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El invitado en la Supercopa de España era el Real Madrid. Lo acabó siendo el Valencia. Destruyó toda la excelencia que alumbró en Sevilla. Ausente, aturdido, blandito y despistado. Así no merece la pena presentarse en el torneo. Incomparecencia blanquinegra. Celades parió un sistema táctico que acabó devorado por Zidane. Ofuscado por la ausencia de Rodrigo, el técnico quiso proteger el centro del campo y darle el balón al equipo de la capital. Excesivo conservadurismo. Fue letal. Tanto como la falta de atención. Jaume Doménech en animada tertulia con Coquelin cuando Kroos se disponía a lanzar un córner. El alemán, todo un Von Karajan del fútbol, golpeó el balón con maestría hacia la portería mientras el arquero del Valencia volvía desesperado. Sólo acertó a golpear el balón con los puños pero en la dirección equivocada. Gol olímpico. Como el batacazo del Valencia en Arabia Saudí.
El encuentro parecía que se iba a guisar en el centro del campo. Cinco contra cinco, ya que ambos técnicos dejaron sólo un jugador en punta. Pero el mejor cocido fue del Real Madrid. El del Valencia fue tan insulso que acabó en la basura. Con Coquelin y Kondogbia como mediocentros, Parejo quedó descolgado del área de creación. Y si el capitán no carbura, el Valencia gripa. Celades situó más adelantado al jugador de Coslada buscando tapar el hueco que dejaba Rodrigo. Valverde y Casemiro, además, no le quitaban el ojo de encima. Con el dominio insultante del Real Madrid, el equipo de Celades fue retrocediendo metros y ya ni al contragolpe amenazaba a los zagueros capitalinos. Todo se agudizó con el primer tanto a los quince minutos de juego por el despiste de Jaume. El setenta por ciento de la posesión era madridista. El Valencia tuvo que esperar a la media hora de juego para acercarse a Courtois. Lo hizo con un disparo de Gameiro desde dentro del área. Fue la mejor ocasión para sacudirse la empanada.
Pero todo continuó igual. El delantero francés era un islote. No tenía amigos. Los veía en la lejanía. Ferran por la derecha y Carlos Soler por la izquierda bastante tenían con intentar frenar las acometidas del Real Madrid. Kondogbia se incrustaba entre los centrales y Parejo seguía buscando su sitio. Y en estas arenas dulces el que mejor se mueve es Isco. El malagueño se iba acercando al sol que más calienta hasta que acertó a marcar tras un balón rechazado por Jaume a chut de Modric. A cinco minutos para el descanso algunos aún se preguntaban si el Valencia se había presentado.
Valencia CF
Jaume Doménech; Wass, Garay, Gabriel, Gayá; Kondogbia (Maxi Gómez, m.57), Parejo, Coquelin (Rubén Sobrino, m.83), Soler; Ferrán Torres y Gameiro (Cherychev, m.69).
1
-
3
Real Madrid
Courtois; Carvajal, Varane, Sergio Ramos, Mendy (Marcelo, m.71); Casemiro, Kroos, Modric (James, m.75), Valverde; Isco y Jovic (Mariano, m.83).
GOLES: 0-1, m.16: Kroos. 0-2, m.39: Isco; 0-3, m.66: Modric; 1-3, m.91: Parejo, de penalti.
ÁRBITRO: Jesús Gil Manzano. Mostró tarjeta amarilla a Casemiro
INCIDENCIAS: Encuentro semifinal de la Supercopa de España disputado en el estadio King Abdullah Sports City ante 40.877 espectadores.
Todavía pudo ser peor. Isco, el más pequeñín de todos, cabeceaba dentro del área y el balón se iba al poste. Menos mal que el balón lo recibió Jovic, que no le marca un gol ni a un equipo de veteranos. Su remate acabó desviado por Jaume. El Valencia seguía distraído en defensa y sin precisión cuando por fin se hacía poseedor del balón. Le duraba tres pases. Y eso que el Real Madrid tampoco realizó una presión excesiva. Le bastaba estar bien colocado para dominar.
Celades se estrujó la cabeza en el descanso para variar la tendencia. Ideó el regreso al dibujo habitual con Ferran en la delantera y Coquelin caído a la banda derecha. Los retoques que sí funcionaron en Mestalla en el encuentro liguero, en esta ocasión no tuvieron ninguna incidencia. El encuentro parecía molestar a los jugadores del Valencia. Querían acabar cuanto antes. Aceptaron que el Real Madrid les avasallara en el juego y sólo ansiaban que el mal resultado no se convirtiera en desastroso. Casi lo consiguió Isco en un jugadón y luego Valverde en un chut que se le marchó rozando el palo. Sí lo logró Modric. El croata participó en el segundo tanto y fue actor principal en el tercero con un toque magistral con la parte exterior del pie. La palomita habitual de Jaume no sirvió para nada.
La derrota ya mutaba a coscorrón. Este no era el Valencia que derrochó amor propio en el estadio del Ajax de Ámsterdam o el que estuvo a punto de ganar al mismo Real Madrid en el coliseo de la avenida de Suecia. Que me lo han cambiado. En los instantes finales el Valencia sacó algo de orgullo para intentar arreglar el marcador. Lo hizo con un juego destartalado y sólo con disparos desde fuera del área. Todos ellos sin excesiva convicción. Cuando salió la tablilla que indicaba que el partido se prolongaba tres minutos todos se dejaron llevar. Pero en una falta lanzada al área del Real Madrid, el balón rozó la testa de Rubén Sobrino y acabó golpeando el brazo de Sergio Ramos. Tras la consulta con el VAR, el árbitro señaló pena máxima. Parejo, con la mayor tranquilidad del mundo, lanzó el balón fuerte y alto. Courtois ni la vio. Fue el maquillaje a una derrota clara y que debe hacer reflexionar al entrenador y a los jugadores. El Valencia no tiene siempre la opción de ganar títulos y cuando se planta a dos partidos de alzar una copa hay que ampliar el apetito. Además, el encuentro se disputaba en un escaparate al que habitualmente no tiene acceso el conjunto blanquinegro. La afición jaleaba cada acción madridista y con este encuentro ni uno de los presentes se convertirá al valencianismo. El Valencia puede caer, y más ante un grande como el Real Madrid, pero jamás debe renunciar al orgullo.
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