Lim ha sido una desgracia más en la historia de los valencianos, capaces de destruirlo todo, también lo más preciado, como el Valencia CF, pero pasará. Para él no somos nada, apenas una inversión fallida dentro de su fortuna de 2.300 millones de euros ... según la revista Forbes, una anécdota. Nosotros se lo dimos todo: un equipo respetado en Europa, un estadio comparable por su singularidad a Anfield o a La Bombonera, una afición fidelísima, unas autoridades generosas... Vaya ojo de don Amadeo Salvo y don Aurelio Martínez, vaya ojo (el uno presidente del Ibiza; el otro miembro de la ilustre tertulia Torino): le regalaron en 2014 el club más emblemático de los valencianos a un señor sin escrúpulos. Y vaya ojo de quienes, a pesar del camino inexorable hacia la liquidación, siguen ofreciéndole su complicidad: el Ayuntamiento, Tebas, la Agrupación de Peñas, la mayoría de exfutbolistas, la prensa blanqueadora... Pero pasará. Los resistentes a perder el lugar donde tantas veces fuimos felices (Mestalla), la mayoría de valencianistas (un 59% de fuera de la capital, me gusta recordar), lo volverán a levantar. Lim podrá acabar con el equipo, el club y el viejo Mestalla, pero no con la dignidad del pueblo valenciano para resistirse
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Baraja, una sumisión indigna. El técnico Rubén Baraja podía haber salido del banquillo del Valencia CF con la cabeza bien alta, después de un magnífico trabajo de año y medio, o con la cabeza gacha por el desastre de los últimos meses. Ha elegido la segunda opción. El discurso ambicioso tras haber salvado al equipo en su primera media temporada y la heroica segunda campaña quedando a mitad de tabla con muy pocos recursos, se desvaneció al firmar una renovación por dos años y ponerse el dinero en el bolsillo. Se olvidó de pedir un conjunto competitivo. Ya no era un entrenador sino un funcionario más en manos de la maquinaria depredadora de Meriton.
¿Dónde vas, Jaume Doménech? Tras caer el sábado ante el Rayo Vallecano (0-1), un humilde barrio de Madrid con un presidente estrafalario y sin director deportivo, los jugadores del VCF, liderados por el portero suplente Jaume Doménech, marcharon cabizbajos hacia la grada de los jóvenes seguidores valencianistas para pedirles perdón. Fue una patochada. Primero: ¿por qué se disculpan ante los más radicales y no ante todo el estadio? Segundo: ¿de qué piden perdón?, ¿de no dar más de sí?, ¿de ser muchos de ellos jugadores de Segunda? Tercero: ¿qué esperaban?, ¿un intercambio de pareceres de los jóvenes radicales tras una derrota tan dañina?, ¿un diálogo constructivo? La culpa no es suya sino de quienes diseñaron esta plantilla tan pobre. Su principal autor, Miguel Ángel Corona, forma parte de la leyenda negra del club, en el podio de la infamia junto con el director corporativo, Javier Solís.
Pero, cuidado, el partido no ha acabado. Como susurró Leonard Cohen, 'First we take Manhattan, the we take Berlin': «Nos sentenciaron a 20 años de aburrimiento; por intentar cambiar el sistema desde dentro; ya vengo, ya vengo a recompensarlos; primero tomaremos Manhattan, y entonces tomaremos Berlín».
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