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Carlos Soler y José Luis Gayà, tanto monta, monta tanto, pese a que están separados por un buen trozo de campo. Uno, el lateral zurdo, ... lleva el brazalete y el otro (interior diestro) también cuando el primero no está sobre el césped, como ocurrió este pasado domingo en Pamplona. Pero, además, en el caso de Soler se le añade otro peso que parece manejarlo a las mil maravillas: el del 10 a la espalda. Ese número que Murthy hizo desaparecer de la escena por arte de magia la temporada pasada -lo acabó llevando al final Oliva, jugador cedido que pasó sin pena ni gloria- y que parece reservado a grandes propuestas. Como la de este centrocampista (2-1-1997) que está ahora en boca de todos y que le ha lanzado un dulce órdago a Meriton: quiere renovar su contrato.
Cierto es que el pronóstico del valenciano viene a significar lo políticamente correcto, porque escuchar de un jugador como él decir lo contrario supondría poco menos que un terremoto; pero también es verdad que hubiera podido contestar con alguna evasiva menos comprometedora y también aceptable. Lo dijo también con la misma naturalidad con la que lanza los penaltis. Y si no, que se lo pregunten al madridista Courtois que le convirtió la temporada pasada tres de una tacada y al que va a ver este próximo domingo otra vez en Mestalla. «Me gustaría renovar», dijo el internacional de nuevo cuño en un popular programa de televisión nocturno. El mismo programa por el que desfiló en su día también otro 10 blanquinegro (Parejo), aunque con un final de la historia bien diferente al que parece apuntar Soler.
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El mediocampista está en boca de todos y no sólo por su buen hacer como valencianista sino por su irrupción a lo grande en la selección española. Sólo ha necesitado tres partidos con la absoluta para hacer justo la mitad de goles que hizo con la sub-21. Allí disputó 20 partidos y sumó 4 tantos. Y Luis Enrique no tuvo muchas dudas respecto a su valía: lo citó para la burbuja y con la olímpica se confirmó su buen estado de forma.
La progresión es envidiable y aunque su cotización en el mercado todavía está algo más baja que su tope, a este paso los registros van a elevarse considerablemente. Aunque ya se sabe que esos valores no son luego ajustados a la realidad de lo que los clubes pagan por los jugadores, ahora Soler tiene un valor asignado de 40 millones, mientras que hace poco más de dos años llegó a los 50 millones de euros. De cualquier forma, su cláusula es de 150 millones y eso le da algo de respiro tanto a Meriton como al valencianismo en general. Al menos por ahora.
No obstante, las palabras de Soler no caen ni mucho menos en saco roto. Ha sido desde el principio una de las firmes apuestas de Meriton. Su renovación fue aplaudida en general aunque hubo alguna voz interna que en privado alertó del peligro que suponía haber plasmado el nuevo contrato (en 2019) a Soler por el efecto llamada que tendría de cara al resto de compañeros de vestuario.
Sin señalar en este sentido a Gayà, por ejemplo, es verdad que el capitán lleva meses a la espera de despejar también su situación contractual. Es un caso muy parecido al de Soler. Con dos años más (26), el defensa también termina su contrato en 2023 y las conversaciones con sus agentes para resolver su continuidad se iniciaron hace ya bastantes meses. Va a ser todo un desafío para Meriton estas dos negociaciones, aunque va a influir directamente la decidida intención de ambos de seguir en el club en el que se han criado toda su vida.
Queda abierta la incógnita para la afición para saber cómo gestionará Anil Murthy estas dos situaciones, sobre todo después de lo que se ha experimentado con Kang In, otro joven formado en la Academia de Paterna y que al final salió por la puerta de atrás y gratis. Cada caso es diferente pero el del surcoreano molestó a la afición, consciente de que a estos chavales hay que blindarlos antes de que sea demasiado tarde.
Va a ser esta temporada (2021-22) cuando Murthy tendrá que deshacer los dos nudos que tiene sobre la mesa: tanto el de Soler como el de Gayà. Nadie se imagina llegar al verano que viene con estas dos cuestiones en el aire. No es que sean muchos los jugadores que acaban contrato en junio de 2022, pero el club ya aceleró esa faceta hace unos meses cuando fueron cayendo las renovaciones de varios jugadores (Yunus, Racic, Cristian Rivero, Koba, Jesús Vázquez...). Un peldaño más en la escala salarial de ambos será bastante significativo para la actual composición financiera, sobre todo en el caso de que el Valencia siga atascado el año que viene sin plaza europea que traiga nuevas fuentes de ingresos. En Champions el panorama cambia ostensiblemente y el proyecto deportivo cuenta.
En ese grupo de futbolistas que afrontan este año su último periodo de contrato también están, además de los cedidos (Alderete, Duro y Hélder Costa), Wass (no aceptó la propuesta que le hizo el club de renovar), Jason, Piccini, Álex Blanco y Cheryshev. De este grupo, de momento sólo el danés y el ruso están sumando minutos en el terreno de juego aunque los dos, pese al buen inicio de campeonato que están demostrando, tienen el hándicap de la edad: Wass tiene 32 años ahora y Cheryshev 30. Fue Murthy quien apuntó precisamente, cuando más críticas recibía por haberse desprendido de Parejo, que con los veteranos hay más facilidad de lesiones. Wass lleva tres temporadas sin perderse ningún partido por lesión.
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