Rubén Baraja Vegas (Valladolid, 11-7-1975) ya no cuenta ni con el fervor del público, que por primera vez le abroncó y hasta algunos más exaltados llegaron a increparle cuando salía de Mestalla con su coche. Parecía que nunca iba a llegar el momento ... pero se puede decir que Baraja ha tocado fondo en el Valencia. El entrenador está prácticamente sentenciado. No porque ya se haya tomado en Singapur la decisión de destituirlo pase lo que pase, pero la firmeza que había hacia él hace unas semanas ha desaparecido por completo. Y en fútbol, las dudas generan en la mayoría de las ocasiones desorden y caos. Si Baraja se ha mantenido en el banquillo es, entre otras razones y a diferencia de otros equipos en similares circunstancias, porque tiene un contrato firmado hasta 2026 a razón de casi tres millones y medio de euros por ejercicio.
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Ahora, sólo un milagro permitirá que el vallisoletano arranque 2025 en el banquillo blanquinegro. Nunca una leyenda de Mestalla se había visto partícipe de un trance similar al que hoy en día invade al club. Por si no tenía bastantes problemas el Valencia con un dueño que hace tiempo dejó que la mecha se apagara, por la tremenda deuda de más de 500 millones que ensombrecerá aún más el futuro y por el agitado escenario urbanístico que hay, ahora, encima, el equipo se asoma cada vez con más descaro al infierno del descenso a Segunda, con solo dos victorias en catorce encuentros y una negativa racha que perdura desde aquel 0-1 a Osasuna de la temporada pasada (15-4-2024). Ocho meses después de aquel triunfo, el panorama que se dibuja es desolador.
Baraja está pagando los platos rotos de una planificación deportiva tan defectuosa que habla por sí sola: Caufriez (procedente del Clermont, descendido a Segunda); Valera (venía de un Segunda y se iba a otro como el Elche); Dani Gómez (no era titular en el Levante), Rioja (comprado al Alavés por 1,5 millones); Dimitrievski (libre del Rayo), y los cedidos Rafa Mir y Barrenechea. Y eso a pesar de las prisas que se dio Corona a la hora de ensalzar las virtudes y las posibilidades de esta nueva plantilla.
El Valencia va a esperar a ver si Baraja rompe de una vez por todas una dinámica que le lleva directo a Segunda. Tiene de margen tres partidos –pero bien podrían ser dos o uno solo–, los que restan hasta las vacaciones navideñas. Lo bueno que tiene Baraja es que los tres rivales a los que se va a enfrentar no luchan por entrar en la próxima Champions. Lo malo, precisamente eso, que son adversarios directos que sólo aspiran a la supervivencia y que de llevarse los puntos dejarían hundido totalmente al equipo. Baraja debe puntuar al menos en Valladolid el viernes, sacar también algo positivo el miércoles siguiente contra el Espanyol en el partido aplazado y ganar en Mestalla el domingo 22 al Alavés. Sin margen ni para buscar recambios fuera.
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Aunque es posible que las cosas se pudieran precipitar, también dependerá de cómo se produzcan los resultados. El escenario de mínimos 'ideal' serían cinco puntos de los nueve posibles. Algo imposible a día de hoy si tenemos en cuenta el ritmo que el Valencia actual ha sumado un punto de cada cuatro (10 de 42).
La presión empieza a ser insoportable. Tanto que ya ha afectado de lleno a Baraja. El carácter del vallisoletano se ha agriado notablemente en las últimas semanas y prueba de ello son sus respuestas a las preguntas espinosas de los periodistas. Al técnico le está costando ahora soportar ese peso extra que concede el club a sus entrenadores cuando lo dejan solo en situaciones de peligro. Si ya es difícil siempre escuchar la versión oficial que pueden dar sobre asuntos importantes Javier Solís y Miguel Ángel Corona, ahora la situación es altamente incómoda porque cualquier cosa que puedan decir ahora se les volverá en contra en cualquier momento.
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El último que dijo algo sobre el momento crítico del equipo fue el consejero Kiat Lim. El hijo de Peter se pronunció a finales de octubre con el equipo colista. «Nuestro equipo necesita el apoyo de nuestros seguidores durante todo el partido para superar todos los obstáculos y lograr victorias. No soy alguien que hable públicamente, pero leáis lo que leáis, estamos con el equipo. Nuestro proyecto es a largo plazo». Ni una referencia a Baraja.
Es evidente que la impresión que hay tras este último partido contra el Rayo es que el técnico sigue sin encontrar la tecla, más allá del cambio de sistemas y de que hay jugadores que pueden llegar a parecer desconectados.
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