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cayetano ros
Lunes, 20 de diciembre 2021, 00:30
Hay quien todavía compra las ideas de bombero torero (espectáculo cómico-taurino de mediados del siglo pasado) al presidente del Valencia, Anil Murthy, al anunciar un estadio nuevo de Mestalla como centro de entretenimiento «24 horas al días, 365 días al año». Yo mismo le compré alguna propuesta recién aterrizado él en Valencia, en noviembre de 2016, cuando nos dijo en una comida, en un restaurante chino, que el Valencia crearía una superestructura con ocho directores deportivos. Hoy, cinco años después, hay un director deportivo, Miguel Ángel Corona, y puede ser considerado semiclandestino. Nadie lo ha presentado ni él ha dicho 'esta boca es mía' dos años después de empezar a trabajar para el VCF. Quién iba a pensar entonces que el sustituto de Lay Hoon Chan en la presidencia valencianista, presentado como un refinado diplomático formado en París, era tan aficionado a la frivolidad y a la extravagancia.
La Liga ya sabía hace varias semanas, según constó en esta columna, que Peter Lim pretende construir un nuevo Mestalla 'low cost', destinando apenas 80 millones al recinto a medio edificar de la Avenida de las Cortes Valencianas, todos ellos procedentes del fondo de inversión aportado por Tebas. Será el enésimo diseño del futuro Mestalla en un bucle interminable de proyectos fallidos. La junta de accionistas de la semana pasada puso las cartas sobre la mesa: la contumacia de Lim en el desprecio a los seguidores al permitir tan solo la presencia de 11 accionistas (de un total de 43.000), además de intentar evitar bajo amenazas legales que estos 11 contaran lo que allí había acaecido; la situación crítica de la economía del club, según las palabras de la propia directora financiera, Inma Ibánez («Vivimos en la cuerda floja»), empleada del régimen de Singapur junto al abogado Germán Cabrera. Frente al rodillo del principal accionista están la mayoría de los aficionados y de los accionistas. A su lado, colaboracionistas, equidistantes, relativistas y abanderados del «ponlos tú». Se les distingue a la legua.
Absentismo y servilismo en el Levante UD. La Fundación del Levante UD, que posee el 62% del capital social del club, tampoco es un ejemplo a seguir. Órgano representativo de diversos sectores sociales (cargos públicos, directivos de la entidad, peñistas y veteranos), en los últimos años ha estado al servicio del presidente del Levante UD, Quico Catalán. Quedó muy claro en la última junta de accionistas, del pasado viernes, donde se ausentaron nueve de los 17 patronos, en torno al 40%, que delegaron su voto al presidente en el momento más crítico para la sociedad granota de los últimos 10 años, último clasificado de la Primera División y con 23 millones de pérdidas en la pasada temporada. Salvo el Frog (asociación de pequeños accionistas) y la delegación de peñas, todos los demás votaron a favor de la gestión del consejo de administración dirigido por Catalán. Este asumió «fallos de previsión». Eso es todo. Sin autocrítica y sin rumbo, el futuro se ha vuelto muy gris de repente para el Levante UD y sus aficionados.
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