La gravísima lesión de Frank Arnesen ha sido uno de los peores contratiempos deportivos sufridos por el Valencia. A este percance, perdido en el olvido, ... nunca se le ha concedido la trascendencia que tuvo. Sucedió en el verano de 1982, cuando todas las miradas se centraban en los preparativos del Mundial. El danés, acabada su primera temporada en Mestalla, se lesionó en una rodilla mientras jugaba al golf en vacaciones. Esta dolencia le impidió volver a jugar con su equipo. Un cúmulo de complicaciones le dejó fuera de combate. Se sucedían los meses y no se solucionaba el problema, los médicos no se ponían de acuerdo y Arnesen seguía con muletas.
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Sin el concurso de su mejor jugador, el equipo cayó en barrena. Su ausencia resultó determinante en la crisis descomunal sufrida en aquel agónico año, esquivado el descenso a última hora de forma milagrosa. Arnesen venía de completar un campeonato deslumbrante gracias a su portentosa capacidad física y su virtuosismo técnico. Sólo estuvo una temporada como valencianista, pero dejó una huella inolvidable. Aunque volvió a jugar en el Anderletch, y más tarde en el PSV, nunca fue el mismo. Con una imponente Dinamarca acudió a la Eurocopa de Francia 84 y al Mundial de México 86.
Tres años antes, en el curso 79-80, cuando el Valencia conquistó la Recopa, se vivió otro drama en la plantilla. Dani Cabezas, un polivalente defensa de gran clase técnica, sufrió un fuerte encontronazo con el portero Manzanedo en un entrenamiento en las instalaciones de Paterna. Al instante, todos fueron conscientes de la gravedad de la lesión. Dani había estado en el filial antes de debutar en el primer equipo de la mano de Pasieguito en los compases finales de la campaña anterior. El jugador catalán había sido titular en el crucial choque de vuelta de las semifinales de Copa en Zorrilla frente al Valladolid. Poco antes había debutado en la Liga frente a la Real Sociedad en Atotxa.
Con Di Stéfano en el banquillo, empezó como titular. Lo hizo muy bien hasta que la inoportuna lesión le cortó su trayectoria ascendente. Futbolista espigado y fibroso, con una llamativa caballera rubia, no pudo volver a jugar con el Valencia hasta la campaña 81-82 de forma testimonial- media parte en el feudo del Sevilla-, y al acabar la campaña se marchó al Espanyol . Con los periquitos las cosas le fueron algo mejor, pero tan sólo participó en 10 encuentros ligueros a lo largo de dos temporadas y alguno más de Copa, entre ellos uno en Mestalla, con victoria blanquiazul por 1-2.
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A principio de los años setenta el Valencia se vio afectado por varios casos de lesiones de extrema gravedad. Los más destacados fueron los sufridos por dos gallegos, con pasado en el Deportivo. Carlos Pellicer venía arrastrando un calvario desde la campaña 70-71, en la que fue pieza fundamental para conquistar la Liga por culpa de una lesión en el tendón de Aquiles. Otro caso destacado fue el de Manolete, presentado como el gran refuerzo de cara a la temporada 72-73, la tercera seguida de Di Stéfano como entrenador, después de haber alcanzo el subcampeonato de Liga y de Copa.
Jugador polivalente, venía a complementar la medular tras la retirada de Paquito. Junto a Claramunt, Lico, Adorno y Pepín, mejoraba un centro del campo de máximo nivel. Pese a lesionarse en la rodilla en el primer entrenamiento, debutó en la jornada inaugural con una espectacular victoria por 1-3 en el Vicente Calderón. Una semana después, sufrió una grave lesión en la clavícula ante el Barça en Mestalla. Pese a reaparecer al mes siguiente, no acababa de estar completamente recuperado y en noviembre, tras enfrentarse al Estrella Roja de Belgrado en la Copa de la UEFA, ya no volvió a jugar nunca más en Mestalla.
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Por esa misma época, el valencianismo recibió otra pésima noticia: el gravísimo percance sufrido por Forment en Los Cármenes. Una entrada de juzgado de guardia de Aguirre Suárez le provocó una fractura abierta de tibia y peroné. Después de estar siete meses en el dique seco, volvió en el tramo final del ejercicio y disputó media docena de partidos, entre Liga y Copa. La siguiente campaña fue anecdótica. Tan sólo jugó tres partidos en las primeras jornadas, ninguno completo. Una lesión muy parecida la sufrió Juan Cruz Sol ante el Pontevedra en Pasarón, en el campeonato 67-68, después de una fea entrada de Martín Esperanza. El defensa vasco estuvo apartado durante siete meses y tan sólo se alineó en un partido antes de la conclusión del ejercicio. Sin embargo, su juventud y fortaleza le permitieron recuperarse y desarrollar una brillante carrera.
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