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Las once operaciones que acumula en sus rodillas le apartaron de rectángulo de juego, pero no del fútbol. Con sólo 26 años, Andrea Esteban ha ... cumplido su primera temporada como entrenadora del Valencia Femenino. La turolense se ha propuesto romper barreras.
–¿Qué balance hace del curso?
–El balance general es positivo porque consigues el objetivo: la permanencia, que deberíamos haber asegurado antes. Sabíamos que iba a ser una temporada complicada. Y empezó con un inicio en que los resultados no llegaban con un proyecto tan nuevo y tan joven. Hacer frente a esa adversidad nos hizo crecer. Hemos hecho una segunda parte de la temporada en que el equipo ha crecido, sobre todo con un mayor rigor defensivo. Eso nos ha hecho puntuar en todos los partidos determinantes contra todos los rivales de abajo. Ahora, a pensar en un futuro en un proyecto mejor creciendo paso a paso.
–Todo apunta a que su renovación se oficializará pronto. ¿Cómo valora su estreno como primera entrenadora en la élite?
–Ha sido un máster. Los trenes en la vida no los elegimos nosotros. Vienen. Asumí la responsabilidad porque me siento capacitada para desenvolverme en este puesto. Cuando cogimos el equipo esperas una temporada un poquito más tranquila, pero he aprendido muchísimo. Ha sido una temporada muy completa que vale por tres. Para mí ha sido un año de transición. Ahora toca analizar la temporada con perspectiva, escuchar al club, sentarnos y ver cómo podemos ayudar para hacer crecer el proyecto.
–¿El Valencia va a apostar por fichajes para dar un salto?
–El proyecto tiene que ser mejorar. Es mantener un bloque de jugadoras y ya ha habido renovaciones importantes de jugadoras como Carro y Bea. A partir de ahí, mejorar el equipo con ciertas incorporaciones y seguir apostando por esa gente joven criada en la academia y ese sentimiento de pertenencia para devolver al Valencia a esos ocho primeros puestos con gente de la casa y un proyecto estable. Cada vez hay más equipos que están invirtiendo mucho dinero y eso es bueno para todos porque hace que compitas. Necesitas tres, cuatro o cinco incorporaciones que suban el nivel de la plantilla con el objetivo de estar en unos puestos más altos de la tabla y que esas jugadoras que están creciendo puedan formarse en una situación mucho más tranquila que cuando estás peleando por no descender.
–Su carrera en los banquillos está siendo meteórica.
–Me ha venido todo muy rápido. Con 15 años debuté como jugadora en Primera y dejé el fútbol con 23. Me formé como fisioterapeuta y readaptadora y pensaba que mis inicios iban a ser de esa manera. Ha sido una carrera un poco rápida y precoz, pero las lesiones me hicieron ver que me gustaba entrenar y que era una entrenadora-jugadora. Me apuntaba todos los entrenamientos de mis entrenadores en una libreta cuando llegaba a casa. La parte táctica, lo que me exigían, los movimientos, el balón parado... Yo ahora lo transmito y la gente no lo hacía. Yo pensaba que igual no era la única. Tenía unas inquietudes por el fútbol y por el conocimiento del juego que otras jugadoras no tenían. Ya tenía esa entrenadora dentro.
–Aumenta el número de mujeres en los banquillos. ¿Cuesta?
–Cada vez hay más, pero va un poco relacionado a la cantidad de mujeres que nos formamos para ello. En los tres cursos que he hecho como entrenadora era la única chica. Eso te dice que hay pocas chicas que se forman.
–En marzo, el CSD aprobó los estatutos para la puesta en marcha de la liga femenina profesional. ¿Qué va a suponer?
–Si el fútbol femenino ya está creciendo, ser consideradas profesionales va a ser un paso enorme. A nivel de ingresos por televisión va a ser el paso más grande que se puede dar. También a nivel de exigencia en mejora de las instalaciones. Un puñetazo sobre la mesa de ser consideradas profesionales y tener unas exigencias de unos mínimos y no sólo de contrato, sino también de campos, espectadores, horarios de partidos, visibilización...
–¿A mucha gente le cuesta dar una oportunidad al fútbol femenino?
–Hay gente que lo ve una vez y se engancha. Pero hay que dejarles muy fácil esa primera oportunidad. La liga profesional va a hacer mucho en eso. Nosotras en espectadores en la ciudad deportiva hemos crecido y tenemos que seguir creciendo. Estoy muy agradecida a todos nuestros seguidores que cada fin de semana nos han apoyado en el Puchades y han sumado para que podamos cumplir el objetivo.
–Cuando llegó al Levante como jugadora, vivía en Teruel. ¿Cómo fueron esos inicios?
–Me llevaba mi padre a entrenar y a los partidos. 150 kilómetros de ida y 150 de vuelta. Más de 1.000 a la semana. Fueron años de mucho esfuerzo familiar por ser futbolista. Yo vivía en Teruel y no había fútbol femenino del nivel que buscaba. Mi padre se tiró al vacío y eso hizo que pueda estar donde estoy ahora. Estuve desde los 14 hasta los 18 años haciendo viajes. A los 18, cuando ya empecé la universidad, me vine.
–¿Fue muy duro el instituto?
–Sí, fue muy duro. Utilizaba los viajes para estudiar y hacer los deberes con una linterna frontal. Y en esos cuatro años me rompí tres veces. Imagina esos viajes no para entrenar con el equipo, sino para ir al fisioterapeuta y hacer recuperación. Siempre tuve en la cabeza ser futbolista y di todo de mí para serlo. Pero hay cosas que no controlamos nosotros
–¿Cuántas veces se rompió la rodilla?
–Cinco. Tengo once operaciones.
–¿Puede hacer vida normal?
–Hago vida normal. Tengo dolores. Hago mucha bicicleta, 200 kilómetros al día. Todo lo que no sea impacto... Si salgo a correr, la rodilla no lleva bien el impacto. Pero bastante bien he quedado. He llevado el cuerpo al límite. Hago mucho gimnasio para mantenerme muscularmente bien.
–¿Llegó a disfrutar realmente de la élite?
–Llegué a disfrutar, pero menos de lo que me merezco. Era complicado. A los 15 años me llegó todo muy rápido: una convocatoria con la selección española sub-17 y terminé el año debutando en Primera y marcando goles. Juego mi primer partido oficial y a los siete minutos me rompo. No me había lesionado en mi vida.
–¿Se va a quitar esa espinita triunfando como entrenadora?
–Ojalá. Pienso que todo pasa por algo. Me gusta pensar que he sabido sacar la parte más positiva de las lesiones, que es desde los 16 años formarme como entrenadora con la experiencia de ver entrenamientos y analizar el por qué. Ha sido mi vía de escape. Ha sido mucho más fácil dejar el fútbol porque soy entrenadora. Sigues teniendo el día a día. Todo lo que no he disfrutado como futbolista puedo hacerlo como entrenadora. Y para mí no es mejor ni peor. Lo que he vivido me ha hecho ser la persona que soy.
–¿Ese sufrimiento le pasó factura mentalmente?
–Fue complicado. Llegó un momento en que tenía miedo a jugar a fútbol. Me rompí tres veces de la misma manera, que era llegando a línea de fondo y centrando. La cuarta vez no quería llegar a línea de fondo. ¿Una extremo que no quiere llegar a línea de fondo? Fue un trabajo con mi psicólogo de visualización, de normalizar el gesto lesivo y me dieron muchos recursos para controlar tus emociones y ocuparte sólo de lo que tú controlas. Hay que normalizar mucho más el entrenamiento psicológico.
–¿Sigue habiendo machismo en el fútbol?
–El fútbol es un reflejo de la sociedad. Y la sociedad sigue siendo machista. Es verdad que cada vez menos, pero sigue habiendo detalles... Yo muchas veces tengo la sensación de que por ser mujer tengo que demostrar más.
–¿Conoce a alguna mujer que entrene a un equipo masculino?
–A nivel amateur hay alguna, pero en categorías profesionales ninguna.
–¿Esa opción le interesa?
–Sí. El día que una mujer entrene en fútbol masculino profesional, y ojalá sea yo en un futuro, caerán las barreras de verdad.
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