Las bromas a veces las carga el diablo. Y la de Ancelotti esta semana al decir que iría «a pie» a Arabia Saudí si le ofreciera el contrato de 500 millones aceptado por el golfista vasco John Rahm por jugar en el torneo saudí, ... se convirtió poco después en el titular de todos los periódicos. El texto, en el que Ancelotti matizaba que en su familia nunca se pensó en el dinero, ya no llegó a casi nadie. Para alguien como Carletto, tan dominador de los medios, es el segundo resbalón en poco tiempo: el primero fue decir que todo Mestalla había llamado «mono» a Vinicius, rectificando pocos días después. El mensaje de ahora es poco edificante: el vil metal es lo único importante. Ancelotti, entrenador del Milan, Chelsea, Nápoles, PSG y Real Madrid, no sufre para llegar a fin de mes. Ni tampoco John Rahm, quien, en un año, ha virado respecto al campeonato saudí: de repudiarlo porque él ama «el juego» a abrazarlo porque tiene «una familia». Rahm ha ingresado, con 28 años, 70 millones de euros tras ganar 19 torneos. Si Arabia Saudí viola los derechos de las personas LGTBI, de las mujeres y de los migrantes, según Anmistía Internacional, lo dejamos para otro día. Ancelotti iría «andando».
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El Valencia da ganas de llorar. Más allá de que el árbitro, Cuadra Fernández, desquiciara al equipo de Baraja con las dos expulsiones (porque eres pobre y tienes cara de pobre), el Valencia presenta síntomas de agotamiento: en Getafe sumó su segundo partido casi seguido sin disparar entre los tres palos de la portería rival (tampoco lo hizo frente al Celta dos jornadas antes en Mestalla). Baraja exprimió al grupo en las primeras 10 citas y, ya en las últimas cinco, solo ha ganado un partido, ante el penúltimo, el Granada, por la mínima (1-0) y con favor arbitral. El equipo está sostenido con pinzas por los jóvenes y necesita mucha responsabilidad de los veteranos: Gabriel Paulista nunca debió golpear a Latasa cuando ya estaba amonestado y Gayà no debió jugar en la selección si venía tocado del Bernabéu.
Unai Emery Etxegoien no era suficiente. Hubo un tiempo en que la afición del Valencia era tan exigente que tres terceros puestos de cuatro temporadas de Emery en el banquillo fueron considerados un logro menor. Venía el Valencia de la abundancia de las dos Ligas conquistadas por Benítez y de los dos subcampeonatos de Cúper en la Copa de Europa: el apetito de los seguidores era insaciable. Recuerda mucho a la situación del Sevilla FC, donde, tras 7 Ligas Europa, ningún entrenador les sirve. Precisamente Emery, de 52 años, dejó el listón muy alto en el Sánchez Pizjuán (tres Liga Europa) y ahora triunfa en la Premier con el valencianizado Aston Villa de Damià Vidagany. Por contra Mestalla, 13 años después, se ha vuelto muy resignado. A la espera la venta de Lim. Todo apunta en esa dirección desde 2019, cuando decidió dejar bajo mínimos al primer equipo y se centró en el convenio del nuevo Mestalla (privilegios urbanísticos) para duplicar el precio del club. El Valencia está a la venta, según fuentes documentadas «en las altas esferas» internacionales. Es la única esperanza.
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