El domingo comenzó en nuestra región el campeonato oficial (...) Toda España se agita desde ahora hasta finales de mayo a impulsos de una nueva fiebre». Con este potente arranque, que certificaba el triunfo del fútbol en la sociedad de los felices veinte, escribía sus primeras ... letras en LAS PROVINCIAS hace hoy un siglo Santiago Carbonell Garañena.
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El joven que firmaba el texto, una crónica del Castellón-Valencia con que se abría el Campeonato Regional, iniciaba así un extraordinario camino que le llevaría, a lo largo de las cinco siguientes décadas, a relatar los progresos del deporte local de la mano de un inconfundible estilo, trufado de humor y referencias literarias y rubricado con asiduidad por el más famoso y reconocido de sus múltiples heterónimos: Sincerátor.
En un tiempo en el que el balompié se abría paso en los medios de comunicación entre préstamos y neologismos, el aterrizaje de Sincerátor en las páginas de este diario supuso un estallido de modernidad muy bien acogida por los lectores. Como Vicente Lozar en El Pueblo, Manuel David en La Correspondencia o Salvador Pont en El Mercantil, Carbonell practicó un periodismo fresco e imaginativo con el que contribuyó destacadamente a la renovación de los formatos y lenguajes de la prensa. Gracias a la aportación de este grupo de amigos, el deporte abandonaría la parquedad expresiva de la crónica telegráfica para convertirse en un atractivo informativo (además de literario) de primer orden.
Nacido en Alcázar de San Juan el 5 de julio de 1895, Carbonell vio desperezarse al nuevo deporte desde sus tímidos inicios. Establecido prontamente en Valencia, en 1908 ya formaba parte del Levante junto a los hermanos Víctor y José Ballester Gozalvo. De sus andanzas en el mismo descampado de Algirós que vería los primeros pasos del Valencia apenas hay testimonios: un puñado de 'notas de sport' diseminadas en la prensa y alguna breve referencia en «Historial del Valencia FC», obra inaugural de la historiografía futbolística local que nuestro protagonista escribiría en 1941. La carrera levantina de Carbonell, interior derecho, sería corta: poco después se asociaba al primitivo Valencia. Con posterioridad, mataría el gusanillo ejerciendo como árbitro y combinando actuaciones con el popular equipo de los periodistas (Los plumíferos) y varios conjuntos bancarios. Y es que ese mundo, el de la banca, fue uno de sus dos universos laborales. Para llegar al otro, el de la comunicación, es preciso dar un rodeo.
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Apenas abandonada la adolescencia, un Carbonell todavía virgen en el territorio de las rotativas se suscribió a revistas deportivas catalanas. Poco después, tras beber el veneno del fútbol en Barcelona, iniciaba una entusiasta correspondencia con un aficionado local con el que intercambiaba semanalmente postales con los resultados futbolísticos de la jornada. Era cuestión de tiempo que el muchacho, de prosa algo barroca pero punzante, se adentrara en la prensa aprovechando los nuevos caminos abiertos por el 'sport'.
En 1922 pasó a firmar sus primeros textos en El Día Gráfico de Barcelona y Valencia Deportiva. Conceptuado como simpatizante del Gimnástico, escribió también, puntualmente, en la prensa afín al club granota. Y, por fin, en 1923, tras una brevísima experiencia en El Pueblo, daba el salto a la que sería su casa hasta su muerte: LAS PROVINCIAS. A pesar de la centralidad de este diario en su vida laboral, Carbonell exploró con acierto otros senderos. Así, en 1931 se convirtió en la voz deportiva de Radio Valencia. Ya en la posguerra se adentró en el terreno bibliográfico como autor de media docena de publicaciones, entre el pionero «Anuario del Deporte Valenciano» (1940) y su obra cumbre, «50 años de periodismo deportivo» (1972), editada unas semanas antes de su fallecimiento. Además, lideró una de las primeras asociaciones de la prensa deportiva en Valencia, un sindicato profesional de periodistas y fue pieza clave en la edificación de la Ciudad Jardín junto a los jardines del Real.
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Quedó dicho atrás que la principal aportación de Sincerátor a la historia de nuestro periodismo fue el cambio de enfoque y estilo, dando paso a un modelo que sería imitado, cuando no directamente copiado, por sus seguidores. Hasta su entrada en LAS PROVINCIAS, las buenas crónicas firmadas en estas páginas por Luis Torres o Antonio Calvo repetían, generalmente, el mismo patrón: breve comentario y relato cronológico del partido. Carbonell fue más allá incluyendo en sus escritos frecuentes apelaciones al lector, anécdotas, chascarrillos o chistes. La excelente formación intelectual y la erudición de Sincerátor sirvieron para vestir con llamativos ropajes sus textos. Abundaron, así, las metáforas, personificaciones y greguerías en sus crónicas y en secciones como «Notas de mi blok», «Mirador» o «Carnet de notas», en la revista Torneo. Y en sus escritos los deportistas alternaron con frecuencia con personajes literarios, históricos o mitológicos.
Como puede deducirse de la elección de su seudónimo, Carbonell se expresaba sin ambages, con sinceridad y de manera clara y directa. Tuvo por ello épocas de mayor y menor proximidad a clubes, deportistas y compañeros de profesión. En 1968, por ejemplo, sufrió en carnes propias la ira de Mundo, por entonces entrenador del Valencia, tras sus frecuentes críticas. El mito valencianista, vehemente pero noble, acabaría firmando la paz con el ya anciano cronista. Estas características señas de identidad, unidas a la creciente demanda de sus textos por parte de otras empresas comunicativas (Campeón, Hoja del Lunes, Triunfo, Torneo, ABC, Deportes, El Norte de Castilla y un largo etcétera de cabeceras) reportaron al cronista una enorme popularidad y un indudable prestigio dentro y fuera de Valencia. Ya durante el franquismo, la Delegación Nacional de Educación Física y Deportes y la Federación Española de Fútbol reconocerían y premiarían su magisterio periodístico. Mucho antes, en 1926, había recibido la Cruz de Beneficencia al socorrer junto al doctor Simón Barceló, en peligro de muerte, a las víctimas de una explosión en una pirotecnia.
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