Lim nunca da la talla

La enésima muestra de insensibilidad del máximo accionista del Valencia contrasta con la inmensa ola de solidaridad del fútbol hacia la gente de Valencia. La hermana de Ferran Torres, Arantxa, se desplazó el viernes a Paiporta cargada hasta los topes de comida, productos de limpieza y montones de juguetes para repartir entre los vecinos. Marcos Llorente, centrocampista del Atlético, se personó en la zona cero con varias furgonetas portadoras de 400 máquinas hidrolimpiadoras (a razón de 460 euros cada una). El Real Madrid emocionó a los valencianistas al poner una versión con 'dolçaina' del himno regional del maestro José Serrano antes del partido de Champions ante el Milan; también por el despliegue de una bandera gigante de la Comunitat Valenciana. También el sentido minuto de silencio en el Philips Stadium, en Eindhoven, antes del PSV-Girona: «Tots amb València». El coleccionista Albert Cardà, patrocinado por Mario Kempes y el humorista Arturo Valls, ha impulsado una iniciativa para subastar camisetas míticas: la de Villa en la final del Mundial 2010, la de Sergio Ramos en el Sevilla, la de la selección española campeona de la Eurocopa firmada por el seleccionador Luis de la Fuente, así como una del portero Dibu Martínez y otra del central Pau Torres, ambos del Aston Vila.

Marcelino siempre habla claro. Otra vez dio en el clavo el actual entrenador del Villarreal y exvalencianista, Marcelino García Toral, al declarar: «Me pregunto cuál ha sido el comportamiento de las personas que podían, en primer lugar, haber evitado y, en segundo lugar haber paliado, esta catástrofe». Cada palo que aguante su vela.

El fútbol base, lo primero. Es imperativo, para la salud mental de los niños y la de todos, que vuelvan pronto a jugar al fútbol. Las consecuencias de la DANA han sido terribles: 20 campos de fútbol devastados, convertidos en vertederos, 20.000 licencias de jugadores afectadas y la necesidad de invertir unos 20 millones, según el presidente de la Federación Valenciana, Salvador Gomar. Se trata de ceder otros campos a los chicos y chicas y facilitarles el desplazamiento para jugar y entrenar mientras se reconstruyen sus propios estadios, la mayoría municipales. No hay un minuto que perder.