Urgente Aemet confirma el regreso de las lluvias a la Comunitat y activa dos avisos amarillos

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Rubén Baraja, sonriente, en su salida al césped durante la presentación. miguel ángel bort

Baraja es el único eslabón que une al valencianismo

A falta de fichajes la afición se agarra a la leyenda para creer en algo. La grada aclama a Mamardashvili para que se quede, al capitán Gayà, al máximo accionista que se marche y a un Javi Guerra al que Lim quiso vender por 25 millones al Atlético

Domingo, 11 de agosto 2024, 00:59

Rubén Baraja Vegas. Conocido en el mundo del fútbol como 'Pipo'. Es normal que el speaker del Valencia se afane en presentarle con el énfasis ... de separar las sílabas de su apellido para animar al público a corear su nombre como si se tratara de la estrella del equipo. Bueno, realmente es así y tampoco hace falta ese empuje para que la grada se arranque. El valencianismo se agarra a Baraja porque necesita creer en alguien. El vacío entre la afición y la zona de moqueta es tal que si se le preguntara a los aficionados, uno a uno, el nombre de dos directivos del Valencia (del consejo residente en Singapur) el porcentaje de acierto sería cercano al nulo. «Esta directiva no nos representa» se cantó ayer en Mestalla. La duda es saber si eso existe, más allá de Layhoon y Javier Solís, que sí son dos personas reconocibles, gusten más o menos, para la gente.

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Es normal que muchos socios veteranos dejen su pase a familia o amigos para asistir a la presentación. El «¡Lim go home!» atronó igual, por cierto. Sinceramente, a todos aquellos que vivieran las del formato a lo grande se les cae el alma a los pies. No sólo por la escasez de primeros espadas en el césped, que también, sino porque la involución del proyecto deportivo de Lim, ese que defiende con una sonrisa Miguel Ángel Corona en cada rueda de prensa, ha obligado con el paso de los años a agrupar a los jugadores por líneas, para que 'cante' un poco menos porque en cada una de ellas por lo menos hay un jugador de esos que suben los decibelios. En menos de cinco minutos, todo finiquitado. El análisis de la breve presentación es que el valencianista quiere que se quede Mamardashvili, es decir que Meriton no lo venda, que Gayà es la última gota de lluvia de aquellos 'one team player' que eran tormenta en plantillas pretéritas y que a Javi Guerra nadie le afea lo del intento fallido de traspaso al Atlético, más que nada porque toda persona adulta es consciente de que el que le puso el lacito por 25 millones, hay que leerlo como en las presentaciones, es 'Pe-ter Lim'. Y nadie más. Así quedó patente cuando la afición coreó su nombre al saltar al césped.

Volviendo a Baraja, y aquellas míticas presentaciones, fue imposible, un año más, no mirar al cielo y acordarse de Bernardo España. Ya nada es lo mismo desde el 14 de octubre de 2020. Nadie ha conseguido, ni lo hará, que más de 40.000 personas coreen en Mestalla un apellido. «¡Es-pa-ñe-ta!»... y él se volvía al tendido, girando a cámara lenta con el brazo levantado para saludar a los cuatro puntos cardinales. Y los jugadores, que ya formaban en una gran tarima para engrandecer su figura, hacían bromas y le recibían entre abrazos y algún empujón cariñoso. ¿Recuerdan? Se llamaba Valencia Club de Fútbol. Residente en Mestalla. «Yo no voy a fallar a mi gente diciendo cosas que no son coherentes». La frase es de Baraja pero no es de ayer. Tampoco de este verano. Ni de este año. Ayer se cerró la pretemporada con una anomalía más a anotar en la década ominosa de Meriton en el Valencia. Por primera vez en la historia, un entrenador del equipo llegará a la previa del debut liguero sin hacer ninguna declaración. Más allá de pegar la 'cabotá' conviene que estas anomalías queden escritas en la hemeroteca. Para que sean estudiadas por los que lleguen y ya no estemos los que somos. Aquella sentencia de Baraja llegó tras el Trofeo Naranja de 2023, cuando aseveró que faltaban «cinco o seis fichajes». Cuando llegó la traducción a Singapur saltó la alarma. Lo que debe recordar el 'Pipo', que no pudo contener su emoción al saltar al césped bajo un mar de aplausos, es que es el último eslabón del club con el valencianismo. Tras él, no hay nada. Por muy triste que suene.

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