Del sueño a la perversa pesadilla

El Rayo Vallecano recibe al Valencia CF para el partido correspondiente a la jornada 31 de LaLiga Santander, a las 18:30 horas en Vallecas.

El entrenador del Valencia ha revolucionado el once inicial con la cabeza puesta en el encuentro de Europa League ante el Villarreal. Se quedaron fuera Piccini, Coquelin y Sobrino por lesión y Kang In por decisión técnica. Vuelve Paulista y, desde el principio, también lo hacen Roncaglia por Wass, Ferran por Soler, Cheryshev por Guedes y Mina por Gameiro.

Once de Marcelino García Toral: Neto, Roncaglia, Gabriel Paulista, Diakhaby, Gayà, Ferran Torres, Parejo, Kondogbia, Cheryshev, Rodrigo y Santi Mina.

Once del técnico local, Paco Jémez: Alberto García, Advíncula, Abdoulaye Ba, Gálvez, Tito, Mario Suárez, Pozo, Embarba, Bebé, Álex Moreno, Raúl de Tomás.

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Nueve puntos en seis días. El Valencia se plantó el 31 de marzo en el Pizjuán para conquistar los tres puntos, repitió el 3 de abril como local ante el Real Madrid y hoy quiere rematar su semana mágica birlándole al Rayo Vallecano el botín al sur de la capital. Al conjunto blanquinegro, lejos de lo que sucedió la pasada temporada, se le está dando de maravilla alternar competiciones cuando el calendario se ha puesto casi imposible. Lo atestigua la mejor racha del fútbol europeo (17 partidos sin perder) y el asedio constante de Marcelino y sus futbolistas a la cuarta plaza que ocupa el Getafe. Vallecas es otra historia porque hay pocos equipos tan necesitados como el de Paco Jémez. Encadena el Rayo nueve encuentros sin ganar y las balas, como apuntó ayer el propio Jémez, «se van acabando» en la pelea por mantenerse en Primera División.

Prácticamente todo lo que suceda con el Rayo, al menos en el aspecto ofensivo, tendrá que ver con Raúl de Tomás, alma del conjunto vallecano, formidable goleador que exprime su oportunidad en Primera. Con doce tantos, De Tomás (24 años), está a uno de los mejores artilleros nacionales hasta el momento, Iago Aspas y Jaime Mata. De Tomás, que estuvo en la agenda valencianista, consigue casi el 40% de los goles del Rayo. Esta tarde encara el ariete madrileño un hueso duro de roer, porque la defensa del Valencia es la segunda mejor del torneo y a los rivales les cuesta horrores superar el frontón que vigila Neto.

Si De Tomás acumula méritos en la élite española, el juego de Rodrigo ya no necesita presentación. Es cierto que el hispano-brasileño arrancó mal el curso pero espabiló. Más allá de los goles (lleva cinco en Liga), volvió a ser el futbolista imprescindible para Marcelino por su interpretación del juego. Las cinco asistencias que ha repartido a sus compañeros demuestran que Rodrigo es mucho más que gol y hoy, siempre que el técnico no le incluya en la política de rotaciones, volverá a ser la referencia ofensiva del Valencia.

De la lista que ofreció ayer Marcelino destaca el regreso de Gabriel Paulista y el 'alta', Comité de Competición mediante, de Parejo. Piccini, Coquelin y Rubén Sobrino se pierden el duelo por lesión mientras que Kang In Lee fue descartado por el técnico. Con la eliminatoria ante el Villarreal a la vuelta de la esquina, es muy probable que Ferran Torres, Cheryshev o Santi Mina empiecen hoy en el once titular.

En uno de los costados de Vallecas, que tiene más de estadio de los setenta que de la supuesta mejor liga del mundo, se ubica la calle Fofó, aquel mítico payaso de la tele cuando la televisión era en blanco y negro. Pues bien, el Valencia no hizo el payaso ayer, porque eso sería perturbar la condición de estrellas de los futbolistas, pero desde luego el estropicio que creó -como hacían los payasos en sus historietas- fue una auténtica chapuzilla. Por supuesto que se puede perder y es verdad que la maquinaria a veces se resiente. No se puede pasar de casi de la noche a la mañana de encumbrarse por torpedear a un Madrid que va casi en picado, que protagonizar una debacle en casa de unos de los más firmes candidatos al descenso. Precisamente en la primera noche en la que el Valencia podía dormir como equipo de Champions League, a falta de lo que pudiera hacer este mediodía el Getafe contra el Athletic, el conjunto de

Diecisiete partidos sin perder tirados por el desagüe, así como quien no quiere la cosa. Bofetada en el primer tiempo y sopapo casi ya con la función resuelta. Lo más sangrante del caso no es que el Rayo Vallecano te hiciera dos goles, lo más doloroso es comprobar de qué forma te hizo el primero y cómo el Valencia se encargó de regalar todo lo que tuvo a su favor. De hecho, hasta un penalti. Sí. Con 0-0, a

Lo del penalti fue el mayor exponente de lo que iba a suceder en este campo donde, para que se haga el lector una idea, el aficionado no se podía creer que su gente le había ganado nada menos que por 2-0 a un equipo aspirante a todo y que si no espabila de verdad se puede quedar sin nada. Duele decirlo, pero estas cosas pasan a veces. Y el Valencia no puede andarse experimentando situaciones que sabe que le son perjudiciales. Si al Madrid se le ganó echándole lo que hay que echar en un campo, y no sólo se trata de cuestiones hormonales sino de inteligencia y buen hacer, contra rivales asfixiados por la clasificación hay que tener claro desde el primer momento que hay que correr por lo menos igual que ellos. Eso es lo mínimo exigible. Por eso, cuando Marcelino aleccionó a los suyos en el descanso y les hizo un centrifugado de cerebro, la cosa mejoró aparentemente, pero no con la suficiente enjundia para arreglar el roto.

Si se trocea el partido, se podrá comprobar que el Valencia sí participó con algo más de interés en una media hora de auténtica locura. Igual tenía un cara a cara

En una acción que se podía haber resuelto con una cesión facilona a

El Valencia dio un paso adelante en el segundo tiempo. El Rayo dejó de hacer la presión alta que tan bien le funcionó en la primera mitad y el juego se hizo algo más espeso. Sólo las intenciones de Guedes permitieron un mínimo de esperanza. Las arrancadas con mucha voluntad del portugués descolocaron en un par de ocasiones a la defensa rayista pero a la hora del remate se volvió a no estar todo lo certero que la ocasión merecía. Parejo, por ejemplo, le pegó fuerte pero al cuerpo del portero y los intentos de