Preguntada por este periódico si las instituciones públicas deberían favorecer la marcha de Peter Lim de Mestalla, la alcaldesa de Valencia, María José Catalá, replicó que ella se limita a cumplir la ley y que no puede obligar a nadie a irse de su propiedad « ... por el artículo 33». En esa entrevista, la alcaldesa se declara «valencianista de corazón», aunque rechaza ser «la populista de la banda» en estos momentos. «Eso sería lo más fácil», añadió. Nadie, con dos dedos de frente, le está pidiendo a la máxima autoridad municipal ni que salga con una pancarta de 'Lim, out' ni que incumpla la ley. Se le pide, primero, una postura clara, alejada de la ambigüedad de los últimos meses; segundo, un frente común de todos los grupos políticos en el Ayuntamiento sobre un asunto tan capital para la ciudad, con un campo a medio construir desde 2009, y para la autoestima de parte de la sociedad valenciana; y, tercero, la búsqueda de una salida a la indigencia competitiva y de credibilidad de los últimos 10 años de Peter Lim al frente del Valencia CF (con el paréntesis de las dos temporadas dirigidas por Mateu Alemany y Marcelino). La esencia del deporte es la ambición de crecer. La de Lim, que el equipo y el club sean cada año un poco peor. La próxima temporada se presume funesta. La profecía de Marcelino y su metáfora del cangrejo se está cumpliendo a pies juntillas. No se trata de populismo, sino de afrontar un problema gigantesco con transparencia, agilidad y determinación.
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El desmantelamiento de Baraja. Ante la ausencia de liderazgo a su alrededor, y la sensación de que el VCF está en saldo, el entrenador salió esta semana a la palestra para poner en valor a su plantilla. Bien hecho. Pero esa sensación de desmantelamiento existe por mucho que Baraja intente evitarla. La transmite el club, de una tristeza infinita. Y en la autocomplacencia participa el propio entrenador, al prometer una próxima temporada parecida a la de esta. Casi me da un patatús. El balance de esta campaña es que, sin Mamardashbily convertido en el mejor portero de la Liga, el VCF habría estado peleando otra vez, como en la campaña anterior, por no descender. El VCF ha sido uno de los peores atacantes del campeonato, con parecidos goles a los descendidos Granada y Almería, sin un solo jugador creativo en la plantilla. Con el reconocimiento, eso sí, a la sobresaliente aparición de Mosquera como central y la confirmación de Pepelu como un mediocentro de verdad.
Ovación de todo el estadio del Cagliari. Los ojos acuosos de Claudio Ranieri, de 72 años, de pie mientras devolvía los aplausos a la grada tras haber salvado al Cagliari en la Serie A, se convirtieron en el mejor homenaje a la hermosa carrera del General Romano fichado por Paco Roig en 1997 para el VCF. Fue un gran acierto. Ranieri cambió la mentalidad de aquel equipo que, con él y desde la Copa de Sevilla de 1999, comenzó a ganarlo y a perderlo todo. A estar una década entre los grandes. Su remontada al Barça 3-4 en el Camp Nou tras un 3-0 en el descanso supo a gloria. Arrivederci, Maestro!
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