Holanda se ganó el apelativo de la Naranja Mecánica por el fútbol total practicado en el Mundial del 74. Buena parte de la culpa la tuvieron Cruyff y Neeskens, que acabaron en el Barcelona, y Johnny Rep, que un año después fichó por el Valencia. Como denominador común, todos ellos, además de grandes futbolistas, eran verdaderos atletas. El buen manejo de balón y visión táctica lo condimentaban con una precisa preparación física más allá de los entrenamientos grupales.
Al poco de llegar, Rep vio a un par de jóvenes que hacían carrera continua por las instalaciones. Eran Ramón Sobrino y Antonio Campos, atletas de la sección de este deporte del Valencia CF. Les preguntó que si podía correr con ellos y le contestaron que sin problema. "Algunas veces le apretábamos, por chincharle, pero él nos aguantaba a buen ritmo casi una hora", recuerda Ramón Sobrino. A veces se unía Saif Keita.
Así pasaron los meses y concluyó la primera temporada de Johnny Rep en el Valencia. La siguiente, la 76-77, el club fichó a Heriberto Herrera como entrenador. Cuando un día el técnico vio a Rep corriendo con los atletas, lo abroncó y se lo prohibió de forma tajante. Pero el neerlandés, acostumbrado a correr como parte de su preparación en el Ajax, no se resignó. "Muchas veces quedábamos a escondidas en el campo de golf de Bétera", recuerda con una sonrisa Antonio Campos.
El primer diploma olímpico valenciano –octavo en los 3.000 obstáculos de los Juegos de Montreal 76–, ya ha hecho en parte el camino de vuelta a sus orígenes. Pasa muchos días en su casa de la ciudad, pero desde la jubilación, siempre que puede, se va para Pedralba. Allí tiene otra vivienda y un huertecito donde se entretiene. Disfruta de la vida sencilla, a decir verdad, como siempre.
Él era agricultor y en los ratos libres jugaba a fútbol. De centrocampista. Como corría mucho en los partidos, alguien le instó a probar en las clases que monitores de la Federación Valenciana impartían en el pueblo una vez por semana. Se le dio bien y le propusieron formar parte del equipo de Pedralba.
Con apenas 15 años, a mediados de los 60, Emilio Ponce percibió su talento. Le propuso fichar por el Valencia CF a cambio de material deportivo y acabó aceptando. Empezó a destacar en las carreras de cross y, posteriormente, demostró su destreza para varias pruebas. "¿Por qué los 3.000 obstáculos? Pues creo que porque no había en el equipo ningún especialista y se me dio bien", recuerda Antonio Campos.
En 1975, el FC Barcelona intentó 'birlárselo' al Valencia. "Estaba Gregorio Rojo de director técnico. Me ofrecieron un puesto de trabajo, cotizar en la seguridad social y vivienda. Yo dije que era una buena opción para mí, que si no me daban algo parecido me tendría que ir. La verdad es que yo me quería quedar en el Valencia", recuerda Antonio Campos. El club hizo un esfuerzo y lo incluyó en su plantilla de trabajadores: ahí estuvo, sobre todo a raíz de su retirada del atletismo y hasta su jubilación. Ocupó varios puestos y el último fue de conserje de Mestalla.
Luego llegaría el diploma olímpico de Montreal, que quizás no se puso en valor lo que merecía, pero a Antonio Campos no le ha gustado nunca ni el protagonismo ni las polémicas. De ahí su cabreo cuando, en el calentamiento de la San Silvestre Vallecana de 1976, el periodista José María García se le acercó y le puso el micrófono delante tras preguntarle: "¿Es verdad que ha dicho que la etapa de Mariano Haro ya ha tocado a su fin?".
Ganó tres veces al histórico atleta en una vida dedicada al deporte del que se enamoró. Y en ese mundillo, como no podía ser de otra manera, encontró al amor de su vida, Pilar. Antonio Campos solía ir todos los veranos a entrenar y a participar en una carrera de Ontinyent por su amigo Vicente Revert, que presidía el club. Allí conoció a una atleta... y surgió la llama, que no la olímpica.
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