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«Mestalla hervía y mucho más tras mi expulsión, el ambiente era espectacular, miércoles, la afición estaba enfadadísima», rememora José Miguel Torres, el exdefensa valencianista ... cuya misión, marcar al hombre a Rabah Madjer, se vino abajo en el minuto 33 de aquel memorable Valencia-Oporto de los dieciseiavos de la Copa de la UEFA del 1 de noviembre de 1989. El árbitro escocés, George Smith, mandó a la ducha al zaguero de La Vall d'Uixó ante la estupefacción de la grada. Torres quedó hundido. Su imagen, con los brazos en cruz, se convirtió en la cabecera del 'Minut a Minut' durante años, la impotencia ante la injusticia arbitral. «A Madjer lo conocía muy bien porque había jugado con nosotros un año antes», explica Torres 23 años después. «Lo agarré por la cintura para frenar una contra y nos sorprendió mucho que el señor Smith me expulsara primero porque entonces todavía no estaba la regla de expulsar al último hombre; segundo porque estaba casi en el centro del campo; y tercero porque los árbitros británicos permiten más el contacto. Habríamos pasado de haber jugador 11 contra 11», remata. El mito de Síssifo lo protagonizó esa noche Emilio Fenoll, el genio de Torrent, que marcó un triplete al meta Vitor Baia del entonces todopoderoso Oporto, campeón de Europa dos años antes, pero ese 3-2 con un hombre menos casi todo el partido no fue suficiente para salvar el 3-1 de la ida en Portugal.
«Peleábamos contra un gigante (el Oporto había sido campeón de Europa dos años antes contra el Bayern con un gol de tacón de Madjer)», contextualiza Fernando Gómez, el maestro y capitán valencianista aquella noche. «Nosotros veníamos de ascender unos años antes y de contar con un equipo muy joven de muchos valencianos: Camarasa, Voro, Giner, Torres, Fenoll, Subirats... casi todos éramos valencianos». «El Oporto era muy respetado en Europa y ya veníamos de un gol anulado a Arroyo en la ida que no era fuera de juego».
Fenoll ha pasado a la historia del VCF por aquel recital ante el Oporto. Fue un genio que enamoraba a la grada pero no a los entrenadores. Y aquella noche enseñó todo su repertorio: uno gol de cabeza, uno con la izquierda (la suya) y otro con la derecha. «El primero llegó tras un centro al área de Arroyo (m.39)», relata el extremo zurdo de Torrent; «El segundo en una jugada arrancada en el centro del campo, regateando a todos los rivales, en eslálom, y clavando la pelota con la zurda por la escuadra (m. 62); y, en el tercero, le hice el desmarque a Subirats, con quien me entendía muy bien, controlé con la izquierda, recorté y envié con el interior de la derecha al palo (m. 89)».
«Fenoll tenía un uno contra uno espectacular, comparable a Gordillo en aquella época o a Vicente tiempo después», describe Torres. «Era muy inteligente jugando», añade Fernando, «tenía un dribling muy fácil; en una buena tarde, levantaba Mestalla de sus asientos». ¿Y por qué fue tan irregular?». «Porque Víctor Espárrago [el entrenador uruguayo de aquel Valencia] era muy defensivo y yo era muy ofensivo», responde Fenoll. «Él prefería a Eloy Olaya, que trabajaba más que yo en defensa», añade. El caso es que Fenoll, tras la exhibición ante el Oporto, fue titular un par de partidos seguidos, pero volvió pronto al banquillo. «Yo tenía que demostrar más que el resto de compañeros para ser titular y eso te va minando», continúa el extremo, que ahora trabaja como técnico de dos Benjamines de la Asociación de Exfutbolistas y en el programa 'Cor Blanquinegre' de la Fundación del club. «Javier Clemente me dijo que, en cuanto jugara cinco partidos seguidos, me iba a llevar a la selección, pero no se dio. La prensa y el público pedían que jugara y Espárrago a veces no tenía más remedio». En aquellos días, Fenoll se enfadó mucho con el técnico uruguayo («fue a hablar con él dos veces a su vestuario»), pero, con el tiempo, ha llegado a comprender al entrenador. «Era su filosofía y ya está. Nos hemos encontrado años después y me tenía mucho cariño. Y yo le decía: 'Cabrón, me podías haber puesto mucho más (jajaja)».
«Espárrago nos dio seriedad y disciplina. Vino como anillo al dedo. Era lo que necesitábamos», matiza Fernando Gómez. «El club acertó con él, había que dotar al equipo de estructura y él lo hizo», agrega. «Espárrago era un hombre muy justo», abunda Torres. «Un día, ante el Vitoria de Bucarest, saqué de cabeza un balón bajo palos y me dio la enhorabuena delante de todos. Otra vez, contra el Zaragoza, me mandó marcar a Pardeza, recién convocado por Miguel Muñoz para la selección española, y no tocó ni bola». En aquella época los marcajes individuales estaban a la orden del día, y más todavía en los córners y jugadas de estrategia. «Yo marqué a casi todas las estrellas de entonces. El más difícil fue Futre. Por su velocidad. Yo era el segundo más rápido de la plantilla del VCF después de Arias, pero Futre todavía era más», detalla Torres.
¿Y Madjer? «A mí, cuando se fue, me regaló unas botas Adidas. Me dijo que me las daba por ser buena persona», recuerda Torres. «Aquí le gastábamos muchas bromas. Por ejemplo, en el Ramadán pasaba mucha hambre y le pasábamos el plato de comida por delante. Era rapidísimo y no se escondía: trabajador». «Una calidad excepcional», tercia Fernando, «muy parecido a Kempes. Lo hacía todo con mucha naturalidad y sencillez. Saltaba muy bien y tenía cambio de ritmo, pero se lesionó en Murcia y no pudo triunfar». Madjer solo jugó 14 partidos con el VCF y marcó cuatro goles.
El Valencia de Espárrago formó aquel día con Otxotorena, Nando, Torres, Voro, Arias, Camarasa, Quique, Fernando, Arroyo, Fenoll y Toni Gomes. Durante el encuentro, entraron Tomás por Camarasa y Subirats por Quique Flores. «Yo salí para marcar a Madjer», advierte Torres, «y jugamos con tres centrales (Voro, Arias, Camarasa) y dos carrileros largos (Quique y el propio Torres) con Nando avanzado al centro del campo junto a Fernando y a Arroyo». El Oporto de Artur Jorge capitaneado por João Pinto hizo valer su condición de grande de Europa ante el entusiasmo del emergente Valencia. La traca final de Emilio Fenoll no sirvió para pasar la eliminatoria, pero sí quedó para siempre en el corazón del valencianismo.
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