Cada vez que veo al director corporativo, Javier Solís, o al director deportivo, Miguel Ángel Corona, hablando en televisión antes de los partidos del Valencia ... CF, se me cae el alma a los pies: la cháchara intrascendente, los cuatro tópicos de siempre, la falta de personalidad. A continuación comienza el encuentro y el árbitro dirige la contienda con la requerida profesionalidad hasta que, de repente, una jugada capital daña al equipo de Baraja mientras el encargado del VAR mira hacia otra parte. Está sucediendo en cascada en estas nueve jornadas desde el arranque del campeonato: el sábado en Son Moix con el escandaloso placaje dentro del área de Jaume Costa a Hugo Duro; las manos juguetonas de Odriozola dentro del área frente a la Real en Mestalla; el contundente derribo de un zaguero del Alavés otra vez a Hugo Duro en Vitoria; y la clarísima falta previa a Gayà de Nacho Vidal en el gol de la victoria osasunista (lo lanza contra la valla). La falta de peso institucional de Peter Lim para representar al Valencia causa estragos luego en el terreno de juego. Desde la marcha de Mateu Alemany, el Valencia es un donnadie en los despachos, ignorado por la Federación y por LaLiga. Al señor Tebas solo le interesa el apoyo de Lim a la promoción del mercado futbolístico español en Asia a través de Singapur, renovado esta semana.
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El MacroMundial. Desde fuera de Valencia, no se entiende cómo la ciudad no se vuelca en acabar el nuevo estadio a fin de albergar alguno de los partidos del Mundial de 2030. No entienden la prioridad de la mayoría de valencianistas: echar a Peter Lim; no entienden la pretensión de Lim de construir un campo de medio pelo, en una zona densísima de tráfico, sin querer aportar los cerca de 50 millones necesarios para acabarlo junto a los 80 millones del préstamo de CVC y los 30 por el terciario del nuevo Mestalla vendido a Roberto Centeno, yerno de Juan Roig; no entienden que miles de valencianistas preferirían derribar el recinto varado desde 2009 y reconstruir el viejo Mestalla, una obra emblemática y única; no entienden, en fin, que la posible acogida de un partido de este MacroMundial (café para todos) no debería condicional el futuro urbanístico de la tercera capital de España.
Racismo. En noviembre de 2004, el estadio Santiago Bernabéu acogió un amistoso entre España e Inglaterra y los gritos racistas a los jugadores ingleses de raza negra fueron tan evidentes que hasta el primer ministro británico, Tony Blair, salió a quejarse al gobierno español. Apenas nueve años después, un grupo de seguidores valencianistas profirió gestos racistas contra Vinicius, estrella del Real Madrid desde una grada de Mestalla, por lo que fueron expulsados de por vida y esa grada clausurada cinco partidos. Las frívolas declaraciones del delantero brasileño ante el juez esta semana («todo Mestalla me insultó») faltan a la verdad. Vinicius venía de burlarse en Son Moix de Portu, lesionado tras una entrada criminal de Nacho. Si uno quiere abanderar la lucha contra el racismo o cualquier otra, no basta con ser la víctima: debe dar ejemplaridad.
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