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J. CARLOS VALLDECABRES
VALENCIA.
Viernes, 12 de abril 2019, 01:33
Peter Lim presenció ayer en Vila-real el partido del Valencia. El hotel de la playa donde se suele alojar cada vez que viene a la ciudad se convertirá desde hoy en el punto neurálgico donde se tienen que decidir los trazos más gruesos del Valencia del futuro. Y buena parte del tiempo que tiene que dedicar el empresario de Singapur es para darle conformidad a la venta definitiva de la parcela de Mestalla.
Al respecto, todo el trabajo ya está hecho. Deloitte, de hecho, ha cumplido con su cometido. En mayo del año pasado firmó un compromiso con el Valencia para buscar no sólo comprador al viejo estadio sino la fórmula financiera adecuada para la reactivación y posterior explotación del nuevo campo, y todo está a la espera del dictamen final del máximo accionista. Aunque Deloitte ha situado en la recta final tres propuestas en total, después de descartar bastantes, en una operación de estas características y teniendo en cuenta las hipotecas que hay sobre el solar, a Bankia le corresponde jugar también un papel importante. Es inevitable pensar que en algún momento se ha tenido que pasar por el filtro del banco.
De momento, Bankia no se pronuncia oficialmente al respecto pero sin perder de vista las peculiaridades del propio banco -intervenido por el Gobierno-, la entidad nunca permitiría una aventura en la que su posición saliera desfavorecida.
El gran problema que ha habido Deloitte durante este año de trabajo es que se ha encontrado con importantes diferencias entre lo que pedía el club y las posibilidades que realmente ofrece el mercado. Si al final, como todo parece, es la cooperativa de viviendas ADU Mediterráneo la que acaba adquiriendo la propiedad de la parcela del viejo Mestalla por esos cien millones de euros , no se habrán satisfecho las condiciones que bajo mínimos siempre había deseado el club. Durante muchos años, los 140 millones fue el precio que se barajó como base para negociar, pero teniendo en cuenta la crisis que se ha vivido, en el Valencia se hablaba de una cifra que podía situarse en torno a los 120 millones de euros, cantidad que vendría a compensar lo que más o menos falta por gastar para acabar el nuevo estadio (tras las últimas reducciones podría estar en torno a los cien millones de euros). Esa cifra del centenar de millones como precio global de la operación se sitúa casi al borde del propio valor contable que el club otorga al solar en sus cuentas. Es decir, ni pelotazo ni beneficios ni nada en esa línea, al menos a priori.
Según las cuentas que presentó el club a sus accionistas en la última Junta, el valor de Mestalla se fija en algo menos de 112 millones de euros. Una simple operación, teniendo en cuenta que se vende por 100 millones, arroja un saldo negativo de 12 millones, sin contar los gastos que en cualquier operación de venta se generan (comisiones, escritura, plusvalía, etc.).
Tampoco hay que olvidar un aspecto. A Juan Soler se le recompró en su momento la famosa parcela R1 (2.295,73 metros cuadrados) por 90 millones de euros. Es decir, el Valencia adquirió esta porción al expresidente a razón de 39.203,22 euros el metro cuadrados.
Sin embargo, cogiendo las cifras que se manejan en la actualidad, los precios varían sensiblemente. A la baja. Es decir, si se pagan cien millones por una superficie total de 13.471,70 metros cuadrados, eso arroja que el Valencia vende cada metro cuadrado a 7.422,9 euros. La diferencia es pues bastante sensible, aunque hay que tener en cuenta la caída que ha sufrido el sector inmobiliario. Lo preocupante, en cualquier caso, es que el Valencia no genera con esta operación suficientes beneficios para solventar al menos una parte de la deuda con Bankia.
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