Dos entrenadores holandeses en los banquillos, Ronald Koeman y Frank Rijkaard, hacían presagiar lo mejor: un partido de fútbol de ataque en Mestalla aquel 20 de marzo de 2008 en la vuelta de la semifinal de la Copa del Rey: cinco goles como cinco soles ... y la celebración posterior en al avenida de Suecia (3-2) mientras los jugadores valencianistas saludaban desde el balcón de la tribuna del estadio. «Fue mi gran noche en Mestalla, una de las más importantes de mi carrera», explica Juan Mata desde Estambul, desde da sus últimos coletazos como futbolista profesional en el Besiktas. «Era la primera vez que sentía algo así en mi carrera; no era un título, pero casi. Me ayudó mucho a crecer».
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Aquella era una plantilla fastuosa compuesta por dos bloques: los que sobrevivieron a la era gloriosa de Benítez (Marchena y Baraja, curiosamente los dos técnicos del actual VCF) y la nueva hornada de figuras emergentes formada por Albiol, Silva, Mata y Villa, clase pura los tres últimos en el aspecto ofensivo. El ambiente en el vestuario estaba emponzoñado después de que Koeman, a instancias del presidente (Juan Soler), hubiera apartado del grupo a tres de los líderes (Cañizares, Albelda y Angulo) porque querían mandar demasiado. Precisamente Baraja y Marchena tomaron el relevo en la vara de mando de la caseta. A Mata ese enfrentamiento le pilló muy joven, 19 años, recién llegado del Castilla, y aquello fue un máster en relaciones del colectivo. «Entré en un vestuario con gente a la que veía en la tele: Villa, Baraja, Marchena, Joaquín. El Guaje, asturiano como yo, me ayudó mucho. Tuve una suerte tremenda», recuerda Mata, que supo aprovechar una oportunidad única. Apenas jugaba con Quique Flores y la llegada de Koeman le abrió las puertas del cielo. «Todo jugador joven necesita de un entrenador que confíe en él. Me vio entrenar y me preguntó porqué no había tenido más minutos. Después me dijo: 'Solo te pido que juegues como entrenas. No va a ser flor de un día. Si un día no estás bien, seguirás jugando». Así cualquiera.
El Valencia formó con Hildegrand, Miguel Brito, Albiol, Marchena, Moretti; Joaquín, Maduro, Baraja, Silva; Mata y Villa. Después entraron Arizmendi por Joaquín (m. 64), Banega por Silva (m. 75) y Caneira por Mata (m. 83). En el Barça: Valdés; Zambrotta, Puyol, Milito, Abidal; Yaya Touré, Xavi, Iniesta; Gudjohnsen, Eto'o y Bojan. Más tarde participaron Silvinho, Tierry Henry y Edmilson.
Mata marcó un doblete. Pero antes, el maestro Baraja envió un zurdazo a la escuadra desde la frontal (m. 18), uno de los mejores goles de su carrera. El resultado de la ida, 1-1, gol de Villa, invitaba al optimismo de Mestalla, sobre todo cuando entró en acción su trío de ases ofensivos. «El primer gol lo marco con la puntera derecha, al primer palo de Víctor Valdés, a pase de Villa (m. 44)», recuerda Mata. Rijkaard reaccionó desde el banquillo con la presencia en la segunda parte de Silvinho y, sobre todo, de Henry. El francés, precisamente, cabeceó un centro desde la izquierda del brasileño para poner en 2-1 (m. 72). Pero el VCF tenía tanto talento que, un minuto después, Mata voleó desde el segundo palo un centro desde la derecha de Silva (73) tras una contra. «La volea no es del todo buena, pero la toca Xavi y eso despista a Víctor Valdés, que fue compañero mío después en el Manchester United y me ha recordado mucho ese partido», detalla Mata. El Barça volvería a apretar el marcador en el tramo final con un zurdazo colocado del eléctrico Eto'o (m. 80), pero ya no le dio para empatar.
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Aquel Valencia tenía muchísima dinamita pese a las ausencias de Cañizares, Angulo y Albelda. Koeman estaba discutidísimo porque el equipo seguía perdiendo mucho en la Liga, y el técnico estaba enfrentado también a Joaquín Sánchez, fichaje pagado a precio de oro por Juan Soler (25 millones de la época). Pero la final de esa Copa del Rey se ganó muy bien ante el Getafe en el Calderón. Con mucha superioridad: marcaron el central Alexis a centro de Silva, anotó otra vez Mata de cabeza («cosa rara en mí», dice), y remachó Morientes tras una falta de Baraja (3-1). «Fue una celebración agridulce», rememora Mata, «sensaciones extrañas, un ambiente difícil». Tanto que, a la semana siguiente se perdió en Bilbao ante el Athletic Club y Koeman fue destituido. «La primera vez de las 250 que Voro ha cogido al equipo. Nos sirvió para enderezar el rumbo en la Liga», remata el delantero asturiano, que le desea, por supuesto, toda la energía posible a sus excompañeros Baraja y Marchena y la afición del Valencia CF, a la que está tan agradecido por ser la primera que lo hizo sentirse como lo que siempre ha sido: un futbolista de primera categoría. Mestalla disfrutaba entonces de grades jugadores y entrenadores, había incluso demasiado, un excedente de talento, un verdadero lujo.
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