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Este martes, 2 de julio, tiene previsto el Valencia CF cobrarse los pases de la temporada 2024-25. Renovaremos, la mayoría, por muchas razones: fidelidad, tradición, amor propio o simplemente por resistir ante la infamia de Lim. Pero somos conscientes de estar siendo sometidos a ... un atraco: precios de equipo de Champions (con un aumento del 5 al 10% respecto al año pasado) cuando, en realidad, se aspira por quinto año consecutivo a navegar en zona de nadie. El club anuncia las renovaciones de algunos de sus jugadores como grandes hazañas. Y 'sueña', dicen algunos medios, con jugadores que, en otros tiempos, atarían las botas a los futbolistas del VCF: Braithwaite, Rafa Mir o Luis Rioja. La dirección deportiva de Miguel Ángel Corona trabaja poco y mal. No solo hay que achacarlo a la racanería de Lim. Lo peor es la indiferencia de las instituciones valencianas, sin mover un dedo por liberar al club centenario del secuestro de Lim y de su condena a la más absoluta mediocridad. Ellos siguen a lo suyo: cómo acabar ese maldito estadio que no quiere casi nadie, ni siquiera Lim, arrumbando el recinto sagrado querido por casi todos: Mestalla. El desprecio por la hinchada es total.
Ridículo Mundial. No sabemos nada. ¿Quién le ha doblado el brazo a quién? ¿Qué hay detrás del 'sí' del VCF a ser sede del Mundial 2030 cuando ya había sido descartada por la federación? Todos saben ya cómo se las gasta Lim: ha chantajeado hasta el último momento a todas las instituciones partidarias de que el nuevo Mestalla sea una de las 11 sedes españolas (Ayuntamiento, Gobierno y federación española) a cambio de ventajas urbanísticas en el nuevo y el viejo Mestalla. Es un comportamiento macarra y las administraciones no deberían permitírselo más: con o sin Mundial, la prioridad debería ser buscarle una salida a Lim. El VCF merece recuperar la esperanza.
Baraja. El técnico del VCF, renovado hasta 2026, necesita ya sacar los dientes y exigir respeto (refuerzos). Hasta ahora no podía: primero porque se trataba de salvar al equipo del descenso como fuera y, segundo, porque él no tenía prestigio como entrenador ganado en esta temporada y media. Ya no hay excusa. No entendería ver a Baraja aceptar la permanencia como objetivo una campaña más. Demostraría una mansedumbre, una falta de ambición impropia de él. Y la grada tampoco se va a conformar con eso. El equipo o crece o está muerto.
Iborra y Morales. En esa amalgama de sentimientos e ilusiones del fútbol, el regreso de dos leyendas granota como Vicente Iborra y José Luis Morales, ambos de 36 años, supone un aliciente para Julián Calero. Dos pesos pesados para aquilatar la plantilla en experiencia, conocimiento y humildad. Al equipo le viene, en principio, de maravilla. Y a hinchada, también. Aunque ésta les va a exigir mucho: nada menos que el ascenso. Iborra regresa con honores mientras a Morales la gente le reprocha su marcha al Villarreal al descender el Levante y después de haber prometido nunca abandonar el barco. Pero si vuelve es por amor: redimirse y cerrar una carrera brillante en el club de su vida.
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