Secciones
Servicios
Destacamos
Pasan minutos de las seis de la mañana. Valencia duerme pero en la esquina de Cortes Valencianas con Bernardo España –Españeta– (una calle con un ... simbolismo especial) varios operarios con chaleco amarillo empiezan a colocar vallas junto a la acera. «Lo hacemos tan pronto para molestar lo menos posible», confiesa una empleada del Valencia, del equipo de operaciones que lidera Christian Schneider. Mientras unos tapan los carteles de Bertolín, la primera misión es preparar el panel con la fotografía en tres dimensiones de lo que será el futuro estadio. Como si durante estos años, el ciudadano de Valencia no supiera qué es ese mamotreto de hormigón que ensucia la vista en una de las principales arterias de la capital. Aunque la estrategia no está mal tirada. Han sido tantos los cambios que ha sufrido (de gran envergadura cuatro) el proyecto que uno ya no sabe muy bien cómo va a quedar lo que hubiera sido una gran sede del Mundial. La gente que pasa por allí apenas se percata de qué es lo que está sucediendo y sólo la presencia de fotógrafos y cámaras provoca algo de atención. Han sido tantos los años que este gigante lleva dormido y tantas las promesas incumplidas que puede ser una falsa alarma más.
Justo al otro lado del estadio, los periodistas empiezan a congregarse a la espera de que las grandes puertas se abran y dejen ver un acto que el club, no se sabe muy bien bajo qué argumento, ha preferido que sea semisecreto. Es curioso pero el Valencia celebra este viernes por todo lo alto y, sin embargo, Meriton prefiere compartirlo a su manera. Empiezan a llegar los ejecutivos del club. Nadie se para, nadie habla. Todo son fotos a través de agujeros y por la parte alta de la valla. Extraño tratándose de un estadio por y para Valencia, pagado por el club –está empeñado hasta las cejas– pero soportado durante veinte años (desde 2007 que empezó hasta 2027 que acabará) por la ciudadanía. Layhoon llega en la parte de atrás de su coche con las lunas tintadas. No hay convocatoria política. Yo me lo guiso, yo me lo como. La mañana avanza. Se escuchan los discursos por la megafonía, en la misma zona donde hace apenas un par de años Sean Bai abrió las puertas a la prensa.
Empieza a haber animación en los bares de alrededor. «Llevo aguantando desde 2009, cuando pararon la obra. Este es un barrio de mayores y de jubilados pero ahora esperemos que haya más actividad, aunque ya tengo una edad», confiesa María con cierto acento del Este, responsable del Racó Futboler. Bocadillos a 7 euros y platos a 9,50. La terraza empieza a llenarse de gente con casco y chalecos. Se escucha el vuelo de un dron. El Valencia cuida esos detalles, que no se respire miseria a la hora del boato. «¿Empiezan a construir ya? Madre mía, qué bien», comentan unos vecinos que no cesan de mirar el vallado. Se escucha también sonidos de cierta actividad desde el interior. «¿Pero esto ya va en serio? Cuanto me vine aquí a vivir ahí ponían una feria», dice Vicente Fontelles. Sale Álvaro Almenar (capellán del club) con prisa: «No he bendecido nada, sólo era una presentación. A ver si podemos salvarnos del descenso».
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Marc Anthony actuará en Simancas el 18 de julio
El Norte de Castilla
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.