PACO LLORET
Sábado, 29 de octubre 2016, 00:29
El fichaje estrella del fútbol español en el verano de 1972 fue el de Manolete por el Valencia. Aquel iba a ser el último ejercicio con las fronteras cerradas por orden de las autoridades deportivas. Los equipos sólo podían reforzar sus plantillas con futbolistas españoles o sudamericanos de ascendencia hispana, los célebres oriundos estaban a la orden del día. Valdez y Adorno habían aterrizado por Mestalla, sucesivamente, en los años anteriores. Un poco antes lo había hecho el paraguayo Aníbal. Después de rozar la gloria en Liga y en Copa, subcampeón en ambos torneos en la campaña 71-72, el Valencia quiso potenciar su equipo con la incorporación de un centrocampista gallego que destacaba de forma poderosa en el Deportivo de La Coruña. Su nombre era Manuel Ríos Quintanilla, pero futbolísticamente era conocido como 'Manolete', un alias de claras connotaciones taurinas, que evocaba la legendaria figura de la tauromaquia corneado mortalmente en Linares.
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Para algunos aquel nombre desprendía mal fario. Los supersticiosos no tardaron en tener motivos para justificar sus temores. Manolete sucumbió a las lesiones nada más llegar al Valencia. Apenas pudo jugar y se convirtió en un jugador desconocido para la grada. Un caso paradigmático de mala suerte. Los técnicos buscaban en el futbolista gallego un recambio de garantías para Paquito, el legendario capitán, que dejaba la plantilla profesional para reforzar al Mestalla que actuaba en Segunda División. La medular valencianista clásica de esa temporada era la integrada por Claramunt, Lico y Adorno. El valenciano era el director de la orquesta, mientras que Lico desempeñaba el papel de incansable peón de brega. Adorno ponía el contrapunto con su exquisitez. Pero hacía falta un cuarto solista de garantías. Ese era Manolete, una síntesis perfecta de esfuerzo y técnica, discreto pero eficaz y constante. El complemento ideal para un equipo que estaba llamado a competir al máximo en tres frentes: Liga, Copa y que, por añadidura, iba a debutar en la Copa de la UEFA.
La contratación de Manolete no resultó sencilla. Las negociaciones entre ambos clubes se alargaron más de lo previsto. Hubo un tira y afloja porque su cotización se había disparado. A mediados de agosto se cerró la incorporación, circunstancia que le impidió disputar el Trofeo Naranja que reunió junto a los anfitriones a dos de los mejores equipos europeos del momento: el Bayern de Múnich y el Feyenoord de Rotterdam. Manolete no pudo tener peor estreno: se lesionó en el primer entrenamiento y, por esa razón, tampoco participó días después en el Trofeo Colombino de Huelva. Se trataba de un jugador más que hecho, de 27 años, con ocho temporadas a sus espaldas en el Coruña -como se conocía en aquella época al Deportivo- un equipo ascensor que bajó tres veces a Segunda para subir inmediatamente en el siguiente ejercicio, y que ya había debutado con la selección española. Su llegada al Valencia se consideraba como una apuesta segura. La campaña anterior había jugado todos los partidos con los de Riazor, titular siempre, y sin ser sustituido en ningún encuentro. Un ejemplo de máxima regularidad.
A Manolete lo conocía bien Sánchez Lage, segundo entrenador de Alfredo di Stéfano, y que había sido compañero suyo en las filas deportivistas antes de retirarse. También Carlos Pellicer, delantero del Valencia, otro exponente de infortunio por culpa de las lesiones, había compartido vestuario con él. Pero Manolete se postuló con un golazo en Mestalla la campaña anterior a su fichaje. Aquel partido dio mucho que hablar. Bajo una lluvia torrencial, los coruñeses se adelantaron en el marcador para desencanto de una afición que sabía que su equipo se podía poner líder si obtenía el triunfo, puesto que el Real Madrid había perdido en el Insular ante la UD Las Palmas la noche anterior. El Valencia se lanzó envalentonado al ataque pero no aprovechó las numerosas oportunidades hasta que en la recta final Jesús Martínez logró con un disparo providencial desde fuera del área la igualada definitiva.
El debut de Manolete con el Valencia y su único partido de verdad tuvo lugar en la primera jornada de la temporada 72-73. En el Vicente Calderón se enfrentaban los dos últimos finalistas de la Copa. El Atlético se adelantó muy pronto con un tanto de Luis Aragonés, pero las huestes de Di Stéfano protagonizaron una espectacular remontada con dos tantos de Quino y otro de Adorno y terminaron venciendo por 1-3. El entusiasmo se disparó entre el valencianismo porque una semana después Mestalla recibía al Barça. Esa noche se quebró Manolete para siempre. Una dura entrada de Torres le produjo una lesión en la clavícula y hubo de ser sustituido. Minutos antes había marcado un gol que el árbitro había anulado erróneamente por un supuesto fuera de juego. Su reaparición se produjo un mes después en Belgrado ante el Estrella Roja, pero ya no era el mismo, como se demostró en el duelo liguero ante el Real Madrid, en Mestalla. La lesión le obligó a jugar de forma intermitente y estuvo muchos meses en el dique seco. Tan solo disputó siete partidos de Liga. El Valencia lo cedió un año después al Hércules y en Alicante contribuyó al ascenso a Primera antes de colgar definitivamente las botas.
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