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Ahora que Corberán ha entrado por la puerta grande de la historia del Valencia CF (30 puntos en 17 partidos por los 12 de ... Baraja en el mismo número de encuentros), el técnico de Cheste se ha ganado la autoridad para exigir un equipo competitivo para la próxima temporada y evitar el sufrimiento de las últimas campañas.
El ejemplo contrario fue su antecesor, Rubén Baraja, salvador del VCF primero al sustituir a Gattuso hace dos años, pero verdugo después por su complacencia con la mediocridad de Lim y del 'local management'. Los posibles fichajes filtrados hasta el momento (Javi Muñoz, de la UD Las Palmas, y Neyou, del Leganés) no invitan al optimismo. Esto es el Valencia CF y el objetivo siempre debería ser Europa. El mérito de Corberán no ha sido ganar 8 partidos, empatado 6 y solo haber perdido 3 (ante el Madrid, el Barça y el Atlético), sino hacerlo en condiciones de máxima angustia y de mínima credibilidad para sus jugadores.
Los ha mejorado exponencialmente a todos. Ha disparado su cotización. Y ahora debería evitar la marcha de Mosquera y Javi Guerra, en un final brillante de campeonato, y favorecer la llegada de futbolistas de una pieza. Sin medias tintas. Poner los puntos sobre las íes. Elegir qué quiere ser: toro o torero.
El Barça, la lección no aprendida de Lim. El funambulista Joan Laporta entiende a la perfección la obviedad de que el fútbol es lo más importante para un club. Acertó en su día con Guardiola y ha vuelto a acertar con Flick. Lo deportivo tirará de todo lo demás, incluso de la deuda astronómica culé. El técnico alemán ha exprimido el talento descomunal de La Masia con algunos fichajes anteriores renacidos de su mano, entre ellos el valenciano Ferran Torres. La afición culé disfruta del jugador más divertido de ver del mundo, Lamine Yamal y no solo por lo que produce jugando sino por lo que hace sentir.
La Federación, a los pies del Madrid. Causa vergüenza ajena cada vez que al Comité de Competición le toca castigar al Madrid. No se trata de que el presidente (Francisco Rubio) y uno de sus dos vocales (Pablo Mayor) sean confesos madridistas, sino su desprecio al principio de imparcialidad. Tras la bochornosa actuación madridista al perder la final de Copa, con insultos e intentos de agresión al árbitro (De Burgos Bengoetxea), Competición ha sancionado a la carta a los jugadores de Ancelotti: seis partidos a Rüdiger, que aprovecha para operarse del menisco; dos a Lucas Vázquez, descartable para el técnico italiano; y retirada de la roja al imprescindible Bellingham.
Al compararlo con los cuatro partidos de sanción a Gayà por decir que el árbitro había visto un penalti que no quiso pitar, los madridistas alegan la gravedad de acusar a un juez de prevaricar: como si los informes de RM Televisión, un ataque despiadado contra el árbitro de turno, fueran loas al colectivo arbitral. La próxima vez que los árbitros salgan llorando porque a sus hijos los insultan en los colegios, recuerden la sumisión de sus jefes federativos con la entidad del Bernabéu. Y la callada por respuesta de los demás clubes.
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