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La vida no es fácil. El fútbol mucho menos. La distancia sideral de categoría entre el Valencia y el Atlético Baleares intuía un día plácido. Y todo mejoraba cuando a los cuarenta segundos Marcos André se aprovechaba de una indecisión de la defensa local para marcar. Todo apuntaba a goleada. Pero nada de esto ocurrió. El conjunto de Bordalás tuvo que sufrir para meterse en los cuartos de final de la Copa del Rey, el camino más corto para disputar la próxima temporada competición europea. Queda apeado el único equipo de 1ª RFEF que seguía en pie en la competición. Lo hizo con la cara bien alta, plantando cara a un Primera División y por momentos con opciones de complicarle la vida. El Valencia ya espera rival y en esta ocasión la fortuna no podrá ser tan favorable, ya que todos los equipos del sorteo serán de la máxima categoría. Utrillas, Arenteiro, Cartagena y Atlético Baleares han sido un dulce camino para adentrarse en una competición de grandes y recientes recuerdos para todos el valencianismo.
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Era un partido trampa. El Valencia estaba obligado a ganar. Cualquier otra cosa se convertido en una hecatombe. Y en este caso, además, aplaza la agitación que comienza a hacerse evidente con la discrepancia entre Bordalás y Murthy por la ausencia de fichajes. Mientras en la rueda de prensa previa al choque el técnico se mostró pacificador, este domingo ya no pudo contenerse. El técnico es de sangre caliente y se puede callar una vez, dos no. Dejó entrever su malestar y lo hizo resaltando que el encuentro no le había gustado nada y que el mejor de todos había sido un canterano. Mosquera fue titular y demostró su valía en el centro de trío de centrales. Pero le valió al técnico para gritar al viento que necesita fondo de armario para tener alguna opción en la temporada.
Bordalás planteó un esquema diferente al habitual. Formó con tres centrales (con el canterano Mosquera entre Alderete y Diakhaby), con Yunus y Gayà en las bandas. El experimento funcionó especialmente en la primera mitad. Una opción táctica que refuerza la retaguardia y libera a los laterales, convertidos en dueños absolutos de la banda, sin tanta obligación defensiva. Con el viento a favor del gol de Marcos André, todo se planteaba mejor. Las jugadas fluían cerca de la cal y llegaban las ocasiones. El delantero brasileño se había reivindicado con el tanto. Fue oportunismo en un balón largo que los defensas del Atlético Baleares no supieron alejar. El atacante, más espabilado, tocaba el balón con la puntera del pie para anotar el gol. El Valencia buscaba sentenciar rápido. Algún gol más y a disfrutar. Yunus la tuvo en un taconazo y Gayà seguía con sus internadas. Pero el Atlético Baleares no se dejó llevar. Ni mucho menos. Empezó buscando balones largos, evitando el juego del medio campo, donde creía que el Valencia le superaba, pero conforme pasaban los minutos, con un Armando en plan líder, comenzó a tocar el balón con todo el sentido del mundo. Pero aunque el dominio se igualaba y por momentos era superior para los locales, las únicas ocasiones llegaban por parte del Valencia. En el minuto 37 el equipo blanquinegro disfrutó de la más clara, con una doble acción a centro de Yunus. Primero no llegó Marcos André y luego el chut de Gayà lo despejó el portero. Así se llegaba al descanso. Un Valencia serio, contenido, perfecto en su labor.
Pero la segunda mitad fue todo un sufrimiento. El Atlético Baleares le disputó el balón en el centro del campo, con un desaparecido Racic y con los voluntariosos Guillamón y Koba, que sigue sin hacer un partido descollante para convencer al técnico de que no hace falta un fichaje en esa línea del equipo. Las únicas ocasiones más o menos claras eran del Atlético Baleares, con balones lanzados al área, ya fueran de falta o de acciones por la banda. Tampoco de una claridad brutal, pero al menos inquietaba a Jaume. El Valencia, mientras tanto, se dedicó a correr, a tapar huecos, a no facilitar la vida a los locales. Lo consiguieron en parte, porque los baleares insistían e insistían. Con veinte minutos disputados de la segunda mitad el Valencia todavía no había llegado a la portería rival. Bordalás optó por dar entrada a Guedes para intentar agitar el avispero. Pero nada de nada. Juego embarullado y todos los valencianistas detrás del balón que manejaba el Atlético Baleares. Sólo un chut de Koba inquietó al arquero rival. Hasta el final la presión local se acentuó (llegaron a pedir un penalti) y en el minuto 94 a Cordero le faltó intención para dar un susto al Valencia.
Al final, un nuevo paso en la Copa del Rey en un día en el que nadie se reivindicó para poner en duda la necesidad de fichajes, como así reclama el entrenador blanquinegro. Un resultado que evitó un incendio, pero la mecha está encendida y sólo los resultados, los buenos resultados, y algún fichaje que agrade al técnico pueden evitar un nuevo episodio con el desagrado de un entrenador como gran protagonista. Marcelino, Javi Gracia y ahora Bordalás. Quizá el que falle sea otro, aunque no quiera darse cuenta.
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