Hubo un tiempo en el que si de algo podía presumir la Comunitat Valenciana era de 'germanor' entre los equipos de Primera. Cada vez que había un derbi, como el que se va a jugar esta tarde en Mestalla, y fuera el campo que ... fuera, los jugadores de uno y otro equipo saltaban al césped llevando una gran senyera. Eran tiempos en el que desde la cabeza de la Generalitat con Eduardo Zaplana al frente, el sentimiento de unidad entre los clubes se imponía aparentemente por encima de intereses económicos y deportivos. Pero todo se ha ido apagando con el paso del tiempo.
Posiblemente, empezó a apagarse el día que el Valencia dejó bastante tocado –por no decir hundido– al Villarreal. Es más que probable que muchos de los aficionados que hoy llenen las gradas de Mestalla ni se acuerden o ni hayan oído hablar de lo que ocurrió el 5 de mayo de 2012. Hace once años de aquello y algunos, como por ejemplo Manuel Llorente, presidente entonces del Valencia, todavía prefieren evitar cualquier tipo de comentario sobre lo que ocurrió aquella tarde, tanto de puertas para afuera como de puertas para adentro.
«Lo único que puedo decir sobre las consecuencias de aquel partido es que me supo realmente mal porque se perjudicó a un equipo valenciano», confesaba este martes Llorente, que además de dirigente valencianista estuvo y está todavía muy vinculado de alguna manera a la familia Roig. Uno de los Roig –Paco–, tiene a Llorente como enemigo número uno pero con Fernando –presidente del Villarreal– y con Juan –mecenas del Valencia Basket– la cosa difiere bastante.
¿Qué pasó realmente aquella tarde de 2012? Pues sencillamente algo que hoy podría suceder, con algunas ligeras diferencias –el número de jornadas que restan para acabar la Liga, que esta vez son más– pero justo al revés. Es decir, el Valencia fue quien le apretó la soga al cuello al Villarreal en la penúltima jornada de la 2011-12. Un partido después y aún a pesar de todos los pronósticos, los amarillos se pegaban el gran tortazo bajando a Segunda División, algo inimaginable apenas unos días antes. El derbi de Mestalla terminó 1-0.
Hasta ahí, nada extraordinario que reseñar más allá de la rivalidad deportiva y la oligación de unos y otros de buscar la victoria. Pero el partido, en la previa y durante el mismo, estuvo salpicado por una serie de circunstancias que lo hicieron 'especial'. Al encuentro de esa penúltima jornada de Liga llegaba el Villarreal sabiendo que le bastaba con sumar un punto en las dos últimas jornadas para asegurar matemáticamente la permanencia. El Valencia, en cambio, afrontaba el derbi con la tercera plaza asegurada –qué envidia con el panorama de hoy– si conseguía amarrar los tres puntos, algo que durante el mismo encuentro ya se supo que no hacía falta porque con un empate le bastaba, al estar ganando el Atlético de Madrid al Málaga –cuarto, a tres puntos de los valencianistas–. El Valencia ganó y además lo hizo de la manera más dolorosa posible: minuto 92, gol de Jonas que lo celebró por todo lo grande. «Parecía que había ganado la Copa de Europa», recuerda Toni Alegre, periodista que desde el punto de vista profesional ha estado muy vinculado al devenir del Submarino amarillo.
«Han pasado muchos años de aquel partido. Al quedar la última jornada por disputar no levantó mucho revuelo, todavía se confiaba en las posibilidades del equipo. Pero estaban muy cascados ya los jugadores, fue un año muy duro. Aún así, pasó algo increíble, se dieron todas las circunstancias para que al final acabara bajando el Villarreal, que con un empate en casa contra el Atlético hubiera tenido suficiente», recuerda Alegre.
Así fue. El 1-0 del Valencia no sentó bien en Vila-real, sobre todo en la zona noble, aunque el periodista afirma con rotundidad: «Los Roig siempre han defendido la deportividad por encima de todo. Nunca les oído ningún comentario al respecto, ellos siempre han defendido y lo han demostrado que la obligación de todos es salir a ganar».
Esa jornada 38 fue terrorífica para el Villarreal. Pasó todo lo que no tenía que pasar. Ganó y de qué manera el Rayo al Granada –por momentos estuvo descendido el equipo andaluz–: en el minuto 91, con gol de Tamudo en claro fuera de juego –hoy no hubiera subido al marcador por la revisión del VAR– y con invasión de campo por parte del público como remate final. El Villarreal, en esa última jornada, perdió 0-1 en casa con gol de Falcao a dos minutos para el final.
«Ese partido estuvo cargado de tensión por la rivalidad que había entre los jugadores de uno y otros equipo. No quiero comentar nada más, los datos objetivos son que al Valencia le hacían falta tres puntos de los últimos seis para garantizarse la Liga de Campeones –el Real Madrid fue campeón con 39 puntos de ventaja sobre los blanquinegros– y el Villarreal necesitaba empatar al menos uno de los dos últimos encuentros», se limita a apuntar Manuel Llorente.
Hoy, el Valencia necesita sumar los tres puntos después del golpe sufrido en Cádiz, donde se rompió la buena dinámica que aparentemente había enganchado ganándole al Elche y al Valladolid. Los amarillos vienen crecidos después del 3-1 al Celta y con aspiraciones de afianzarse cuanto menos en esa quinta plaza que parecía casi imposible cuando se produjo el relevo en el banquillo. Precisamente, Quique Setién –que estuvo a punto de fichar en Mestalla porque era el candidato de Alesanco– sustituyó a Emery, quien era entrenador en 2012 del Valencia.
Precisamente, ese partido contra el Villarreal –entonces dirigido por Lotina, quien compartía representante con Emery– fue la despedida del técnico vasco del Valencia. Mestalla despidió a Emery con cruel frialdad.
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