Pongamos por caso la sociedad vasca y el emblema de Guipuzcoa, la Real Sociedad. Primero, obviamente, no hubiera permitido que cayera en manos de un tiburón financiero de Singapur. Pero imaginemos a un populista como Amadeo Salvo colándoles la «mayor transacción del fútbol mundial». Y ... que, en 10 años, el club donostiarra hubiese pasado de codearse en Europa a salvar la categoría. Y además el máximo accionista fuera vendiendo a sus mejores futbolistas, y, encima, no invirtiera en otros; y la calidad de la plantilla menguara cada año. Y la deuda siguiera siendo monstruosa. Y el entrenador, Baraja, al igual que sus predecesores (Javi Gracia, Marcelino y Bordalás), resumiera tras caer ante el Barça más vulnerable en décadas: «Sin inversión es difícil cambiar el escenario». Es fácil pensar en la reacción de la sociedad vasca. Y en su contundente respuesta en el ámbito público y en el privado. Aquí, sin embargo, el Ayuntamiento le ha puesto la alfombra roja a Lim para que pueda vender el terciario del nuevo Mestalla y acabar el estadio. Le ha dado unos privilegios. No es una maldición bíblica caída sobre los valencianos sino una cuestión de hacerse de respetar o no.
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¡Bravo por Yarek y por Baraja! En medio de la desesperanza, la luz viene de la actuación del central de 19 años, de Polinyà del Xúquer, ante el Barça: serena y sin fisuras. Y del discurso del entrenador en el 'cooling break': didáctico y concreto. Es lo mejor de un club dirigido por desaprensivos desde Singapur e incompetentes desde Valencia.
El colegiado Sánchez Martínez es rápido de piernas y de mente, controla el partido y el agarrón impune de Cubarsí a Hugo Duro al comienzo de la segunda parte no puede considerarse un error sino una intención muy clara de evitar dejar al Barça con 10. Porque a Sánchez Martínez le pirra el poder y sabe quién lo quién lo representa. Es la gran mancha del fútbol español: el estamento arbitral. Carlos Velasco Carvallo, exjefe del Comité Técnico de Árbitros (CTA), sustituido a finales de 2021 por Medina Cantalejo, siguió cobrando 66.000 euros anuales como asesor de la federación hasta el pasado mayo a pesar de ocupar un alto cargo en la cúpula de la UEFA. Carvallo estuvo muy vinculado a José María Enríquez Negreira, el exvicepresidente del CTA entre 1994 y 2018 que se embolsó 7,6 millones de euros del Barça para que hubiese arbitrajes «neutrales», según declaró. La limpieza no llega al CTA.
El COE, 19 años de involución. Para los valencianistas, Alejando Blanco trae un recuerdo infame: avaló el penalti inexistente de Marchena a Raúl en el Bernabéu (16 de febrero de 2004) como presidente de la federación de judo (dijo que fue 'ushiro nage') y, justo un año después, ocupó la presidencia del Comité Olímpico español (COE). Desde entonces, se puso sueldo (unos 100.000 euros anuales), fomentó el clientelismo y lanzó a Rubiales a la presidencia del fútbol. España, sin embargo, se ha estancado en el número de medallas en los Juegos Olímpicos, 18 en París frente a las 22 de Barcelona 92, mientras otros países con menor población como Países Bajos, Irlanda, Australia, Nueva Zelanda o Suecia nos han pasado por encima. A Blanco se le ha pasado el arroz.
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