyol; otra cantando desde el balcón del Ayuntamiento para celebrar la Liga de 2002. Ahí salta Españeta flanqueado por Jaume Ortí y Rita Barberá. Los tiempos del mejor Valencia de la historia. «Un monstruo, Carboni», señala sobre uno de los protagonistas de la época. Ayer, varios de los integrantes de ese vestuario escribieron en las redes sociales para recordar la figura de Españeta. En realidad, todo el fútbol español dedicó palabras cariñosas al utillero. Entre el valencianismo, se creó un movimiento para cambiar el nombre del Trofeo Naranja por el de Trofeo Bernardo Españeta. Fue tendencia en España.
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