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Hasta donde me alcanza la memoria, el Valencia siempre fue un rival muy fiero para el Real Madrid. Desde aquellas tardes pegado al transistor en un chalet de Gilet, donde llegaban los ecos de la clase de Claramunt y las injusticias arbitrales en el ... Bernabéu, pasando por la majestuosa melena de Kempes en la victoria de Copa en el 79 en el Calderón y sus dos goles con la pata de palo (la derecha), el cabezazo impecable de Tendillo que salvó al VCF del descenso y privó al Madrid de Del Bosque de la Liga del 83 en favor del Athletic, la remontada en los últimos minutos de Fernando y Robert a la Quinta del Buitre en el 92, la paliza liderada por Mendieta al Madrid de Toshack en las semifinales de Copa en el 99 (6-0, «Sois San Marino», coreaba Mestalla) y, cómo no, la derrota de Cúper en la final de la Champions de 2000 en París (3-0) esta vez con Del Bosque de entrenador madridista y habiendo partido el VCF como favorito, sin olvidar, por supuesto, las dos Ligas conquistadas por el propio Baraja como figura valencianista en el centro del campo al Madrid de Los Galácticos (2002 y 2004). Es nuestro deber rebelarnos contra la sentencia de Rubén Baraja tras caer el sábado en el Bernabéu sin ofrecer apenas resistencia (5-1): «Esta no es nuestra Liga». Lo entendemos, porque es una triste realidad y porque su jefe, el ausente Peter Lim, ha empequeñecido al VCF hasta el punto de que, en determinadas fases del partido, parecía un equipo de aficionados frente a otro de profesionales, más allá de que Hugo Duro necesitara cinco ocasiones de gol para convertir una. A los chicos de Baraja les vino grande el Bernabéu.
Sin dar la cara. En la enésima muestra de filibusterismo, Lim ha engañado a los aficionados respecto a la junta general de accionistas del 14 de diciembre. Solo podrán asistir los que posean 5.786 títulos, en contra de lo prometido por el hijo del dueño, Kiat Lim, y ya lo de abrirlo a los que tengan una sola acción lo dejan para el próximo año, 2024. Ellos no van a dar nunca la cara ante una asamblea llena hasta los topes, de ahí mi impresión de que, felizmente, ya no piensan seguir aquí por esas fechas.
El Villarreal necesita recuperar el rumbo. Tras alcanzar la cima con la conquista de la Liga Europa en 2021 y la posterior marcha por sorpresa del entrenador, Unai Emery, en octubre de 2022, el Villarreal ha dado demasiados tumbos en torno a la figura del entrenador, primero Quique Setién, sobre quien nunca hubo plena confianza, y ahora Pacheta, quien apenas ha dirigido 12 partidos (cinco victorias). El Villarreal siempre fue un equipo marcado por la fuerza y el estilo del entrenador: primero Pellegrini, con la potestad de cargarse al mismísimo Riquelme por sus actos de indisciplina (llegó a ser subcampeón de Liga y semifinalista de Champions), después Marcelino (ascenso y clasificación para Champions) y el campeonísimo europeo Unai Emery. Es el momento de recobrar la calma y de elegir a otro de los mejores (tal vez Marcelino) para emprender un proyecto sereno, sin prisas y con buena letra. La plantilla presenta deficiencias tras los últimos fichajes fallidos, pero hay una base notable para reconstruirla y rejuvenecerla.
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