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Si la grada de la Mar de Mestalla fuera un gato, sería el de Schrödinger. Ya saben, ese físico que dijo que mientras no se abriera la caja en la que había un gato y veneno, el animal estaba tanto vivo como muerto a la vez. Como el Valencia CF, que ahí sigue, pese a que parecía que estaba ya en Segunda. O la grada de la Mar, claro, sobre la que pesa una sentencia del Tribunal Supremo de 2005 que declara ilegal la ampliación del 2000 y que la Federación de Asociaciones de Vecinos de Valencia enarbola como arma arrojadiza contra Meriton. Sobre la cuestión pesa una amenaza más o menos velada: «O construís el Nou Mestalla o exigimos el derribo». La grada es, a la vez, legal e ilegal.
Los hechos se remontan al año 1998. El Ayuntamiento aprueba las obras de ampliación de las gradas de la Mar, Gol Gran y Gol Xicotet, recayentes todas la avenida de Aragón. La conselleria de Obras Públicas (curioso que llamara igual hace casi un cuarto de siglo que ahora) lo refrendó un año después. Los trabajos terminaron en 2001 y elevaron el aforo del coliseo hasta los 52.000 espectadores, aunque ahora caben unos 47.000, aproximadamente. Pero la oposición en el Ayuntamiento y los vecinos de la avenida de Suecia siempre tuvieron dudas de las obras porque parecía que no estaban suficientemente argumentadas. Así que las llevaron a los tribunales.
Pero el Valencia CF es demasiado grande como para enfrentarse frontalmente contra una afición compuesta por miles de personas. Se dice que no se pueden ganar unas elecciones sin los falleros. Pues a principios de siglo, era imposible hacerlo si te plantabas cara a cara contra el Valencia CF, que venía de ganar una Copa del Rey y estaba a punto de vivir el mejor momento deportivo de su historia. Así que sí, los vecinos llevaron la cuestión a los tribunales. En 2002, el Tribunal Superior de Justicia de la Comunitat Valenciana dictaminó que las obras eran ilegales y el Tribunal Supremo confirmó la sentencia. Es 2005: el Valencia acaba de proclamarse supercampeón de Europa tras ganar el doblete en 2004, año en que fue proclamado mejor club del mundo.
¿Se acuerdan lo que comentábamos antes de que había que tener valor para enfrentarse a la entidad de la avenida de Suecia? Pues imagínense ahora. La Federación de Asociaciones de Vecinos propone no exigir el derribo de la grada, en parte gracias al movimiento de la alcaldesa, Rita Barberá, que empieza a dejar caer que estaría genial que el Valencia CF tuviera un nuevo estadio. La historia posterior la conocen a la perfección: se promete un campo de categoría mundial, que podría albergar una final de Liga de Campeones, donde el Valencia jugaría en la temporada 2009-2010. Para ello, se hacen varias permutas urbanísticas y otras complejas operaciones que terminan adjudicando a la entidad de Mestalla una parcela en Benicalap, junto a Cortes Valencianas, para levantar lo que se llamó muy pronto el Nou Mestalla (ni hablar de la opción de cambiarle el nombre). Pero luego llega la crisis y el campo se paraliza: las obras comienzan en 2007 y se detienen abruptamente en 2009.
«Vale, ¿y qué hacemos ahora con Mestalla?», se preguntan en la avenida de Aragón, pero también en Tabacalera y la plaza del Ayuntamiento, y en el Parque del Oeste, donde tiene su sede de la Federación de Asociaciones de Vecinos. El movimiento de Barberá había hecho creer a los vecinos que bueno, para qué iban a exigir el derribo de la grada si el Valencia CF se iba a ir a Benicalap en unos pocos años. Pero la paralización de las obras pone en sobreaviso a la Federación.
Pasa el tiempo. Se vende el club y llega Peter Lim. Los incumplimientos constantes del magnate singapurense terminan por enfadar a (casi) todo el mundo en la ciudad, incluido el Ayuntamiento, que adopta una pose beligerante (y ciertamente ventajista, conforme se acerca mayo de 2023) contra el máximo accionista, o la Federación de Asociaciones de Vecinos, que comienza a avisar de que la sentencia está ahí, pendiente de ejecución.
En el Valencia CF están tranquilos porque este tipo de sentencias tienen un plazo de ejecución de 15 años. En la federación. también, porque entienden que los plazos de la Actuación Territorial Estratégica (ATE) del Nou Mestalla dejaron en 'standby' los de la sentencia: vaya, que mientras la ATE estaba en vigor, se paralizaba ese plazo de 15 años. Pero la ATE ha caducado y todo el mundo quiere algo del Valencia CF, lejos de sus años dorados. La afición quiere que Peter Lim venda sus acciones (casi 700 millones de euros tendría que desembolsar un posible comprador) y los vecinos y el Ayuntamiento, que termine el estadio de Benicalap.
Así las cosas, la federación ha desempolvado la sentencia y amenaza con exigir su cumplimiento si el Valencia CF no finaliza su traslado. En mayo de 2021, la entidad que preside María José Broseta amagó con pedirlo. Como quiera que, ahora sí, el Valencia CF de Singapur está dando tímidos pasos hacia el nuevo estadio la cuestión parece cerca de solucionarse y quedar en la historia del estadio más viejo de Primera como otro vericueto inteligentemente sorteado por ese monstruo de sueños y hormigón.
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