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«Luis Aragonés conoce al futbolista, le exige mucho y da la vida por él». Así lo define, 27 años después, uno de sus pretorianos, ... el defensa internacional gallego Jorge Otero, a las órdenes de El Sabio de Hortaleza en el Valencia, en el Betis y en el Atlético. También aquella noche desapacible del 10 de septiembre de 1996, cuando el Valencia CF derribó al todopoderoso Bayern en la primera ronda de la Copa de la UEFA con una muestra colosal de entrega y entusiasmo (3-0). «Luis veía muy bien el fútbol», interviene el portero Andoni Zubizarreta, «y aquel día planteó muy bien el partido, impusimos un gran ritmo y también teníamos trabajada la estrategia (como se vio en el tercer gol de Moya)».
Los jugadores, eufóricos al acabar el encuentro, fueron al vestuario y se hallaron con una sorpresa. «Luis estaba enfadado, indignado con el Bayern, porque había salido a amarrar y eso iba contra la historia del equipo alemán», recuerda entre risas Zubizarreta. Y, claro, es que aquel Bayern de Oliver Kahn, de Matthäus y de Klinsmann estaba entrenado por un técnico italiano de la vieja escuela, Giovanni Trapattoni. Para Luis, además, el Bayern había sido el ogro que le frustró, en su etapa de jugador, ser campeón de Europa con el Atlético de Madrid (1974). El enfado de Luis también era una forma de advertir a sus futbolistas de lo que les aguardaba en el partido de vuelta. No todo estaba hecho.
«Había mucha tensión en la previa», narra Jorge Otero, «porque Luis había dejado a Romario fuera de la convocatoria». El partido se planteó como un plebiscito a favor o en contra del técnico. Los jugadores dictaron sentencia del lado de su entrenador. Romario, la principal apuesta de Paco Roig, había perdido la batalla y hubo de marcharse cedido al Flamengo. «Romario ya estaba un poco de vuelta», analiza Otero, «y Luis quería que tuviera los mismos derechos y las mismas obligaciones que los demás, pero él ya no podía presionar como otros».
Físicamente, Romario no estaba para el despliegue demandado por Luis. Es curioso cómo evolucionó el estilo de Aragonés. En esa época en Mestalla, le encantaba la defensa fuerte (ese día salió con tres centrales: Otero, Engonga y Ferreira), transiciones veloces y pocos toques para llegar al área contraria. Años después, en la selección española, fue el inventor del 'tiqui-taca' (el dominio absoluto del balón). «Eso habla de su inteligencia», dice Otero, «vino los jugadores de los que disponía y cambió completamente la forma de jugar».
Aquella noche de septiembre, Ferreira, otro de los pretorianos de Luis, fue a dedicarle el primer gol del VCF, de Engonga de penalti, pero el técnico repelió la caricia con cajas destempladas. No le gustaban esas bobadas. El césped de Mestalla se levantaba porque había estado lloviendo y Romero, el lateral izquierdo, completó varios quiebros antes de que Haman derribara a Moya dentro del área. Engonga engañó a Kahn (m.18), pero el árbitro, el italiano Pierluiggi Pasiretto, mandó repetir la pena máxima. Engonga volvió a marcar por el mismo lado. Kahn adivinó la dirección, a su izquierda, pero no llegó al balón. Engonga, enfadado por haber repetido el penalti, lanzó una mirada desafiante al árbitro. Engonga acababa de abrir la caja de los truenos.
«Veníamos de disputar la Liga al Atlético hasta el último día, se había ido Pedja Mijatovic y Karpin fue nuestro gran fichaje de esa temporada», contextualiza Zubizarreta, «y ese día Valery fue un jugador decisivo». Dio las asistencias del segundo y el tercer gol. Primero un centro enroscado desde la derecha que remató, con la puntera izquierda, Claudio Piojo López (m. 26). El segundo, tras una jugada ensayada desde el córner izquierdo del Gol Sud. Sacó al primer palo, Engonga le devolvió el balón al ruso y el centro de este lo cabeceó a placer el bullicioso Moya, completamente solo en el punto de penalti tras la distracción inventada por Aragonés (m. 46).
El Valencia formó con tres centrales, dos carrileros (Eskurza y Romero), dos centrocampistas (Fernando y Karpin) y tres delanteros (Moya, Vlaovic y Claudio López). Tras el descanso, Poyatos entró por Vlaovic (m. 48) y, más tarde, Mendieta por Moya (m. 86). La gesta se prolongó al partido de Múnich, donde el VCF aguantó el chaparrón de un gol inicial de Zieckler y un penalti a favor del conjunto bávaro. «Le paré el penalti a Klinsman y frenamos la avalancha alemana», recuerda Zubi.
El mítico portero vasco pudo detener el tiro de Klisnman pero no la marcha de Luis Aragonés, muy enfrentado a Paco Roig a raíz de la discrepancia por Romario. El Sabio se fue de Mestalla dos meses después con una arenga muy emotiva para los jugadores. «En la Bolsa de Londres se da como favorito al Valencia para ganar la UEFA», les dijo, «y eso lo han conseguido estos jugadores, a lo que últimamente no se les ha valorado como merecen». Luis dejó una huella imborrable en Mestalla y ese partido ante el Bayern recogió todo su hermoso legado.
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