![Kubo y Foulquier, en la disputa por un balón dividido](https://s2.ppllstatics.com/lasprovincias/www/multimedia/202202/26/media/cortadas/1445425948-U120314046228uLC-U1601120119892fJH-1248x770@Las%20Provincias-LasProvincias.jpg)
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La Navidad ofrece siempre esa imagen entrañable de los aeropuertos, con unos padres recibiendo al hijo que está de Erasmus en Bolonia (pasándoselo de lujo, por cierto). Ese abrazo sentido al imprescindible de sus vidas. Gabriel Paulista también ha estado unos meses fuera. Concretamente cuatro. Una lesión que ha decidido tratarse en Madrid por desconfianza con el equipo médico del Valencia. Todos sus compañeros lo agasajaron. Con afecto. Con pasión. Porque el brasileño es el futbolista más necesario del conjunto blanquinegro. Bordalás abría cada día la puerta del vestuario y fijaba la vista en la taquilla huérfana del central. Depresión. Y así le iba al Valencia. Sin victorias y con una endeblez defensiva impropia de los equipos dirigidos por el alicantino. Llegaba la cita de Mallorca y el preparador ni lo dudó. Titular. Nada de reintegrarlo con tiento. A lo bruto. Que tome los minutos necesarios para la cita del miércoles, la vida del equipo. Y a los 180 segundos de partido se hizo presente. Le llegó un balón procedente de un rechace de Raíllo y no dudó. Zapatazo al canto desde 29,7 metros. Enfiló la portería y se coló tras rozar el larguero. Grandioso. El mejor gol de la temporada. La maniquea frase de que si ese tanto lo anota Vinicius tenemos gol hasta en la sopa es real como la vida misma. Porque fue de una plasticidad asombrosa. El cuerpo en posición perfecta, la pelota salió con una violencia descomunal y hasta la estirada fallida del portero acompañó. Era el regalo a los compañeros y a su público por el regreso a su escenario natural.
Bordalás volvió a apostar por tres centrales. Se sintió obligado por las ausencias de Gayà y Lato. Desconfiaba de la mocedad de Jesús Vázquez y aprovechó para atiborrar la defensa. Exponía a Paulista pero lo arropaba con Diakhaby y Alderete. Las bandas quedaban para Yunus chico para todo y Foulquier (otro multiusos). El francés en la zona izquierda. Como si le pone a barrer. Cumpliría. El tanto del brasileño le allanaba el planteamiento. Rehuía de la posesión. Insistía en la presión alta para robar el balón lo antes posible y buscar una contra mortal. Pero un menudo futbolista destrozaba la teoría. Kubo tomaba el protagonismo que se le presumía en el Mallorca a Kang In, convertido en un insulso futbolista, con escasa trascendencia. Más oscuro que cuando abandonó Valencia. Algo tendrá el agua cuando la bendicen. Bueno, al lío. El japonés cedido por el Real Madrid rompía las líneas de presión y, además, cargaba de tarjetas a los valencianistas. Dos acciones suyas afectaban a Bryan Gil y a Alderete. Pudo ocurrir con alguno más pero el árbitro estuvo condescendiente. Además del paraguayo, Diakhaby también había sido amonestado. Dos de los tres centrales con el peligro acechando. Pero mantuvieron la compostura durante todo el encuentro pese al empuje bermellón.
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El Valencia buscaba alguna salida jugada para generar nerviosismo en el rival. Lo consiguió en un chut de Foulquier que paró Sergio Rico y en un mal remate de Carlos Soler a pase de Yunus. El capitán se precipitó porque estaba solo. El Mallorca respondía con una acción de Dani Rodríguez y cuando la primera parte moría llegó la única jugada discutida del choque. Un centro de Yunus al que no llegó Hugo Duro, que se quejó de un empujón. Dudoso. La última acción fue de Kubo, siempre Kubo, insistente Kubo, en un chut cruzado tras un malísimo despeje de Foulquier.
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La segunda parte se inició eléctrica. De ida y vuelta. Foulquier y Carlos Soler por aquí, Take Kubo (sí, otra vez), Maffeo y Muriqi por allá. Bordalás presumía el panorama futuro y retiró a Hugo Duro para dar entrada a Ilaix. Músculo. En teoría, porque el canterano del Barça no hace nada. Y si se le escapa algo, es horroroso. El caso típico de chaval que deslumbra en torneos de verano porque en esas edades la diferencia física lo marca todo. Y como ha sido un figurón en categorías inferiores se cree que como profesional debe ser el mejor pagado (el Barcelona se negó) y que con poco le sobra (en el Leipzig, donde lo desenmascararon tan pronto que no jugó nada). Aún así, tuvo el segundo del Valencia en un cabezazo que salvó Sergio Rico.
El Mallorca apretaba cada vez más y al Valencia se le descubrían las carencias. Al menos se mantuvo firme en defensa, hecho que en otros días le ha penado. Pero le falta criterio para jugar al fútbol, que es precisamente de lo que trata este deporte. No llegarán jamás a ser conscientes de lo necesario que era Parejo. El equipo carece de un perfil como el madrileño. Coherencia, pausa, método, juicio, sensatez. En el actual Valencia la pelota sobrevuela el centro del campo. No hay nadie que ejerza la labor de creación. Soler es un pelotero fantástico, pero no para esa labor. Y forzarle a hacerla es perjudicarle. Si no tienes el balón, quien lo tiene es el contrario. De perogrullo.
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Las ocasiones llegan. En el caso del Mallorca fue más posesión que precisión. La única acción peligrosa fue un cabezazo de Muriqi. Ya cumplido el minuto 90 llegó la tontería del día. Ilaix cometió una falta desagradable que le enviaba a la caseta al ver la segunda amarilla. Salía para ayudar y acabó fastidiando. Pero el Valencia consiguió aguantar el marcador y machacar por fin la racha de siete partidos sin ganar. Todo a cuatro días de la Copa del Rey. Mejor augurio, imposible.
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