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Javi Guerra y Terrats, en el derbi de Mestalla. IRENE MARSILLA
Un alivio en medio del terror

Un alivio en medio del terror

El Valencia logra sobreponerse al gol de Jackson y rescata un punto merecido|Baraja cambia de sistema, apuesta de titular por Javi Guerra y termina el derbi con Diego López y Marí como revulsivos

Miércoles, 3 de mayo 2023, 22:45

Dani Parejo, a quien Meriton vilipendió de la manera más absurda y tontuna que uno pueda imaginar, ha jugado más partidos con la camiseta del Valencia que si se contabilizan los de Nico, Almeida y Hugo Guillamón –tres que desempeñan un rol parecido– juntos en Primera División. Quién sabe si fue eso o los aplausos que la grada le concedió cada vez que tenía la oportunidad de hacerlo lo que le llevaron a rizar el rizo, casi como en los viejos tiempos, cuando dejaba sin aliento Mestalla al jugársela contra un rival siendo el último hombre de su propio equipo. Ese es Parejo, un tipo inalterable ante la tempestad, capaz siempre de conducir con maestría a un grupo de pollos sin cabeza o de permitirse el lujo de invitar al suicidio colectivo con un balón que terminó dándole el alivio que necesitaba precisamente el Valencia. La presión casi a la bayoneta de Ilaix y la intervención consecutiva y efectiva de Cavani, Hugo Duro y Lino permitieron al equipo de Baraja tomarse un respiro en medio del terror casi continuo en el que está instalado. Rescatar un punto es un pequeño paso, sí, pero se puede hasta dar por bueno por la enjundia del rival y las consecuencias morales que había traído la pifia de Cádiz.

El Valencia merece los palos que recibe, desde luego, pero empieza tímidamente a construir un atisbo de esperanza gracias a factores intangibles como el empuje y la fe. Jugar, lo que se dice jugar, juega bien poco –por algo está donde está a estas alturas del campeonato– pero tal y como están las circunstancias se da por bueno que quiera al menos compensar sus déficits con argumentos más pasionales. Da la cara, es algo innegociable, el problema es que le cuesta demasiado mostrarse con la decisión que requiere el momento.

Ayer, por ejemplo, la primera parte del Valencia fue la de las dudas, quizás por el respeto a un rival que encima tuvo un inicio claramente amenazador. En sólo cinco minutos, del tres al ocho, pudo haber cortocircuitado al Valencia por completo. Primero fue Jackson y luego Baena por dos veces, eso sin contar otro intento de Jackson que terminaría siendo anulado por un fuera de juego casi al límite. El Villarreal no se andaba con tonterías, sabedor de que la defensa valencianistas está cogida con pinzas. Y más esta vez, que Baraja dejó de lado la apuesta por tres centrales después de que en Cádiz obraran todos como infantiles en los dichosos saques de banda.

Al técnico no se le puede recriminar tampoco que no lo esté intentando todo. El problema es que no encuentra la pócima mágica y eso es algo que también se le puede achacar al propio entrenador. Cambia de sistema, apuesta por canteranos incluso de inicio (Javi Guerra) y termina el partido con un equipo salpicado de imberbes casi a la desesperada. Aún así, el Valencia acierta cuando se transforma, le va eso de jugar al límite con el aliento de su gente detrás. Seguir tras el descanso como lo hizo en el primer tiempo hubiera terminado seguramente en desastre.

Lo curioso es que con todas las críticas que recibió Baraja por reservar en Cádiz a varios de sus titulares, esta vez algunos de estos no estuvieron a la altura de las circunstancias. Almeida, por ejemplo, estuvo más pendiente de pegarse a Parejo que de beneficiar con su fútbol al colectivo. El Valencia, no obstante, lo fiaba todo a su capacidad para la sorpresa, a correr con y sin balón y a esperar que la fortuna en algún momento estuviera de su lado. Al Villarreal de Parejo y sobre todo de Quique Setién es difícil quitarle el balón, eso genera un tremendo desgaste al que lo intenta. El problema es todavía mayor porque tiene futbolistas que creen sus posibilidades.

Que le pregunten a Jackson, que fue el único que tuvo claro cuando se cumplía la hora de partido el por dónde le podía hacer daño de verdad a Mamardashvili. Precisamente en la jugada menos inspiradora de todas, con un rechace hacia el área un poco facilón, Jackson consiguió liberarse los centímetros justos de la vigilancia de Diakhaby para pegarle un zapatazo por el único lado que podía coger desprevenido al guardameta.

Justo en pleno proceso de transformación del Valencia llegaba el corte de digestión. Miradas incrédulas en la grada. La entrada de Diego López por el cada vez más apático Yunus había agitado el ataque. Un cambio más que lógico que vuelve a poner en evidencia al norteamericano, que parece haber entrado en una fase de incertidumbre personal en el momento más delicado del equipo. El Valencia no está para concesiones de ningún tipo, a nadie.

Circulaban también por el campo Ilaix y Hugo Duro, en un intento de darle más empuje al equipo, con Javi Guerra descarándose por completo. Un centro durísimo del joven centrocampista no lo enchufó Diego López de milagro. Todavía se estará preguntando el eléctrico delantero cómo pudo rematar fuera el envío de su compañero cuando estaba en una posición magnífica. Menos mal que un minuto después de esa acción llegó el empate. Merecidísimo. Hubo minutos todavía por delante para intentar romper el equilibrio, pero los dos equipos optaron por congelar sus ímpetus. Lástima que el globo de Javi Guerra que marcó Marí fuera anulado. Hubiera sido otro broche genial.

 

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