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El Valencia ganó al Real Madrid en el partido de la infamia (por los impresentables que profirieron gritos racistas contra Vinícius y por las consecuencias letales orquestadas desde Madrid) y todo parecía hecho. Ya nada puede pasar, y más cuando detrás aparecen el Mallorca y el Espanyol. ¿Cómo el Valencia, el gran Valencia, el bronco y copero Valencia, el centenario Valencia, no va a conseguir al menos una victoria? Pues ni una ni dos. Ninguna. Un mísero empate frente al conjunto blanquiazul en el minuto 93. Y derrota clarísima en Mallorca. Hay veces que te da que pensar. La consecuencia es que matemáticamente todavía no está salvado. La cábala para que el equipo de Mestalla caiga al pozo es casi imposible, pero cosas más raras se han visto.
Valencia CF
2
-
2
RCD Espanyol
Hasta seis equipos pelean por evitar esa tercera plaza que acompañaría a los desahuciados Espanyol y Elche. El rival será el Betis, que no se juega nada. Será un día de fiesta en el Villamarín con la despedida de Joaquín y la confirmación de que con Manuel Pellegrini la vida puede ser maravillosa. Lo que es tener un buen entrenador. Baraja también lo es y todavía mejorará, pero el Valencia de Meriton no ha parado de hacer experimentos. Y muchos de ellos han conducido a la situación actual, que a falta de una jornada todavía no es equipo de Primera División.
El gol de Samuel Lino fue salvador, como también las decisiones arbitrales, ya que Gil Manzano pudo señalar un penalti de Gabriel Paulista a Braithwaite tras el tanto del brasileño y unos minutos antes señaló falta de César Montes a Mamardashvili cuando el mexicano había marcado de un cabezazo en el área pequeña. Al menos era dudosa la jugada. El Valencia, muchísimas veces perjudicado, no pudo quejarse ayer en Mestalla.
Los ejemplos para desnudar la dirección deportiva del Valencia de Meriton se disparan. El Espanyol firmó en el mercado de invierno al mexicano César Montes, un central por el que pagó ocho millones de euros. Ayer volvió loco al Valencia. Marcó el gol del empate, la tuvo en la acción anulada con Mamardashvili y desdibujó a los delanteros del blanquinegros. En Mestalla, mientras, hubo que oír a Miguel Ángel Corona decir que todas las posiciones estaban bien cubiertas.
Pues para estarlo hay que ver en qué situación se encuentra el Valencia. Ha tenido que recaer sobre la cantera el peso de la salvación porque Javi Guerra y Diego López fueron los futbolistas más enérgicos del choque. Hasta unos seguros de vida como Mamardashvili y José Luis Gayà ayer marraron en el segundo tanto españolista. Del resto poco que decir, cumpliendo sin más. Como bloque no cuenta con suficiente jerarquía para huir del descenso.
El partido comenzó como pretendía el Valencia. Dominio clarísimo y ocasiones. El Espanyol ni se acercaba. Había que dar algún puntazo rápidamente para ganar tranquilidad. Llegaron chuts de Javi Guerra y de Gayà, e intantes después tanto Diakhaby como el centrocampista del filial podían marcar en una jugada con remate doble. Nada podía salir mal. Alos veinte minutos el Valencia llevaba siete disparos a puerto por ninguno del Espanyol. Javi Guerra seguía a lo suyo y se marcaba un jugadón y el remate de Lato se marchaba alto.
Javi Guerra en plan estrella. Jugón. Llegaba la mala noticia de la lesión de Lato tras un golpe en el pecho en el poste y la tristeza se limpiaba al instante con el gol de Diego López en otra ayuda del portero catalán. Pacheco fallaba en un centro de Almeida y el canterano lo aprovechaba para remachar. El Valencia ha tomado aire con los errores de los guardametas. Muchos se acuerdan de la pifia de Masip en el choque contra el Valladolid, clave para evitar el pánico. Pero sólo dos minutos después llegó el anticipo de lo que iba a ocurrir el resto del encuentro. César Montes cabeceaba a gol ante un dubitativo Paulista. Increíble. No había dado tiempo ni a paladear la alegría. El equipo se fue al vestuario y al salir fue otro.
El Espanyol, que se jugaba la vida, se expresó como tal. Presionó y lo hizo tan bien para anotar el segundo gol en una jugada donde Óscar Gil se marchaba de Gayà y el centro no lo conseguía atajar Mamardashvili. Braithwaite, muy pillo, marcaba. Baraja hizo cambios (alguno que siempre sale mal como el de Foulquier) pero ninguno resultó como se esperaba. Sólo funcionó el que se hizo por obligación en la primera mitad. Había entrado Samuel Lino por Lato y fue el brasileño el que marchó la igualada en el 93 para mitigar el terror. Esto todavía no ha acabado.
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