En diciembre de 2014, Meriton firmó ante notario la compra del Valencia. En ese momento se inició una etapa que cuatro años después no ha cubierto las expectativas en lo deportivo y en lo económico. La competición siempre forma parte de un futuro incierto pero el área económica siempre debe estar envuelta de una realidad contable exigida para garantizar la supervivencia del club. En la auditoría del Valencia, temporada tras temporada, siempre se reitera el compromiso de que el máximo accionista, Peter Lim, garantiza el apoyo financiero suficiente para mantener el equilibrio presupuestario en la entidad. Los números pintan que esa ayuda va a ser fundamental en el club de Mestalla.
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La deuda sobrepasa los 500 millones de euros y las contingencias, como las de Porxinos y Bruselas, lejos de resolverse son cada día un problema más grande. En ambos casos están provisionadas pero hay que contar con el dinero. Aquí el problema es de tesorería.
Uno de los grandes problemas de la gestión de Meriton es que el coste de la plantilla se le ha ido de las manos a los gestores. Al término de la temporada 2014/15, la primera del magnate de Singapur en Mestalla, el coste de la plantilla era de 143 millones de euros. Al cierre de la campaña anterior, según los datos de la auditoría, era de casi 227 millones de euros y para la actual se prevén 276 millones de euros. En este apartado entran los derechos de adquisición de los jugadores y otro inmovilizado intangible.
Una de las causas del déficit con el que el Valencia de Lim cierra los ejercicios es el gasto de plantilla. Los números rojos son una constante desde la llegada del magnate y el descontrol que existe sobre los sueldos es lo que provoca que no se cumplan las previsiones presupuestarias que se marcan al inicio de la temporada. Como se demuestra al final de cada temporada, las cuentas con las que el Valencia comparecerá ante la junta de accionistas siempre son ficticias.
Meriton, en las operaciones de enajenación de los jugadores -el beneficio que logra por la venta de futbolistas- siempre ha cerrado con beneficios. La temporada pasada logró 30 millones de euros -la previsión eran 45 millones- y el dinero que no ingresó lo logró en otras partidas que fueron mejor de lo previsto. El problema es que no se supieron gestionar bien cuestiones como el gasto de la plantilla -sueldos-, lo que provocó que el déficit engordará en unos 20 millones de euros.
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El club, desde que Lim llegó a la propiedad mayoritaria, siempre ha cerrado en positivo él área de beneficios por ventas -enajenación de jugadores-. En su primer año, todavía con Amadeo Salvo en la junta directiva, este capítulo se cerró con casi 34 millones de euros tras las operaciones realizadas a lo largo de la temporada -los defensas Mathieu y Bernat fueron las grandes ventas-. Una cantidad parecida se obtuvo en la siguiente campaña -el argentino Otamendi fue la operación estelar-. Los grandes beneficios se obtuvieron en la temporada 2016/17, con un total de 70 millones de euros. Al inicio de esta campaña se cerraron los grandes traspasos de la era Lim con la venta de Alcácer (30), André Gomes (37) y Mustafi (41). El total de las ventas sumó un total de 116 millones de euros. En la último auditoría, los beneficios por la venta se cifraron en 30 millones de euros. Los datos de esta temporada se conocerán al concluir la misma.
Las grandes variables de la época de Lim en el Valencia se resumen en un total de 408 millones de euros en la adquisición de jugadores. Algunas operaciones han sido rentables como la de André Gomes o Cancelo pero otras han sido claramente ruinosas y tienen el nombre propio de Álvaro Negredo, Enzo Pérez, Abdennour y Aderlan Santos. La sombra de los dos últimos todavía planea sobre la tribuna de Mestalla porque no han sido traspasados a otros equipos. En el mismo periodo, el Valencia ha ingresado por venta de jugadores algo más de 287 millones de euros.
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A 30 de junio de este año, según los datos de la auditoría del club, había 48,4 millones pendientes de cobro por venta de jugadores. A esta cantidad habría que añadir los 27 millones de las ventas realizadas antes de que se cerrara el último mercado de verano.
En el lado contrario se contabiliza el pendiente de pago por la compra de futbolistas en la misma fecha. El Valencia tiene que abonar más de 95 millones de euros, a lo que hay que añadir los 71 millones que se recogen en la memoria por las operaciones realizadas entre el 1 de julio y el 31 de agosto.
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Esta es la tesitura económica con la que el Valencia se presentará en la próxima junta general de accionistas. Los números son preocupantes y el hecho de que el equipo esté alejado de los puestos de la Liga de Campeones es un horizonte que no ayudará para cuadrar el futuro económico de la entidad. El club siempre deberá confiar en el músculo financiero de su propietario.
En condiciones normales, la junta de accionistas del Valencia debería ser un trago para la directiva del club de Mestalla. El hecho de que el 82% de las acciones estén en manos de una mercantil resumen las intervenciones de los minoritarios en un derecho a la pataleta. Si con esto no fuera suficiente, el Valencia ha convocado la junta para el viernes 7 de diciembre, en pleno puente festivo y con el fin de que sean pocos los que tengan el ánimo de ir a escuchar las explicaciones sobre las cuentas de una entidad a punto de ser centenaria. El año pasado, el presidente, Anil Murthy, echó gasolina con un durísimo e incomprensible comunicado sobre los buenos y malos aficionados. El director general, Mateo Alemany, salió a hacer un quiebro y calmar los ánimos. El nuevo Mestalla y la deuda de la entidad son dos temas vitales que se deben tratar.
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