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El delantero nigeriano Umar Sadiq, de 28 años, lleva cuatro goles en cuatro tiros entre los tres palos y ha dado, desde su llegada a ... Mestalla en el mercado de invierno, cuatro puntos al Valencia CF (los dos postreros empates ante el Villarreal y Osasuna y la victoria de este sábado frente al Valladolid). El 4 es el número de Sadiq y eso podría considerarse eficacia y no la del nuevo director general, Javier Solís, pieza clave en el hundimiento deportivo y moral del Valencia en los últimos cinco años: alejado ya a años luz de Europa, cediendo la tercera y cuarta posición histórica de la Liga en favor del Atlético y del Athletic, respectivamente, convirtiendo cada temporada en un vía crucis hacia la salvación y dispuesto a derribar su icónico estadio a cambio de un recinto sin personalidad por pura especulación urbanística. Las palabras del expresidente del Valencia Manuel Llorente en este periódico sobre Solís chirriaron en los oídos de miles de valencianistas. «Está preparado, es serio y eficaz. Posee suficientes conocimientos para gestionar el Valencia... si le dan autonomía». ¿Autonomía? Los ejecutivos de aquí presumen de ser el 'local management' cuando les conviene. Sacan pecho. Pero cuando vienen mal dadas, todas las decisiones provienen de Singapur. Expliquen, expliquen. ¿Quién pagó cinco millones por Cenk (inservible hasta para el Valladolid? ¿quién fichó a Marcos André por 8? ¿y los 10 por Almeida? ¿quién puso el ojo en Caufriez? ¿quién decidió vender a Mamardashvili al Liverpool y que se quedara cedido una temporada en el Valencia para salvarlo (va camino de descenderlo porque la cabeza la tiene en otro sitio)? ¿quién activó la descapitalización de la plantilla con muchos jóvenes y otros tantos prestados que cuando acaben su rodaje (Barrenechea) o su recuperación (Sadiq) volverán a su casita (Aston Villa y la Real Sociedad)? Solís solo ha sido eficaz en el peloteo a Lim.
Monarquía de pacotilla. Lo que le importa el Valencia a su máximo accionista, Peter Lim, se vio una vez más al enviar a Valencia su hijo Kiat y ungirlo como nuevo presidente en sustitución de la muy quemada Layhoon Chan. La puesta en escena resultó bochornosa: el chico, de 31 años, se presentó con sudadera negra, cuatro pelos en la barbilla a modo de perilla y un avión esperándole en Manises para regresar a Singapur, desde donde ejercerá su mandato. No hacía falta vestir de punta en blanco, pero sí un poco de respeto en la indumentaria si un día te conviertes por herencia en presidente del Valencia. Kiat no tuvo a bien dirigir unas palabras a los aficionados, pero sí a los obsecuentes empleados, aplaudidores entusiastas en una imagen que les acompañará siempre (me recordó a los asambleístas de la Federación Española rendidos ante Rubiales cuando gritó aquello de «¡Yo no voy a dimitir!»). El Valencia envió un vídeo con las imágenes de Kiat y una música de fondo para tapar qué era aquello tan importante pronunciado por el nuevo presidente y valorado con fervor por las varias docenas de trabajadores de la entidad. Ellos sí merecerían el descenso de categoría si no fuera porque el peloteo contiene premio en la monarquía absolutista de Lim.
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